THE OBJECTIVE
Agustín Galán Machío

La importancia de llamarse socialista

«A gran parte del electorado socialista no le ha importado que su partido se haya convertido en el ‘Partido Nacionalista Periférico’»

Opinión
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La importancia de llamarse socialista

Pedro Sánchez. | Europa Press

Fue Ignacio Varela quien en THE OBJECTIVE nos recordaba el año pasado que «lo que ha hecho Pedro Sánchez con el PSOE es una operación de taxidermia, que consiste en abrir el animal, vaciarle los órganos, rellenar con papel de periódico y coser. De este modo, parece el mismo animal, pero no lo es».  Lo hizo ya Felipe González con el PSOE histórico en 1977 (esta vez para bien) y lo volvieron a hacer (esta vez para mal) Zapatero y Sánchez. Aparentemente se trata del mismo animal, pero el relleno es bien distinto.  Con los dos últimos rellenos parece socialista; tiene ese nombre, pero en realidad es nacionalista periférico. De ahí la importancia de seguir llamándose socialista para mantener la apariencia, aunque en el fondo se actúe cómo otra cosa.

A mí esto me recuerda la comedia de Oscar Wilde La importancia de llamarse Ernesto (The Importance of Being Earnest, A Trivial Comedy for Serious People), en la que el protagonista se inventa ser Ernesto para llevar una doble vida: modélica en el campo junto a Cecily y excitante en Londres junto a un amigo, Algy, que llega también a hacerse pasar por Ernesto. Los dos Ernestos terminan casándose con dos mujeres enamoradas de ese nombre y de la excitación de lo que representa en sus fantasías. La misma excitación que provoca la palabra socialista en el electorado español, y en el caso de Sánchez, en los enamorados de un hombre guapo que habla inglés.

Después de su anuncio de que votaría por Sánchez (entre otras razones, por ese domino del idioma de Oscar Wilde), Javier Cercas puede estar tranquilo (al menos en este aspecto).  Parece que volverá a gobernarnos un angloparlante.  El resto del país, en cambio, no las tenemos todas consigo y nos gustaría ir preparando ya para las próximas elecciones un partido que sin necesidad de fantasías ni de intermediarios nos enamore no solo por el nombre (aunque tiene su importancia: ¿Partido Socialista Español sin más añadidos?), sino por el programa: europeísmo, sanidad y educación públicas, sistema fiscal progresivo, respeto al medio ambiente y a la diversidad sexual y las creencias de todos; y  junto a todo ello,  unidad del país e igualdad de sus ciudadanos y respeto a  la ley y a las minorías; y  también por sus dirigentes (no necesariamente guapos). 

«Llamarse socialista fue decisivo en la Transición entonces y ha vuelto a serlo ahora en las elecciones del 23-J»

Creo que si se presenta a las próximas elecciones un partido de este tipo podría conseguir un buen tanto de saque, cambiando  así un fracasado juego de salón(ese billar consistente en darle a la bola azul, pensando en el efecto que tendrá en la roja)  por un buen partido de tenis.  La duda es si tenemos o no para ello la autoconfianza necesaria en este deporte.  Es verdad que lo más probable es que esta legislatura esté ya perdida para ese hipotético nuevo partido, pero las elecciones europeas (si no hay tiempo ni ocasión para diciembre) podrían ser la oportunidad para ensayar esa solución. Ya lo hizo Podemos y hoy es una de las patas del actual gobierno y Sumar lo será del que probablemente volverá a formar Sánchez.

Llamarse socialista tiene, en efecto, su importancia. De hecho, no es la primera vez que se hace la operación de taxidermismo con el cuerpo del PSOE. El nombre fue también decisivo en la transición de la dictadura a la democracia; hasta tal punto que el partido socialista realmente implantado durante años de cárceles, persecución y resistencia en todo el país (el eurocomunista PCE) no quiso cambiar lo de comunista y perdió por goleada ante un nuevo partido recién creado por Felipe González en torno a las siglas históricas del Partido Socialista Obrero Español. Menos mal (añado) que entonces fue así, porque los jóvenes dirigentes del PSOE de 1977 a los que se sumarían algunos procedentes del PCE (Pilar Brabo, Enrique Curiel, Solé Tura), tenían, con alguna excepción cómo la de Nicolás Sartorius, mucha más entidad política e intelectual que las figuras que desde el exterior desplazaron a los eurocomunistas. Llamarse socialista fue decisivo entonces y ha vuelto a serlo ahora en las elecciones del 23-J. Hay que tomar nota de esto si alguien tiene la energía para emprender la difícil tarea de refundar el espacio de una izquierda española

Volviendo a la obra de Wilde que sirve de excusa para este artículo, esta podría haberse traducido cómo La importancia de ser serio, pero habría perdido así la gracia que tiene en inglés, ya que «Ernest» y «earnest» (serio) suenan igual. En castellano La importancia de ser Severo ha sido una de las traducciones de la comedia, pero no La importancia de ser Franco (honesto) por razones obvias. En catalán, en cambio, La importancia de ser Frank («Frank» y «franc» -honesto- son homófonos) hubiera sido una buena traducción, aunque es verdad que nos recordaría también a otro Frank….  (ya saben). Eso, en cambio, no importaría cómo parece que no le ha importado a gran parte del electorado socialista que su partido (a juzgar por el gobierno que va a formar) se haya convertido en el Partido Nacionalista Periférico, dándonos psoecialismo por socialismo. 

