Media España vive de la otra media
«Si Sánchez quiere seguir regalando dinero de manera desatada a media España, tendrá que aumentar aún más el expolio fiscal que ya aplica a la otra mitad»
Fue Milton Friedman quien diagnosticó que se estaba construyendo una sociedad en la que cada vez se cobra más impuestos a los que trabajan para regalar cada vez más dinero a los que no trabajan. La diagnosis del premio Nobel de Economía encaja perfectamente con la realidad sociopolítica española en la que, bajo el Gobierno de Sánchez, la combinación de recetas asistencialistas y el trasnochado igualitarismo socialista, ambos en constante aumento y escandalosamente acelerados con el catalizador electoralista, han acabado de hacer realidad lo diagnosticado por Friedman.
Sin duda, el universo de ayudas, subvenciones y subsidios existente en nuestro país es tan exagerado que se aproxima al infinito que diría el cursi de Zapatero, hasta tal punto que el espacio de este artículo resultaría insuficiente para su mera enunciación. Sus destinatarios, definidos o determinados en ocasiones por circunstancias difícilmente compartibles, conforman una de las dos medias Españas. La otra viene conformada por los que pagan la fiesta, que son aquellos que contribuyen con los actuales impuestos, cada vez más exigentes, y con los futuros que habrán de exigirse para cubrir el coste de la deuda pública, cada vez más disparada.
Como es lógico, lo descrito no es neutral ni inocuo, sino todo lo contrario. Para empezar, en términos de transferencia de renta resulta absolutamente injusto en gran parte de los casos. Basta situarse en algunos de los inventos del Gobierno Sánchez y pensar simultáneamente en quién es su beneficiario y quién su financiador para constatar la injusticia aludida. Por ejemplo, para que 500.000 jóvenes reciban 400 euros que podrán gastarse en la compra de videojuegos o discos y en la suscripción a revistas o videojuegos en línea, a millones de trabajadores españoles se les ha subido el IRPF por la vía de no deflactarlo.
El desbocado asistencialismo del Gobierno Sánchez ha provocado también serias disfunciones en el funcionamiento del mercado laboral. Es así, porque conforme el importe global de las ayudas y subsidios que por diversas causas percibe un desempleado se aproxima al salario que obtendría por trabajar, se le está disuadiendo de aceptar un puesto de trabajo. Si el diferencial entre ambos importes, el que obtiene por no trabajar y el que obtendría por trabajar, es reducido, resulta fácil la opción de seguir sin trabajo. Solo así se explica que existiendo oficialmente del orden de 2.700.000 parados -en realidad, son más-, los empresarios de la hostelería, de la construcción o de la agricultura no puedan cubrir los empleos que ofertan en el mercado.
«El creciente asistencialismo de Sánchez no es financieramente sostenible en el tiempo»
Por si lo expuesto hasta ahora no fuera suficiente, sucede que además el creciente y enloquecido asistencialismo impuesto por Sánchez no es financieramente sostenible en el tiempo. Ya ha quedado demostrado pues pese al brutal aumento de la exigencia fiscal, su Gobierno ha sido incapaz de liquidar los presupuestos no ya sin déficit, sino ni tan siquiera cumpliendo el límite del 3% definido en las reglas fiscales de la Unión Europea. Solo la laxitud de ésta manteniendo en suspenso su vigencia ha permitido a Sánchez aplicar su desmedida política asistencialista.
El próximo restablecimiento de la obligación de no incurrir en déficit excesivo plantea una encrucijada al Gobierno español, pues si quiere seguir regalando dinero de manera desatada a media España, tendría que aumentar aún más el expolio fiscal que ya aplica a la otra media. Pero hete aquí que esta opción no es técnicamente ilimitada, pues superado el umbral de la imposición óptima, estamos ya próximos al de imposición máxima o nivel en el que muchos preferirán dejar el bando de los financiadores y pasarse al de los asistidos y el sistema puede hacer crack.
De modo que además de personalmente injusta y económicamente disfuncional, la política exageradamente asistencialista de Sánchez no es sostenible en el tiempo. Pero, eso sí, a él le habrá servido como palanca para obtener unos resultados electorales con los que, habiendo perdido frente a su rival, podría mantenerse en el poder si tiene la suficiente carencia de ética política para pactar con el diablo. Como sobre esto último no cabe tener duda alguna, es posible que el suicidio económico de España inducido por Sánchez le haya sido útil a sus intereses particulares. Nunca, o casi nunca, un político hizo tanto daño a una nación.