THE OBJECTIVE
Ignacio Vidal-Folch

Queda gente por detener

«En el mundo perfecto, ordenado, de mis fantasías redentoras, no quedaría nadie por detener. Estaríamos todos, y tú el primero, ilegalizados y presos» 

Opinión
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Queda gente por detener

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En ciertas formaciones extremas del espectro —¡me gusta esta palabra!— político se hace correr la especie de que si Vox llega al gobierno de la nación ilegalizará partidos políticos, empezando con los nacionalistas vascos y catalanes. 

Ay, lo que para algunos es una terrible amenaza, para muchos es una fantasía, un sueño húmedo. En realidad, todos sabemos que ni un partido, ni siquiera un Gobierno, puede tomar decisiones semejantes, que además no dependen del poder Ejecutivo. Pero soñar es gratis.  

Es obvio que la existencia legal de fuerzas cuyo objetivo confeso es formar nuevos Estados a costa del español es, en el contexto europeo, una excentricidad; y un grave error, cometido (a la fuerza ahorcan), por nuestra clase dirigente para tener la fiesta en paz en tiempos de la Transición, cuando hubo que ponerse entre todos de acuerdo para acordar una Constitución. 

De aquellas lluvias estos lodos, y aunque sabemos que por una cuestión de principios y de lógica estatal es imposible, sería estupendo eliminar de la vida pública al PNV, disolver sus estructuras y demoler sus siniestros batzokis. No sólo por ser una organización desleal y oportunista; no por sus calculadas, cínicas equidistancias en tiempos en que ETA mataba a sus adversarios (los del PNV: socialistas y populares); sino también por la irritante costumbre de sus jefes, especialmente ese Aitor Esteban que enreda en el Congreso, de amonestar a los demás por los malos modos y broncas que se gastan, como si los nacionalistas vascos fueran el colmo del sentido común y la civilidad angelical.

Cierto que Esteban no es tan ácido como su antecesor en esas tareas, Iñaki Anasagasti, el del peinado en ensaimada, pero ¿no estaría bien enviarlo de vuelta a casa, a dar leccioncitas a su señora, si es que la tiene y se deja? 

«A Bildu, un partido trufado de asesinos y liderado por un secuestrador, sería sensatísimo ilegalizarlo»

Por supuesto, a Bildu, un partido trufado de asesinos y liderado por un secuestrador, sería sensatísimo  ilegalizarlo. No tiene ninguna lógica que el Estado lo financie, ni vale la pena gastar tinta en argumentar lo que casi todo el mundo ve clarísimo.

Junts x Catalunya y ERC, como culpables de haber dado un golpe de Estado, y que además proclaman que «lo volveremos a hacer», son partidos que, francamente, nada aportan a la convivencia y el buen entendimiento entre españoles. Fuera, prohibidos cuanto antes mejor. Lo mismo con la CUP, que está constituida, mitad y mitad, por gamberretes y niños de papá con inclinaciones petardistas y enredonas. Hay que suprimirla antes de que se extinga por sí misma (ya que cada vez cosecha menos votos). 

Pero es que además de estos partidos y agentes sociales que son enemigos declarados del Estado, hay otros que, sin declararlo, actúan como tales. Y por consiguiente tampoco merecen tener carta de naturaleza. Me refiero a Podemos, que proclama leyes para liberar a violadores y pretende cargarse el idioma con una neojerga rara («todes», «heteropatriarcal», «no binario», etc.) Si pusiéramos fuera de la ley a los podemitas, y por supuesto a todo el sindiós de sus «confluencias», «mareas» y «mareos», cuántos dolores de cabeza nos ahorraríamos.

Lo mismo con los desgañitados de Vox con sus golpes de pecho y ridícula obsesión antiabortista; los socialistas, adalides de la desintegración nacional y el despilfarro; y populares, tan ineficaces como éstos en la gestión, y además, corruptos.

Y no sólo hay que ilegalizar a partidos políticos dañinos o malintencionados que nos hacen perder tiempo y dinero. La asociación Abogados Cristianos, secta de fariseos demoniacos que continuamente está escandalizándose ante conductas inocentemente blasfemas y poniendo pleitos a troche y moche, debería ser puesta fuera de la ley ya mismo, y su lideresa, Polonia Castellanos, enchironada.

El cantante Sabina, cuya ronca e insufrible voz de empedernido fumador de Ducados irrita el sistema nervioso más templado, ilegalizado pero ya. Todos sus conciertos, cancelados

«La Fundación Francisco Franco honra la memoria de un asesino. ¿Cómo puede aceptarse su existencia? ¡Fuera de la ley!»

La Fundación Nacional Francisco Franco honra la memoria de un asesino de masas y un dictador que le ponía su nombre a las avenidas principales de todas las ciudades. ¿Cómo puede aceptarse su existencia? ¡Fuera de la ley!

Me parece que Jorge Javier Vázquez y todo el equipo de cotillas infernales de Sálvame, que durante su larga exposición catódica tan influyente han sido, para mal, en los modos de conversación en España y el sentido de la privacidad y la decencia, se van a ir de rositas. ¿No habría sido mejor entrar con lanzallamas en ese plató, purificarlo por el fuego, y encarcelar a todos esos polichinelas? 

Etc. etc. Recuerdo que cuando empecé en el periodismo, en Barcelona, frecuentaba, en un bar nocturno de la calle Consejo de Ciento, a un comisario de la brigada anticrimen de la policía, al que invitaba a cubatas para soltarle la lengua sobre los aspectos más oscuros y secretos de casos escandalosos.

Nunca le saqué ninguna confidencia. Él solía alegar que si me contaba lo que él sabía, y se publicaba en la prensa, «alguien» ocultaría pruebas, «alguien» se pondría a salvo. «Lo siento, no te puedo decir nada», decía. 

Bebía un largo trago, e inclinándose sobre mi oído me explicaba, en el tono confidencial de quien comparte un secreto:

—Queda gente por detener.

¡Qué gran verdad! Esta frasecita me acompaña desde entonces resonando continuamente en la bóveda de mi cerebro. Ante los desmanes que veo por todas partes, la invoco como una jaculatoria: «¡Queda gente por detener!».

En el mundo perfecto, ordenado, de mis fantasías redentoras, creo que no quedaría nadie por detener. Estaríamos todos, y tú el primero, ilegalizados y presos.

 

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