Vox y su complejo de Edipo
«Sería inimaginable para los votantes de Vox que Abascal decidiera un voto en contra que permitiera a Sánchez reventar la investidura de Feijóo»
Es la tercera fuerza política de España. Tuvo unos cuatro millones de votantes en las últimas elecciones generales. Se declara constitucional y hasta el momento no ha hecho nada que indique lo contrario (a diferencia de otros partidos que se autodenominan progresistas, que buscan la ruptura de España y que han sido el brazo político de terroristas o que directamente ya han intentado un golpe secesionista).
La inmensa mayoría de sus seguidores no son fascistas, palabra cuyo significado ha quedado desgastado y sin fuerza por el mal uso y abuso de la izquierda española que lo ha usado en ráfagas contra todos los que no son ellos, incluyendo desde Ciudadanos a la vieja guardia socialista.
Pero sí son extrema derecha. Y lo son mucho. En cuestiones fundamentales y muy sensibles para el desarrollo democrático de España. Su programa los sitúa en un extremo, aislados en sus posibilidades de alianza. No pueden pactar con nadie que no sea el Partido Popular. Dependen de él para conseguir transformar sus votos en gobiernos autonómicos o ayuntamientos. Recordemos que la mayoría de sus votantes han votado siempre al PP. Y que la mayoría de sus votantes no consideran extraño, si acaso suave, el programa electoral del PP.
«Sus actos y declaraciones parecen más dirigidos a atar al ‘padre Feijóo’ que a conseguir expulsar del poder a su odiado Pedro Sánchez»
Y, sin embargo, en esta campaña Vox está empeñado en matar a su padre político en un extraño retorcimiento del complejo de Edipo. Escuchando a sus líderes desde Santiago Abascal, al más estirado, y ahora parece que menguante, Iván Espinosa de los Monteros, pasando por el cada vez más poderoso Jorge Buxadé y el, quizás, menos conocido pero la auténtica mano de hierro en las negociaciones, Kiko Méndez-Monasterio, todos, parecen tener en común elevar su ruido de exigencias hasta unos niveles que pareciera que solo buscan hacer la pinza con Pedro Sánchez a Alberto Núñez Feijóo. En esta extraña complicidad en la que los ataques de Sánchez se centran machaconamente en decir que Vox y PP son lo mismo, pareciera que la gente de Abascal se sintiera a gusto. Tanto, que a veces sus actos y declaraciones parecen más dirigidos a atar al «padre Feijóo» que a conseguir expulsar del poder a su odiado Pedro Sánchez.
Entramos en la recta final de la campaña. Las encuestas lo dejan todo claro y a la vez todo en el aire. Excepto Tezanos que sigue pagando servidumbre con su CIS contaminante y lo deja todo sucio, el resto coincide en que gana Feijóo. Todos lo sabemos incluido Ferraz (si es que existe todavía) y Moncloa.
Pero, y ahí aparece ese «pero» que lo condiciona todo porque el abanico de opciones post 23J no es tan amplio. La primera opción es muy clara: ganar con mayoría absoluta. Posible, pero no probable. Posible porque puede haber movimientos oscilatorios de este final de campaña, tras el hundimiento de Sánchez en el «cara a cara», el decaimiento en las filas socialistas, unido a la desidia de campaña de Podemos que ha dejado a Sumar en una opción que puede no solo bajar de datos, sino perder todo poder decisorio tras una campaña surrealista de Yolanda Díaz que nadie entiende todavía. Ya ocurrió en Madrid y Andalucía.
La segunda opción es que Feijóo se acerque a los 160 diputados e intente gobernar en solitario sin Vox. Podría contar en esta tarea con ayudas puntuales como Coalición Canaria, el PNV siempre bajo pronto pago y dependiendo de lo que consiga, y algún otro escaño suelto que haría que pudiera superar no ya la cifra conjunta de a socialistas y «sumones» (perdón por el palabrejo pero tiene su punto), sino también a la suma de los amigos Frankenstein. Imaginen esos resultados reñidos en ambos frentes. Sería inimaginable para los votantes de Vox que Abascal decidiera un voto en contra que permitiera a Sánchez reventar la investidura de Feijóo.
Y la tercera opción es que el PP gane con unos resultados en los que sea imprescindible el apoyo parlamentario de la gente de Abascal. Este es el sueño caliente de todos los dirigentes de Vox. Esta es la que plantean en cada mitin de campaña. Y esta pueda ser su perdición. Su negacionismo de la violencia machista, de la igualdad, de la diversidad LGTBI, del cambio climático, de las vacunas y en general de todo lo que suponga un avance social, provoca tanto rechazo en la mayoría de la sociedad española que el riesgo de que alguna postura suya gane cuerpo espanta a muchos, incluidos a votantes del PP. Sus primeras decisiones en aquellos sitios donde han pillado sillón han sido tan pueriles como justificantes de todo el rechazo y miedo que se les tiene. Parecen fuegos artificiales cuyo único fin es incrementar el voto de izquierdas contra ellos.
«Nada mejor que ver la cara apagada de Patxi López para comprender que esa andanada hizo y hace mucho daño»
Lo mejor para Sánchez sea que desde Vox se suelten andanadas reaccionarias en las negociaciones con el PP de los gobiernos autónomos como Extremadura o Comunidad Valenciana. También es paradójico, por cierto, que se haya producido un movimiento contrario y casi simétrico que beneficia a Feijóo cuando el líder de ERC, Gabriel Rufián, alardea, ya terminado el esquilme hecho durante toda la legislatura, de que ellos obligaron al presidente al indulto de los nueve condenados por sedición. Lo dijo en el debate a 7. Y nada mejor que ver la cara apagada de Patxi López para comprender que esa andanada hizo y hace mucho daño.
Se acerca la fecha del 23 J con un Feijóo destacado que puede ganar a lo Ayuso y a lo Moreno, es decir, olvidándose de Vox. O con un Feijóo que necesite sprintar para llegar a un gobierno en minoría. Dice el político gallego que en ese caso hablaría incluso con los barones del PSOE, y no con Sánchez, para buscar los votos que le falte. Y pone como interlocutor ejemplar a Emiliano García Page, el único líder socialista que ganó y por mayoría absoluta en su comunidad y probablemente el más alejado de Pedro Sánchez. Nadie sabe qué pasaría.
Hace poco leía en THE OBJECTIVE que en esta tesitura incluso había gente en Sumar dispuesta a la abstención para que Feijóo no necesite a Vox. Suena a ciencia ficción. O no.
Uno de los políticos más queridos en España, ya lo ha hecho en Cantabria. La abstención del PCR de Revilla permitió la llegada al poder del PP y de esta forma estuvo libre de exigencias de un Vox que como en Murcia ha sido capaz de votar en contra junto a los socialistas.
Parece claro que en Vox priman los sillones por encima de toda su palabrería. Razón de más para evitar que Vox mate a su padre con sus exigencias.