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Ricardo Dudda

La excepción ibérica

«Sánchez ha conseguido vender como victorias colectivas sus victorias más personales. El 23-J le permite seguir gobernando de mala manera»

Opinión
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La excepción ibérica

Pedro Sánchez y María Jesús Montero celebran el resultado del 23-J. | Europa Press

La columna de verano ya no es como antes. La columna política de verano suele ser perezosa, un balance del año, algún tema de incendios o ahora de cambio climático (es una pena que un tema tan importante quede convertido en un tema estival). Ahora la columna política de verano no es muy diferente a la del resto del año. Este verano la política no se ha apartado; ha sido la protagonista. Igual que el ciclo de noticias 24/7 ha acabado con la periodicidad de la prensa, y con la jerarquía de la información (todo merece ser contado en todo momento, todo es una alerta de última hora, no hay selección), el ciclo político eterno, la eterna campaña también ha acabado con los ciclos de la política: hoy es muy difícil distinguir entre la campaña y el resto del tiempo, el verano está igual de politizado que el invierno, vivimos en un presente histérico eterno sin capacidad de redención. 

El Gobierno está en funciones tras las elecciones. No pasa nada. Aunque el discurso político sigue hablando de la política como algo existencial, que produce cambios tectónicos en la sociedad, luego no es para tanto. Los trenes siguen saliendo a su hora pase lo que pase. Y el Estado sigue funcionando sin un gobierno formado. Es un transatlántico en piloto automático, algo que resulta tranquilizador y al mismo tiempo lo contrario; la agencia política es una quimera. 

Pedro Sánchez se mueve muy bien en la excepcionalidad. Estuvo 254 días gobernando en funciones, entre el 20 de abril de 2019 y enero de 2020 (aunque el récord lo tiene Rajoy, 314 días en funciones, desde el 20 de diciembre de 2015 hasta el 29 de octubre de 2016). En ese tiempo, además, su Gobierno solo tenía 84 diputados y dependía del apoyo de otros casi cien de otros partidos para sacar iniciativas en el Congreso. Abusó de los decretos ley sin que hubiera una «extraordinaria y urgente necesidad», como dice la Constitución. 

«El sanchismo es un proyecto vanidoso de supervivencia personal»

El sanchismo no es un proyecto político. Es un proyecto vanidoso de supervivencia personal. Por eso la mayor victoria del 23-J no es que la izquierda sobrevivió o que la ultraderecha perdiera diputados. Es que Sánchez sigue siendo presidente, da igual cómo y en qué condiciones. Sánchez ha conseguido vender como victorias colectivas sus victorias más personales. El 23-J le permite seguir gobernando de mala manera, con inestabilidad, al borde del abismo como está acostumbrado. Lo importante es que sigue en La Moncloa, puede seguir poniéndose el traje de presidente, puede seguir haciendo declaraciones institucionales, en su tarjeta de visita sigue poniendo «Presidente del Gobierno». 

Muchos analistas pensaron que era una genialidad táctica convocar elecciones en verano, para desmovilizar a la oposición. Pero es también una genialidad táctica negociar un gobierno en agosto, cuando nadie mira. Sánchez puede regalar lo que sea a Junts, el partido independentista catalán que necesita para sumar en su investidura, y todo el mundo no solo estará de vacaciones; estará de vacaciones y habrá eliminado del móvil las apps de noticias y Twitter y habrá apagado la tele tras sufrir una campaña histérica en julio. 

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