La encrucijada extremeña

Cualquier análisis político-electoral sobre Extremadura, y algo sé de esto, debe partir de un hecho indiscutible:  Extremadura es una región tan sociológicamente de izquierdas como culturalmente moderada, una región en la que las elecciones nunca se ganan en los extremos ideológicos, sino en el sufragio de unos pocos miles de votantes fundamentalmente urbanos y localizados en nueve ciudades, que si bien en condiciones normales votan PSOE, en momentos de zozobra de este partido pueden inclinarse a prestar su voto de forma crítica y temporal a una derecha moderada y fuertemente extremeñista. 

Segundo hecho incontrovertible: las dos elecciones en las que el PSOE de Extremadura ha obtenido sus peores resultados, las del año 2011 y 2023 han sido elecciones atípicas y fuertemente condicionadas por el contexto nacional, es decir, han sido dos comicios en los que una buena parte de los votantes se han acercado a las urnas con un PSOE agonizante (el de Zapatero entonces y ahora el de Pedro Sánchez) y en franco retroceso. 

Dos elementos que, unidos a su posición periférica y a un legítimo sentimiento de abandono por parte del Gobierno central del PSOE, hicieron que tanto José Antonio Monago en 2011 como María Guardiola en 2023 se hayan encontrado con la posibilidad de acceder al gobierno de esta región.

¿Qué quiero decir con todo esto? Pues que, a pesar de lo que dicen algunos medios y analistas madrileños que no han pisado Extremadura ni para comprar perrunillas, ni en 2011 ni ahora los extremeños se han vuelto mágicamente y de un día para otro de derechas, y eso lo sabe perfectamente María Guardiola.

Y este es un hecho que tiene importantes consecuencias electorales y que dibuja una diabólica encrucijada para la candidata del Partido Popular.

Por un lado, Guardiola es consciente de que a día de hoy lo único que le  garantiza un pacto con Vox son cuatro años de gobierno tormentoso; cuatro años de chantajitos políticos, cuatro años de guerritas culturales incomprensibles para el ciudadano extremeño, cuatro años de políticas divisivas y cuatro años de emboscadas parlamentarias por parte de un socio poco confiable que, como en Castilla y León, convertirá en una pesadilla la acción de gobierno y que, además, le impedirán articular una mayoría social suficientemente sólida como para alzarse con la victoria en 2027, haciendo de ella, como ya le pasó a José Antonio Monago, una mera one hit wonder.

«Guardiola se plantea si no sería mejor una repetición electoral en la que poder culpabilizar a las falanges abascalinas de impedir el cambio en Extremadura desde Madrid»

Razones todas que le han llevado a plantearse si, tras el órdago de Vox en la constitución de la Asamblea de Extremadura que ha llevado a los socialistas a ostentar esta estratégica posición, no sería mejor una repetición electoral en la que poder culpabilizar a las falanges abascalinas de impedir el cambio en Extremadura desde Madrid y en la que reforzando su mensaje extremeñista y moderado, pegarle un bocado definitivo al PSOE y acercarse a la mayoría absoluta.

Una estrategia que si bien sobre el papel está excelentemente planteada, choca con tres hechos indudables:

• Que Extremadura, como ya hemos comentado, es una región sociopolíticamente de izquierdas. Y lo va a seguir siendo.

• Que el PSOE de Extremadura, si recupera la confianza, es la máquina electoral más temible de la región y que, y esto es determinante, además podría preparar las elecciones desde el gobierno (en funciones) de la Junta.

• Y, sobre todo, que en el mes de noviembre Pedro Sánchez ya no formará parte de la ecuación política a la que tendrán que enfrentarse los ciudadanos extremeños a la hora de depositar su voto, un hecho que otorga a los socialistas una – y solo una- oportunidad de victoria.

Para que luego digan que esto de la política es fácil.