La democracia es ÉL
«Pocos creen que la economía vaya como una moto, como dice un presidente desconectado con la realidad»
Para Pedro Sánchez las elecciones de hoy no van de una posible alternancia en el poder. Lo que está en juego es la mismísima democracia. Versionando aquella frase de «L’État c’est moi» que se atribuye al Rey francés Luis XIV cuando su poder absolutista fue desafiado por el Parlamento en 1655, Sánchez, su partido y todo su séquito mediático, artístico e intelectual insisten en que si no gana el PSOE peligran nuestras libertades fundamentales y España corre el riesgo de meterse en un «tenebroso túnel» que nos lleve al pasado franquista. La democracia es ÉL, en definitiva. ¿Pero, cómo es posible que los españoles no se den cuenta?
Lo dice un presidente del Gobierno que no ha tenido reparos en ocupar instituciones pagadas con el dinero de todos los contribuyentes, como el CIS, RTVE el INE o empresas como Correos, e Indra… u organismos que deben de hacer de contrapeso al poder Ejecutivo, como la Fiscalía General del Estado, el Tribunal Constitucional o el Consejo de Estado. Por no hablar del desprecio al Parlamento con su uso récord de decretos leyes, fórmula de legislar reservada para casos de «extraordinaria y urgente necesidad». O de su capacidad para cambiar el código penal a gusto de sus socios independentistas (eliminación del delito de sedición y reforma del delito de malversación) para seguir en el poder. Sin que parezca importarle que la Constitución haya quedado desprotegida o que la corrupción con fondos públicos ahora salga barata.
Sánchez ha basado gran parte de su campaña en vender su buena gestión económica. Al menos al principio. Y en estas páginas, se han analizado algunas de sus medidas. El escudo social no es tan robusto como presume (el Ingreso Mínimo Vital no ha llegado ni al 35% de los destinatarios). Su herencia puede además ser bastante insolidaria: medidas como la reforma de las pensiones quebranta los principios de sostenibilidad y de solidaridad intergeneracional; las reiteradas subidas del Salario Mínimo Interprofesional expulsan del mercado laboral a trabajadores jóvenes y poco cualificados. España ha sido la economía que más ha tardado en recuperarse del socavón de la pandemia que hundió su PIB un 11%. En el primer trimestre de este año el PIB ya se situaba un 0,2% por encima del nivel prepandemia, pero lejos del 2,2% al que avanza el conjunto de la eurozona. La inflación, intervenida con el tope del gas y otras medidas, ha bajado al 1,9% pero la subyacente está en el 5,9% por encima del 5,5% de media europea. Los ingresos reales de las familias (descontada la inflación) han caído un 6,5% entre 2019 y 2022, muy por encima del ligero 0,1% que retrocedió de media la eurozona.
«Su herencia puede además ser bastante insolidaria: medidas como la reforma de las pensiones quebranta los principios de sostenibilidad y de solidaridad intergeneracional»
Puede que los datos recientes de crecimiento e inflación sean buenos, pero los españoles no lo perciben en sus bolsillos. Pocos creen que la economía vaya como una moto, como dice un presidente desconectado con la realidad. Y como no ha resultado fácil colocar ese mensaje triunfalista sobre su gestión económica, Pedro remata la campaña reviviendo el espantajo del fascismo. Y su eficacia es la misma que la del cuento Pedro y el lobo. Los socialistas, sus socios de extrema izquierda, los partidos independentistas (esos que cercenan los derechos de sus conciudadanos constitucionalistas) lo han usado tantas veces que han gastado la palabra. Después de llamar fascistas a Fernando Savater, Albert Boadella o Albert Rivera o sospechar de serlo a todo aquel que no piensa como ellos, han logrado pervertir su uso y ya apenas impresiona a nadie.
Bueno, a algunos muy fieles y un poco hiperventilados parece que sí. Están convencidos de que si llega el PP al Gobierno y necesita a Vox para gobernar se acabarán las libertades. Eso sin conocer aún la fórmula que le permitiría hacerse con el poder el caso de alzarse con la victoria: con Vox dentro del Ejecutivo, con un programa de mínimos con el partido de extrema derecha o en solitario si consigue una mayoría suficiente y gobierna alternando el apoyo puntual de distintas formaciones políticas. Un grupo de conocidos actores y actrices ha hecho una campaña alarmados por el impacto en la cultura de un posible acuerdo de Gobierno entre PP y Vox: «Imagina que… “los cines están cerrados, que no te dejan pasear, que no te dejan leer, que no te dejan beber agua, que no hay exposiciones, que no te dejan dar un beso, que no te dejan sonreír, que no te dejan bailar, que no te dejan cantar, que no te dejan usar sombrero, que no te dejan pensar, querer, sentir…» ¡Beber agua! ¡Sonreír! En fin… Una diría que se han olvidado de esa regla de oro que manda en el oficio de actor: less is more.
Puede que algunos votantes cansados de tanto aspaviento y tanta mentira estemos cansados de que nos tomen por idiotas. Tal vez estemos subestimando la amenaza que supone que Vox, sobre todos los sectores más radicales que ya empiezan asomar la patita, participe en la toma de decisiones de gobierno y por eso no perdemos la esperanza de que el PP pueda gobernar en minoría. Porque de lo que también estamos seguros es de que cuatro años más de Gobierno de Sánchez con unos socios enemigos de un proyecto común de país y con mucho que cobrarse por su apoyo a un nuevo Ejecutivo PSOE-Sumar, nos pueden meter en un túnel, este sí tenebroso, en el que al otro lado nos encontremos que han volado todos los consensos constitucionales. Y entonces lo de «imagina que no te dejan salir con sombrero a la calle» será un mal chiste para recordar.