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Venían a salvarnos

«En los últimos ocho años ha habido en España más investiduras fallidas que exitosas, y la mitad de las legislaturas han sido incapaces de arrancar»

Opinión

El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez. | Europa Press

  • Joaquín Leguina. Villanueva de Villaescusa (1941). Nací en el año del hambre, pero lo hice en la tahona de mi abuela Pilar. Estudié el bachillerato con los curas escolapios en Santander y la licenciatura en CC. Económicas en Bilbao. Después fui becado en la Sorbona, donde obtuve dos master y un doctorado. También me doctoré en la Complutense. Más tarde saqué la oposición a Estadístico Facultativo del INE (hoy Estadístico Superior) y como tal trabajé para la CEPAL en Chile, donde me pilló el golpe de Estado de Pinochet.
    He sido profesor en la Complutense y concejal en el Ayuntamiento de Madrid. Y diputado nacional. Ah, se me olvidaba (hace ya tanto tiempo), también he sido presidente de la Comunidad de Madrid durante doce años. He escrito novelas, relatos, ensayos y cientos de artículos en variados periódicos y revistas.

Con la política económica impuesta por Alemania a toda la Unión Europea tras la crisis de 2008, nacieron en España algunos grupos políticos en el centro (Ciudadanos) y en la extrema izquierda (Podemos) que pretendían acabar con el «maldito bipartidismo» y también (caso de Podemos y compañía) con la Constitución del 78. El resultado fue que ellos desaparecieron del mapa en 2023 pero dejaron una inestabilidad política nefasta. Hagamos un pequeño repaso de la mano de Ignacio Varela.

Desde 2015 ha habido que repetir dos veces las elecciones generales y, quizá, vamos hacia la tercera. Cada vez que fuimos a las urnas, los españoles no supimos votar al gusto de los partidos políticos y estos nos obligaron a regresar a las urnas. De hecho, en 2016 nos libramos en el último minuto de que nos hicieran votar por tercera vez. Para evitarlo se produjo la caída transitoria del líder del PSOE, que —en términos de Varela— pasará a la historia como fundador del movimiento noesnoísta, que ha envenenado la política española durante los últimos ocho años. 

En el periodo de vigencia de este régimen (el nacido en 2015), esta es ya la quinta legislatura; ninguna de ellas logró terminar normalmente su ciclo y dos —que podrán ser tres— murieron nada más nacer. Si finalmente este Parlamento no es capaz de elegir un presidente del Gobierno y hubiera que volver a votar el 14 de enero, España sumaría 728 días de bloqueo. Aplaudamos el éxito que representa la colección de investiduras fallidas: Sánchez en 2016 y 2019 y Rajoy, además de aquel renuncio insensato, una vez en 2016 y otra en 2019. Hasta en cuatro ocasiones un Congreso recién elegido rechazó al candidato propuesto por el jefe del Estado y es posible que el intento de Feijóo sea el quinto, y ya veremos lo que sucede si concurre Sánchez. En conclusión: en los últimos ocho años ha habido en España más investiduras fallidas que exitosas, y la mitad de las legislaturas han sido incapaces de arrancar. 

«Caso de asumir la propuesta separatista, Sánchez contaría con el apoyo impagable de un Constitucional a cuyo frente ha colocado a Conde-Pumpido»

Y ahora puede venir lo peor, pues Sánchez, que acaba de perder las elecciones, tiene amarrado el no a Feijóo de los separatistas catalanes, vascos y gallegos quienes, naturalmente, confían más en Sánchez para vaciar hacia ellos y sus compinches las arcas del Estado y —lo que es más grave— destruir la Constitución en asuntos tales (eso han anunciado) como una anticonstitucional amnistía o un referéndum hacia la independencia para destruir «la patria común e indivisible de todos los españoles».

Y en esa apuesta, caso de asumir la propuesta separatista, Sánchez contaría con el apoyo impagable de un Tribunal Constitucional a cuyo frente ha colocado a Conde-Pumpido, personaje que parece tener una manga tan ancha como para que por ella entren las patas de un elefante. Ese elefante que entrará en el Estado como en una cacharrería. En palabras de Varela, «lo único seguro en esta apoteosis del absurdo en que ha degenerado el régimen de 2015 es que el próximo Gobierno de España depende exclusivamente de que Sánchez se preste a apañar con Puigdemont algo que deje abierta, aunque sea retóricamente, la puerta de la secesión y una ley de punto final para todos los delitos cometidos en Cataluña al calor del golpe institucional de 2017, incluidos la malversación, el vandalismo callejero y centenares de actuaciones prevaricadoras. Una ley de punto final que, por cierto, una vez abierto el melón, no tardaría en ser reclamada en términos parecidos para los llamados presos vascos. A la luz de los argumentos que se manejan estos días en el oficialismo, no habría motivo para negarla».

4 comentarios
  1. Ricarditus

    Me gustan sus artículos Sr. Leguina. Ponen negro sobre blanco, los temas que usted trata.
    Como Sánchez retuerza la constitución para salirse con la suya. Vamos a estar pagando indemnizaciones a los asesinos y extorsionadores vascos hasta el fin de los tiempos.
    Dios qué país!

  2. PresuntoImplicado

    Según los fachas asquerosos como este Leguina, los españoles sóloa ciertan cuando votan facha. Pues no es así, y los españoles llevan años diciendo NO a la dupla fascista del PPOX, a ese contubernio de lo más retrógrado y sinvergüenza que ha visto este país en siglos de historia.

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