Doce familias reciben los primeros restos del Valle de los Caídos: «Por fin se cierra la herida»

Las lágrimas de Fausto Canales simbolizan la victoria de la memoria frente al olvido. Después de casi nueve décadas, por fin ha conseguido recuperar los restos de su padre, asesinado por unos falangistas en agosto de 1936, en los inicios de la Guerra Civil. En la dictadura fueron trasladados sin permiso al Valle de los Caídos, donde los forenses han identificado a Valerico y a otras 11 personas fusiladas en Ávila durante los trabajos de exhumación iniciados en junio. Han sido entregados a sus familias este domingo en una ceremonia presidida por el ministro de Presidencia, Félix Bolaños.

«Para mí significa cerrar la herida», explica Canales a THE OBJECTIVE. Los siete vecinos de Pajares de Adaja, entre ellos su padre, han vuelto este domingo al municipio abulense de apenas 150 habitantes de donde les arrancaron un 20 de agosto de hace 87 años. Los descendientes de Flora Labajos, Celestino Puebla, Víctor Blázquez, Pedro Ángel Sanz, Emilio Caro y Román González también han recibido sus restos.

Estaban depositados en pequeñas cajas de madera cuadradas de color marrón con un adhesivo blanco que les identificaban. Los familiares han sido llamados uno por uno, bajo la sombra de unos árboles en el Parque de La Ermita de la Virgen de Rivilla, junto al cementerio de Pajares de Adaja. No cabía ni un alfiler. Los asistentes los han recibido con aplausos y algunos sollozos. Canales, visiblemente emocionado, se encontraba en primera fila.

Traslado al Valle de los Caídos

Los siete de Pajares de Adaja son las primeras víctimas del franquismo identificadas en las exhumaciones del Valle de los Caídos, que comenzaron en junio. Fueron fusilados de madrugada en una cuneta de Aldeaseca. Luego los lanzaron a un pozo, pero las autoridades franquistas les trasladaron sin permiso a Cuelgamuros en 1959. También han recibido los restos los descendientes de las víctimas de Navalmoral de la Sierra: Gregorio Pérez, Rito Martín y Raimundo Meneses. Otras dos cajas estaban sin identificar.

La intención del Gobierno era brindarles un homenaje. «Este acto hace a nuestro país más digno y, de alguna manera, repara a aquellas personas por la pérdida que sufrieron hace 87 años», ha reconocido Bolaños, que se ha comprometido a continuar reparando a las víctimas. La ceremonia comenzó a las 10.00 horas en el Parque de La Ermita, donde se erige desde 2004 un monumento con algunos restos que las autoridades franquistas olvidaron en la fosa de Aldeaseca.

Ha sido el lugar elegido por sus descendientes para depositar lo que queda de ellos. Los asistentes han dejado claveles rojos sobre el panteón mientras entonaban Al Alba, la canción de Luis Eduardo Aute. «No lo hemos olvidado. / No, no los hemos olvidado / porque sus muertes / forman parte de nuestra vida», rezaba un panel instalado en el recinto. Junto a esas palabras, las fotografías de las 10 víctimas identificadas. Y sobre ella, una imagen de los campos de Pajares de Adaja, donde trabajaban de sol a sol la mayoría de las víctimas.

La lucha de sus descendientes comenzó cuando averiguaron que los restos habían sido arrancados del pozo al que habían sido arrojados. Era la tónica habitual: el régimen recurrió a las fosas de los vencidos para completar el mausoleo que construyó Franco. Han tenido que superar diferentes trabas burocráticas y esperar casi nueve décadas para ofrecerles un entierro digno. Durante ese tiempo tuvieron que convivir con su verdugo (el dictador fue trasladado al cementerio de Mingorrubio en octubre de 2019).