«De los 66 escaños que correspondían a Cataluña y País Vasco en el Congreso solo 10 han ido a parar al bloque del PP y Vox»

Por si hiciera falta, nos lo ha recordado Ximo Puig, para quien (cito textualmente) «el acento nacionalista español, cerrado y no integrador, ha perdido las elecciones generales. De lo que ahora se trata es de conformar un Gobierno de la mayoría real de este país, que es progresista y que tiene acentos nacionalistas periféricos».  No lo ha dicho, pero se sobreentiende que, según Ximo, los periféricos (como todo el mundo debe saber) son acentos de lo más abiertos e integradores. Faltaría más.

El crecimiento del PSOE en las últimas elecciones (que aun habiendo perdido le permite aliarse con Bildu y Puigdemont) se ha concentrado, efectivamente, en los territorios en los que ese «acento español» es más débil. De los 66 escaños que correspondían a Cataluña y el País Vasco en el Congreso solo 10 han ido a parar al bloque del PP y Vox, y todo el resto a formaciones de izquierdas nacionalistas o simplemente nacionalistas.  Al hilo de esta situación, tras recordar los magros resultados del PP en el País Vasco y Cataluña, el director de La Vanguardia daba este consejo al PP: «Si el PP no logra encontrar un discurso atractivo para los sectores moderados en estas dos comunidades, el PSOE puede perpetuarse en el poder, aunque sea segunda fuerza en las elecciones».  Así que el mensaje está muy claro: o a catalanes y vascos les da el PP lo que desean o se lo dará el PSOE. Ustedes elijan. 

La historia periférica del PSOE (que puede llevarnos a que lo que tengamos que dar a los moderados periféricos  lo decida media España contra la otra media) no es novedad. Es una historia que se repite como las teleseries con gran audiencia (aunque sean malas). Tenemos un Partido Socialista de Euzkadi (PSE), un Partido Socialista de Cataluña (PSC) y un Partido Socialista de Galicia (PSG),  pero ningún Partido Socialista de España (Dios nos libre), solo un PSOE con relleno de taxidermista. En Cataluña  el PSOE ya pactó con Esquerra Republicana en 2003 y en Galicia con los del Bloque Nacionalista Galego en 2005.  En el único «territorio histórico»(por cierto, acaso ¿son los otros anti-históricos?) donde el PSOE ha gobernado con el PP en lugar de con nacionalistas periféricos es donde algunos se dedicaban a pegarles tiros en la nuca a los prójimos (también a los socialistas).

Además, a gran parte de la izquierda actual lo de un hipotético Partido Nacionalista Español o algo como ‘Juntos por España’ les sonaría, sin duda, a rutas imperiales; en cambio, creen sinceramente que  con los que van a pactar (un Partido Nacionalista Vasco o Juntos por Cataluña) son la expresión más pura del progresismo

«La  actual izquierda española ha votado a favor de la derecha catalana y de la derecha vasca»

El asunto es (nos guste o no) que una mayoría de esta izquierda no ve ningún problema con lo del nacionalismo periférico (ninguno). Hay un vacío a la izquierda sobre la idea de que «España es una gran idea» y la consecuencia es que vamos a tener un gobierno teledirigido por Puigdemont (gran puntal de la izquierda regional, europea y mundial), apoyado por los empresarios catalanes y el PNV (una derecha tradicionalista vasca, que ya alardea de «haber parado en seco a la derecha española»). Es a eso, a lo que se le va a llamar «gobierno-progresista-de-coalición». 

La  actual izquierda española (unos a sabiendas y otros  queriendo ignorarlo) ha votado, en efecto, a favor de la derecha catalana y de la derecha vasca ¡Que le vamos a hacer! El resultado es que la amnistía de todos los encausados por el procés y la celebración de un referéndum de independencia es lo que estará discutiéndose este verano para formar el nuevo gobierno «progresista» de España. Olvídense, por tanto, de lo del feminismo y la violencia de género, nada de agenda LGTBI, nada de agenda medioambiental ni de emigración; el peligro fascista parece que ha desparecido también, así que tampoco; y de los 20.000 euros mejor que se vayan despidiendo los jóvenes, ahora tan solo toca hablar de cómo diablos se puede hacer constitucional un referéndum anticonstitucional y de qué contrapartidas económicas van a obtener las derechas periféricas.  

Ya ven, justo lo que estuvimos debatiendo en la campaña y en los debates y entrevistas televisivas ¿No es así? La  «España asimétrica»  que se discutirá este verano entre el PSOE, Puigdemont y Bildu, estaba bien oculta. Sin embargo, creo que no es tarde, para hablar entre todos (PP, PSOE y nacionalistas periféricos, sí, también ellos) de lo que realmente está en juego, la reinvención de esa gran idea que es España. Gobierne quien gobierne se necesitará un pacto nacional sobre este tema. Once millones de españoles no pueden seguir tirándole los trastos a la cabeza a otros once millones y pico, ni tampoco sería bueno para nadie llegar a un pacto de media España contra la otra media  en algo que nos concierne a todos, digo yo…. , al fin y al cabo estamos empatados.

         

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