Milei es peronista
«El Peronismo lejos de ser una ideología como tratan de colocar algunos poco leídos analistas españoles, es fundamentalmente y sobre todo una forma de ejercer el poder»
Corría el año 1972 cuando el general Juan Domingo Perón, hasta entonces forzosamente exiliado en Madrid y bajo la protección de nuestro dictador Francisco Franco, se disponía a regresar a la Argentina aprovechando un periodo de breve permisividad cosmética orquestado por la junta militar golpista de turno, momento en el fue entrevistado por un periodista español sobre el marco político al que iba a tener que enfrentarse a su regreso:
– General, ¿cómo se divide el panorama político argentino?
– Mire, hay un 30% de radicales, lo que uds. entienden por liberales. Un 30% de conservadores y otro tanto de socialistas.
-Pero, general, ¿y dónde están los peronistas?
-¡Ah, no, peronistas son todos!”
Evidentemente exageraba el «general trabajador» cuando gambeteó al poco avisado periodista gashego con uno de sus celebrados requiebros dialécticos pero en realidad tampoco demasiado porque, al menos desde mi experiencia -y alguna tengo en este rubro- el peronismo lejos de ser una ideología, como tratan de colocar algunos poco leídos analistas españoles, es fundamentalmente y sobre todo una forma de ejercer el poder.
«El peronismo lejos de ser una ideología, como tratan de colocar algunos poco leídos analistas españoles, es fundamentalmente y sobre todo una forma de ejercer el poder»
Y es que, miren, aunque nos pueda parecer extraño por estos pagos, la trayectoria de este inclasificable movimiento de honda raigambre populista nos dice que a lo largo de la historia ha habido peronismos de todos (sí, todos) los colores amparados por la ductilidad ideológica del general-fundador de un movimiento que comenzó su sorprendente viaje hacia el poder proclamando su admiración por Benito Mussolini y Franco para más tarde dar cobijo -al mismo tiempo- tanto al marxismo cancherito de los montoneros como al fascismo asesino de López Rega y la triple A, todos ellos por cierto igualmente autoproclamados peronistas sin pudor alguno.
¿Un lío? Pues esperen, que no he acabado porque posteriormente y ya en democracia, también fueron peronistas con chorreras tanto el presidente Carlos Saul Menem, un firme creyente en la doctrina neoliberal que trató de aplicar las recetas de la escuela de Chicago a la economía argentina, como los también presidentes Néstor y Cristina Kirchner, apóstoles de, bueno, exactamente de lo contrario.
Y una vez eliminados los parámetros ideológicos, que como vemos no son útiles en este caso, ¿a qué podemos agarrarnos para tratar categorizar al peronismo? Pues evidentemente a sus formas de ejercer el poder, unas maneras que lo recorren transversalmente independientemente de la excusa ideológica de cada líder en concreto y que incluyen caudillismo, dogmatismo, populismo, escaso respeto por la división de poderes, polarización social e ideologización extrema de las acciones de gobierno.
Una descripción perfecta de Javier Milei.