THE OBJECTIVE
Cristina Casabón

Ser absolutamente moderno

«Nuestra democracia está perdiendo sus monstruos sagrados, y algunos están descubriendo que quizás haya que renunciar al imperativo de Rimbaud»

Opinión
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Ser absolutamente moderno

El periodista Arcadi Espada | EuropaPress

En Vida de Arcadio hay mucho material. Es un libro lento, con una prosa oreada y cuidada, como si Arcadi Espada fuera la voz de la conciencia, una que se extraña de la tolerancia de aquel joven ‘eurocomunista’ que «bailaba sobre calaveras», una voz que observa, extrañada, cómo la izquierda convive felizmente con las tiranías habituales del nacionalismo. «¡Cuanto tragabas!», exclama repugnado. Es posible que a algunos de los aliados que observaban al joven periodista, a algunos de sus famosos entrevistados, se les hubiera pasado por la cabeza la idea: «Es un hombre bueno con fama de malo».

Yo me imagino a todo joven revolucionario que vivió el tardofranquismo mortalmente enamorado de unas ideas seductoras, partidario de aquellas palabras que Rimbaud escribió en Una temporada en el infierno: «Es necesario ser absolutamente moderno». Solo que en Cataluña se impuso que lo ‘moderno’ era ser nacionalista. Nuestro antihéroe observa que la izquierda comunista tiene que renunciar sarcásticamente a sus ideales igualitarios si acepta algunas tiranías identitarias, como la desigualdad de origen. Es coherencia ideológica. 

«Antes había una élite política de izquierdas que tenía otro nivel moral e intelectual, el problema de ahora no es tanto la ideología, que también, sino la ausencia total de ética»

Cuántas revoluciones se apagaron tras el sueño adolescente del comunismo, y ahora, ya algo cansado, veterano de todo, un escritor se pone a charlar con su esqueleto adolescente. Nuestra democracia está perdiendo sus monstruos sagrados, y algunos están descubriendo que quizás haya que renunciar al imperativo de Rimbaud. Sí, antes había una élite política de izquierdas que tenía otro nivel moral e intelectual, el problema de ahora no es tanto la ideología, que también, sino la ausencia total de ética, el vacío moral e incluso la falta de coherencia ideológica.

La izquierda ya no necesita un hombre ideologizado, sino un hombre con ausencia total de ética, cuyo imperativo sea «ser absolutamente moderno». En la defensa de sus ideales algunos ponen toda la rabia y la pasión del adolescente que desea entrar plenamente, con un acto brutal, en el mundo de los adultos. Difícilmente Rimbaud hubiera imaginado con sus palabras en 1872 aquel fuego psicológico, los millones de muertos de Lenin y Stalin, o el terrorismo y el sectarismo. Pero esto poco importa, porque «ser absolutamente moderno» significaba no poner en duda el contenido de la modernidad y servir a la novedad como se sirve a un absoluto, es decir, sin dudar. 

Como todo gran creador, Arcadi es en si mismo un género literario. Ha creado un género capaz de ponerle cimiento de anécdota a la cruda realidad, y nos enseña a dudar y a traicionar a los sepultureros de nuestros ‘yoes’ futuros. Hay que saber dar un puñetazo en la mesa y levantarse, con silla y todo, antes que acabar en el panteón de los ideales tétricos. Falta ver incluido en este panteón al socialismo clásico que los enamorados todavía invocan. La realidad desoladora siempre se acaba imponiendo, pero además se impone una definición paradójica: ser absolutamente moderno significaba ser el aliado de nuestros sepultureros. 

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