THE OBJECTIVE
Carlos Mayoral

¿Quién le devuelve lo perdido a Kevin Spacey?

«Con toda probabilidad, nadie le devolverá el prestigio a Spacey. Pero ¿y el dinero?»

Opinión
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¿Quién le devuelve lo perdido a Kevin Spacey?

El actor Kevin Spacey. | Europa Press

Pues resulta que a Kevin Spacey le ha vuelto a declarar no culpable la justicia. Esta vez, un tribunal de Londres. Ya lo habían hecho antes, sucesivamente, sus homólogos en Nueva York, Los Ángeles y Massachusets. Eso sí, esta noticia no se está difundiendo con los mismos decibelios con los que hordas de perfiles anónimos y no tan anónimos jaleaban la caída al infierno de este hombre tiempo atrás. Lejos quedan esos días en que cada mañana nos amanecíamos con una nueva acusación, y la mirada de Spacey, a lo Lester Burnham en American Beauty, se iba perdiendo en el fondo del objetivo de las miles de cámaras que lo perseguían.

Cabe preguntarse si este gran actor, que nos hizo vibrar con obras de arte como la ya citada American Beauty, Seven o House of Cards, recuperará algún día su prestigio. Mucho me temo que, de hacerlo, cosa que dudo, lo hará lentamente. Desde luego, no con la misma rapidez con la que el Vic Theatre emitió un comunicado despellejando a Spacey cuando este fue acusado de abusos por varios actores en el caso por el que ahora ha sido exonerado. Desde luego, no con la meticulosidad con la que Ridley Scott borró digitalmente el rastro del intérprete en la película All the Money in the World. O, desde luego, no con la crudeza con la que los productores de House of Cards le reclamaron decenas de millones de euros.

Porque esa es otra. Con toda probabilidad, nadie le devolverá el prestigio a Spacey. Pero ¿y el dinero? Entre indemnizaciones, abogados, reclamaciones y demás, se calcula que ha podido perder cerca de cincuenta millones de dólares. ¿Cómo se restituirá? Tras tener que vender diversas posesiones inmobiliarias y verse arruinado social y económicamente, es de suponer que Spacey tendría que vivir tres vidas para recuperar la que un día tuvo. Máxime cuando, en el colmo de la injusticia, sus ingresos ya nunca alcanzarán el punto de aquella época de esplendor, cuando los directores se pegaban por hacerse con los servicios de aquel genio de la interpretación.

«Hemos creado un mundo con dos justicias. De una puedes defenderte si cuentas con un Estado de derecho mínimamente solvente. De la otra, que le pregunten a Spacey, es imposible zafarse»


Y lo peor de todo es el imaginario. Lo hemos visto con Woody Allen, con Johnny Depp y con otros casos similares: poco importa lo que dicte el juez si en la mente colectiva de la sociedad sigues siendo «ese, el actor que viola a diestro y siniestro». La mayoría de ese imaginario desconocerá la sentencia. Otros, conociéndola, dirán que la culpa es de la justicia, que no puede demostrar lo innegable. Y así permanece indeleble la etiqueta que le ha destruido, que le ha cancelado.

Me gustaría tener un final feliz para esta columna. Me encantaría decirles que estoy seguro de que alguien le dará un papel dentro del reparto de una obra maestra. Me encantaría decirles que no me cabe duda de que acabará recibiendo un Oscar por una actuación memorable en su vejez. Me encantaría afirmar que recibirá hasta el último dólar perdido, que Netflix rescatará House of Cards, que le devolverán su mansión de Los Ángeles y que la vida volverá a ser maravillosa. Por desgracia no tengo ese final, sino otro más áspero. Hemos creado un mundo con dos justicias. De una puedes defenderte si cuentas con un Estado de derecho mínimamente solvente. De la otra, que le pregunten a Spacey, es imposible zafarse. Triste presente nos queda.

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