Herramientas de extorsión
«La defensa del catalán y el desprecio al español son el núcleo teórico del independentismo, la palanca chantajista, el verdadero ‘hecho diferencial’»
Hubo una época, en los años duros del procés independentista (poco antes y poco después del otoño de 2017), en la que los independentistas catalanes intentaban convencer a la ciudadanía de que su movimiento no tenía nada que ver con la lengua. El independentismo, decían, buscaba una mejora de la democracia, implicaba decidir, era un movimiento soberano cívico, no étnico. Algunos que no eran independentistas, pero sí compañeros de viaje del movimiento hablaban de «radicalidad democrática»: el Estado español era insalvable y la mejor manera de democratizarlo era el secesionismo. Gabriel Rufián hacia campaña en el cinturón rojo de Barcelona y el Baix Llobregat en busca de independentistas castellanohablantes. En esos años, con el beneplácito de los partidos independentistas, surgió la plataforma Súmate, que representaría a los independentistas castellanohablantes. A sus mitines acudían cuatro gatos.
Porque el independentismo siempre ha tenido que ver con la lengua; la defensa del catalán y el desprecio al español son el núcleo teórico del movimiento, la palanca chantajista, el verdadero hecho diferencial. La cultura diferente es, simplemente, una lengua diferente. Como ha escrito la lingüista Mercè Vilarrubias, «en España, los nacionalismos son nacionalismos lingüísticos. Si alguien lo dudara, solo hace falta mirar el mapa de España, y verá enseguida que allí donde se habla una lengua distinta del español, allí es donde surgen las pulsiones separatistas».
«Ante su incapacidad para otro golpe de Estado, el nacionalismo y el catalanismo pelearían por la lengua»
Cuando el independentismo rupturista, tras su fracaso en 2017, fue sustituido por el catalanismo de siempre (que es básicamente un independentismo sin golpismo), la idea de que el independentismo no tenía nada que ver con la lengua dejó de resultar creíble. Ante su incapacidad para otro golpe de Estado, el nacionalismo y el catalanismo pelearían por la lengua. A partir de la reivindicación cultural y de la exigencia de una protección especial, los nacionalistas podrían desplegar el resto de sus exigencias y chantajes.
Esta semana la nueva presidenta del Congreso, que ha sido nombrada con el beneplácito de los independentistas de Junts (que dicen que es sensible a Cataluña, es decir, sensible al independentismo), anunció que permitirá el uso del catalán, el euskera y el gallego en el Congreso con efecto inmediato. Es un ejemplo más de que la lengua para los nacionalistas no es una herramienta comunicativa sino una herramienta del chantajismo nacionalista. Quienes proponen estas ideas (que van en contra del sentido común, hay quienes incluso desean que haya traducción simultánea en el Congreso y ponen el ejemplo de la UE), no piden solo reconocimiento sino un trato de favor.
En España el simbolismo con los nacionalistas, (los gestos que supuestamente hace el Gobierno central para reconocer la pluralidad del país) no es nunca solo simbolismo. Siempre es algo más; y ese algo más es a menudo un trato de favor, un privilegio fiscal, algún tipo de impunidad, una sobrerrepresentación. La idea de usar las lenguas cooficiales en el Congreso podría ser interesante si esas mismas lenguas no se hubieran convertido, por culpa de su politización, en herramientas de extorsión.