Una sensación agridulce

«He pensado en mi madre, que se quedó viuda a los 30 años y se pasó llorando el resto de su vida (falleció en 2005, con 99 años). Y en mi hermano Victorico, que murió hace un año y no ha podido vivir este día», explica Canales tras recibir los restos de su padre. Reconoce estar «contento», aunque tiene una sensación agridulce. Su vida ha estado marcada por la ausencia de su progenitor, pero también por la de su madre, que le dejó en casa de los abuelos junto a su hermano para irse a servir.

Fausto Canales, de 89 años, tenía apenas dos cuando unos falangistas sacaron a su padre de la cama a punta de pistola en plena madrugada y lo subieron a la camioneta en la que se perdió su rastro para siempre. Valerico era jornalero, tenía 29 años y estaba afiliado a UGT. Ese fue su crimen. «Mi madre me contó que era muy honesto y responsable. Yo siempre he intentado seguir su ejemplo».

«No era consciente de que me había querido, de sus caricias. Ahora recupero la identidad. Para mí supone cerrar una herida», insiste Canales. Considera que la ceremonia de este domingo no solo es importante para quienes han recuperado los restos; lo es para toda la sociedad. «Es un acto de sanación de las heridas y sirve para profundizar en la democracia. Demuestra que se pueden hacer estas cosas sin venganza. Es un acto reparador».

Quienes no han disimulado su satisfacción han sido los hijos de Canales, que han arropado a su padre en la ceremonia. «Están muy contentos porque han recuperado a un abuelo. Y porque me han visto a mí luchar toda la vida». El punto de inflexión tuvo lugar en 1999. Canales se jubiló ese año y comenzó a tocar puertas, aunque se las encontró todas cerradas. Desde el Tribunal Supremo hasta la Audiencia Nacional pasando por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos.

Dos décadas de lucha

Su última esperanza era la exhumación del Valle de los Caídos, donde yacen 33.833 víctimas de ambos bandos, aunque solo 133 han sido reclamadas. Los trabajos para recuperarlos comenzaron el 12 de junio. Un equipo de 15 profesionales instaló un laboratorio en la basílica y comenzó a cotejar el ADN de los restos con muestras de los familiares. El 5 de julio, el ministro Bolaños llamó a Canales para darle la buena nueva: «Lo hemos identificado». Dos décadas de lucha obtenían su recompensa.

Los restos de Valerico Canales estaban en la cripta del Valle de los Caídos. Se encontraban en el columbario 198, junto al resto de las víctimas reparadas este domingo. El nieto de Emilio Caro, Pedro Ángel Sanz, fue el encargado de contarle a su padre Evelina que por fin habían encontrado a su padre. Ella tenía solo cinco años cuando lo asesinaron. No obstante, su otro abuelo no ha sido aún identificado.

«Queremos compartirlo con todas las víctimas, porque este duelo es nuestro duelo, pero también es un duelo universal» ha señalado Juan Luis González, nieto de Román González. En declaraciones a EFE ha recordado que «los asesinaron a sangre fría a bocajarro con un tiro en la nuca. Era gente humilde, trabajadora, comprometida con su clase, gente del pueblo. Y estamos orgullosos de ellos».

Un centenar de familias siguen esperando para recuperar a sus parientes enterrados en el Valle de los Caídos. Algunos, como Manuel Lapeña, han fallecido sin cumplir su sueño. Tras décadas de silencio, este aragonés allanó el camino al interponer la primera denuncia para sacar a su padre y a su tío de Cuelgamuros. Luego se adhirieron otras víctimas. Sin embargo, los trabajos se demoraron por el recurso de una asociación que intentó entorpecer las exhumaciones.

«Deben tener esperanza», les anima Canales. En su opinión, el equipo que trabaja en el Valle de los Caídos, entre los que se encuentra el forense Francisco Etxeberria, está logrando excelentes resultados. «No digo que consigan devolver los restos a todas las familias, porque eso depende de las condiciones». Los técnicos reconocen que muchas tumbas han estado expuestas a la humedad y que eso dificulta la recuperación e identificación de las víctimas.