El arte de mentir y el arte de pactar

El lunes pasado, Carlos Alsina arrancó su entrevista a Pedro Sánchez preguntándole lo que todos los españoles queríamos preguntarle: ¿por qué nos ha mentido tanto? El presidente eludió hablar de la promesa obscenamente incumplida de despolitizar las instituciones, pero quiso aclarar su cambalache de ideas respecto a Cataluña. No, no mintió, cambió de opinión. En campaña prometió que los condenados del procés cumplirían íntegramente sus penas, y no sólo los indultó, sino que eliminó del Código Penal el delito de sedición y retocó el delito de malversación a su gusto. Lo más dramático no es que mintiese sobre sus intenciones, sino que siga mintiendo sobre el porqué. Sánchez repite que cambió de opinión por el bien de la convivencia, pero sabemos que es falso: indultó a los condenados del procés, abrió en canal el Código Penal y ha colocado a perfiles feudatarios en el Constitucional porque ERC así se lo exigió. Sánchez, contra lo que puedan pensar, no es un político rocoso; cede como ningún otro. Se entrega por un raquítico apoyo parlamentario. 

Los pactos de Sánchez con ERC nos han traído nada menos que el indulto político y moral del mayor atentando contra nuestro Estado de Derecho desde el 23-F, la contravención de los principios generales del derecho reformando ad hoc el Código Penal y el incumplimiento de la sentencia del TSJC sobre el 25% de español en las aulas catalanas gracias al recurso ante el Constitucional que el Gobierno —de nuevo, por orden de ERC— nunca presentó. Por asegurarse el poder, Pedro Sánchez entregó el Código Penal a ERC, la bandera del feminismo a Irene Montero y la memoria democrática a Bildu. Y estos son los peajes que condenan muchos electores.

Me permito darle un consejo a mis amigos del PSOE: en lugar de dedicar tanto esfuerzo a denunciar los pactos ajenos, por indeseables que sean, procurad reflexionar sobre los propios. El fiasco del 28-M no se explica por la incapacidad del votante medio de ponderar los pactos del PP con Vox, sino por su perfecta capacidad de ponderar los pactos del PSOE con sus socios de legislatura.

Amigos del PSOE, en lugar de culpar a la derecha mediática de cegar a los ciudadanos ante los logros del Gobierno y los riesgos del fascismo, preguntaos por qué —a pesar de la buena marcha de la economía y del fantasma de Vox— los españoles insisten en no votarles. Y consideren que, quizá, los votantes se movilizan antes contra una calamidad constatada que contra una calamidad hipotética: los males derivados de los pactos PP-Vox son todavía una suposición, pero los males derivados de cinco años de sanchismo son una realidad. Amigos del PSOE, si queréis que vuelvan a sonreíros las encuestas, renunciad a vuestros política de pactos. Y a poder ser, hacedlo por boca de alguien que pueda hacer promesas sin provocar la risa. 

Podemos y Vox: ¿falsa equivalencia?

David Mejía