THE OBJECTIVE
Ignacio Vidal-Folch

Los despojos merecían un entierro digno

«Cs tuvo tanto éxito y suscitó tanta ilusión que merece que la gente que trabajó allí pueda expresar su duelo con dignidad, pensar en lo que fue, en lo que pudo ser»

Opinión
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Los despojos merecían un entierro digno

Inés Arrimadas.

La dirección de Ciudadanos ha anunciado que el partido, muy maltratado por los últimos comicios municipales y regionales, no se presentará a las elecciones de julio. La presidenta del partido, Inés Arrimadas, que tan seductora parecía cuando desembarcó en Madrid hace muy pocos años, anuncia que se retira de la política, para empezar otra vida, igual que hizo en su día su predecesor, Albert Rivera. Que le vaya bonito. Todo esto habla de una muerte del partido lenta y un poco disparatada. En sus filas, ya escuálidas, pero aún con representación en algunas instituciones, hay alguna indignación. ¿Cómo que no nos presentamos? ¿Para esto montamos un partido? Y ¿está vivo todavía, o ya no? ¿Fue importante o no lo fue?

En cualquier caso tuvo tanto y tan rápido éxito y suscitó tantas ilusiones que hubiera merecido un entierro digno, como todos tienen que serlo, para que la gente que trabajó allí pueda expresar su duelo con dignidad, pensar en lo que fue, en lo que pudo ser. Porque esto de arrojar los despojos al vertedero de la historia, sin más, suena a procedimiento leninista, gansteril: fue la expresión de Trotsky con la que respondió a Martov, el líder de los mencheviques (socialdemócratas) en noviembre de 1917, después de la toma del Palacio de Invierno. Martov postulaba el pacto y la democracia, a lo que Trotsky no estaba dispuesto: «¡Sois gentes aisladas y tristes; habéis fracasado; vuestro papel ha terminado! ¡Id donde pertenecéis: al basurero de la historia!». Con estas palabras en realidad anunciaba la dictadura, la liquidación sistemática de los mencheviques, y -sin poderlo imaginar, claro está-, su propia muerte violenta y la práctica extinción de su familia, sus amigos y sus partidarios, a manos de los sicarios de Stalin…

«Ciudadanos no pudo desbancar del poder a los nacionalistas, que era la verdadera, la sustancial razón de su existencia»

Pero estas evocaciones bolcheviques me alejan de lo que me interesa lamentar ahora, que es la desaparición sin pena ni gloria de una fuerza política que tantas esperanzas había suscitado y que llegó a ganar las elecciones en Cataluña, pero, aislada, hostigada y demonizada como «fuerza fascista» por el complejo político y periodístico regional, no pudo desbancar del poder a los nacionalistas, que era la verdadera, la sustancial razón de su existencia.

Por haber llegado a ese callejón sin salida, y por haber detectado posibilidades de crecimiento en otras regiones, en vez de perseverar y mantener el combate para el que había nacido el partido, dieron el paso a la política nacional primero Rivera y luego Arrimadas, que eran las dos caras convincentes y reconocibles del partido. Dejaron en Barcelona a Carrizosa, que nunca llegó a tener el carisma o el atractivo de sus predecesores. En Madrid los dos líderes fueron muy bien acogidos y aplaudidos, en lo que suele llamarse el abrazo del oso. Y ése fue el principio del fin. 

Desde luego no es la única formación política que hemos visto nacer y extinguirse: lo vimos con la UCD de Adolfo Suárez, y luego con su efímero CDS; lo vimos más recientemente con UPyD, que competía por el mismo espacio con Ciudadanos. Vimos el fin de Unió, los democristianos catalanes coaligados con la Convergència de Pujol. Ésta también se disolvió, aunque para renacer con la misma gente bajo otras siglas, de forma parecida a lo que pasó con la Alianza Popular de Manuel Fraga, que mutó en el PP. La atrabiliaria periodista Pilar Rahola y su socio Ángel Colom fundaron en Barcelona el PI (Partit per la Independència), que fracasó estrepitosamente y se extinguió en menos que canta un gallo. En fin. En el ámbito europeo hemos visto fallecer o verse reducidos a la insignificancia a varios partidos socialdemócratas, víctimas, acaso, de su propio éxito, o sea del cumplimiento de las reformas sociales que postulaban en sus respectivos programas. Y por la misma causa no me extrañaría ver algún día desaparecer al PSOE, aunque tan sea tan antiguo y tan sólido y enraizado parezca. 

«Un equipo de intelectuales realmente fantástico para una empresa que en 2005 era, o parecía, temeraria y vertiginosa»

Pero Ciudadanos… Como asistí desde muy cerca a los protocolos de su fundación, me impresiona especialmente su final –no es otra cosa la decisión de no presentarse a las elecciones de julio-. En el año 2005 estuve en algunas cenas del restaurante El Taxidermista, de Barcelona, donde algunos destacados intelectuales, la mayoría de ellos cercanos al socialismo catalán, desencantados por los coqueteos del PSC con los nacionalistas, fundaron el partido: Ferran Toutain, Francesc de Carreras,  Arcadi Espada, Teresa Giménez Barbat, Ponç Puigdevall, Ana Nuño, Albert Boadella, Xavier Pericay, Félix de Azúa, Félix Ovejero. También estaban los hoy fallecidos Iván Tubau, Horacio Vázquez Rial y Carlos Trías. Un equipo realmente fantástico para una empresa que entonces era, o parecía, temeraria y vertiginosa. En fin, todo eso lo cuentan con detalle en sus respectivos libros sobre el tema Iñaki Ellakuría y Teresa Giménez Barbat.

Apoyé la fundación del partido en la modesta medida de mis posibilidades, pero no quise comprometerme con sus primeros pasos, cuando había que picar piedra, porque no me veía perorando en mítines, resistiendo los insultos y agresiones de la chusma, visitando mercados y quizá, uf, besando niños mocosos, que son ritos de paso para meterse en política. Aquellos intelectuales, pocos meses después, también dieron un paso atrás y dejaron que el partido anduviera por sí solo. Y así lo hizo, de victoria en victoria hasta la catástrofe final. 

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