Mucho más que cuatro votos
«El mandato de investidura que el rey Felipe VI otorgó en favor de Feijóo le ha salvado de tener que afrontar una seria crisis de liderazgo dentro y fuera del PP»
Feijóo dejó su tranquilidad en Galicia para venir a Madrid a resolver los problemas internos del Partido Popular y convertirse en el siguiente presidente del gobierno de España. Al frente del Partido Popular ha hecho lo que teóricamente tenía que hacer para ser el siguiente presidente a Pedro Sánchez. Cuando llegó, Pablo Casado ya había convertido al Partido Popular en el único referente político del centro derecha y en la única alternativa posible al sanchismo. Feijóo trajo la paz interna dentro del partido y con ese clima consiguió una rotunda victoria en las elecciones municipales y autonómicas. Además, ganó las elecciones generales superando los ocho millones de votos, un incremento de más de tres millones respecto a las últimas generales, llegando hasta los 137 escaños. También logró la mayoría absoluta en el Senado. Pero en este momento sus probabilidades de ser el próximo presidente de España son prácticamente ninguna con tendencia a cero. Matemáticamente sólo le faltan cuatro votos, políticamente le falta mucho más.
En una situación de urgencia como la que vive el Partido Popular el error siempre es caer en la fácil hiperactividad para que, sea como sea, resolver la matemática: cuatro votos. Pero si el diagnóstico es que la posibilidad de nuevas elecciones o de pasar a la oposición, en una legislatura que sería muy corta, es muy superior, lo que Feijóo debería hacer es aprovechar este mes en el que tiene todos los focos iluminándolo, para trabajar el «mucho más» que políticamente le falta para ser investido presidente del gobierno.
Después del importante acto político celebrado en el Castillo de Soutomaior ya tiene el apoyo interno de los barones, de su ejecutiva —faltaría más— y el respaldo del partido representado en los más de 1.500 cargos y militantes que lo acompañaron el domingo.
El problema lo tiene en la percepción exterior. Ganar las elecciones y no poder formar gobierno es normal que provoque dudas y reflexiones sobre la figura de Alberto Núñez Feijóo, el equipo, la organización del partido, la forma de hacer la campaña, la estrategia del partido e incluso la forma de hacer política.
El discurso que Núñez Feijóo va a pronunciar ante el Congreso y la sociedad, que previsiblemente no le otorgará la investidura, es el más importante de todos los que ha pronunciado en su vida política. De ese discurso dependerá todo su futuro político. Como presidente del gobierno, como inicio de la campaña por la repetición de elecciones o como pilar fundamental de lo que será el liderazgo de la oposición. Ese discurso también podría ser el detonante de su salida de la política.
Por eso es muy importante que piense e interprete, al margen de palmeros, por qué está en la situación en la que se encuentra y cómo cambiar la percepción de una sociedad que le ha puesto en esta tesitura. No puede ser que después del 23-J se insista en más de lo mismo.
«No existe un discurso propio de valores políticos modernos de libertad y progreso asociados y vinculados al Partido Popular»
Alberto Núñez Feijóo no tiene un discurso de propuesta positiva que motive a la ciudadanía. Y si lo tiene no ha llegado. Las claves de su política son derogar el sanchismo, eliminar sus leyes y terminar con la división y el enfrentamiento entre españoles. No es que sean necesarias esas medidas, es que son imprescindibles. El problema está en que no se conoce ni una sola propuesta ilusionante, alternativa y nueva para todo aquello que quita. Ese discurso de Feijóo tiene la respuesta eficaz para el PSOE de que «Feijóo quiere derogar todo el progreso».
El Partido Popular, con razón, vende capacidad de gestión. Pero, ¿hay algo más? ¿Cuál sería su diferencia si llegara un PSOE que sepa gestionar? Falta hacer cultura política. No hay establecido un marco ideológico claro. No hay discurso político. La sociedad está transformándose y con ello las ideologías y los valores sociales. No existe un discurso propio de valores políticos modernos de libertad y progreso asociados y vinculados al Partido Popular.
Es hora de olvidarse de los demás y de pensar internamente. Pensar quizás sea pedir demasiado pero hay que tener conciencia de que el 26 de septiembre empieza una nueva etapa. No se entiende que «el diálogo con todos, excepto con Bildu» sea un valor político.
Las razones del veto a Bildu antes eran obvias. Ahora lamentablemente no es así para mucha gente desde que Sánchez ha blanqueado al brazo político de ETA, que ya no existe como organización terrorista y que se ha convertido en el socio leal y fiel del PSOE. Es lamentable tener que recordar que ETA no fue derrotada, que cesó en su actividad, por las contrapartidas ofrecidas por Zapatero y Rubalcaba, y que continúa su política celebrando homenajes a los terroristas asesinos, cuando no, publicando un cartel con la imagen de Santiago Abascal recibiendo un tiro en la nuca en las fiestas populares del País Vasco.
JxCat es liderado por un prófugo de la justicia, un golpista que públicamente ya ha puesto encima de la mesa sus condiciones. ¿De qué se puede hablar con él? Mientras JxCat esté liderado por Puigdemont solo cabría hablar con él «del color de los barrotes» como decía Gregorio Ordoñez respecto al diálogo con HB y ETA. Ordóñez no es una mala referencia para seguir como modelo político. Con un discurso claro, centrado, realmente transversal, sin ceder a las modas y las tendencias, logró llevar al PP a ser la primera fuerza, en aquel San Sebastián en las Europeas del 1994, en las municipales de 1995 — ya asesinado— y hasta en las generales de 1996.
El diálogo con Junts es muy «PP-pop», agrada a la izquierda, pero desconcierta al electorado. El Partido Popular debe establecer un marco político amplio pero no infinito. Y su personalidad política no puede construirse mirando hacia la derecha, mirando hacia Vox. Su posición política debe construirse mirando al centro, mirando al futuro. No pendiente de todas partes.
«La investidura es la oportunidad para generar ilusión y arrastre. Una obligación en un partido que aspira a ser gobierno en un muy corto periodo de tiempo»
Un error que ya no se puede corregir es cómo se han gestionado los pactos autonómicos y municipales. La inexperiencia de Génova en la materia ha quedado de manifiesto. Con Vox se ha hecho mal. Con el PNV mucho peor. Les acaba de entregar las alcaldías de Vitoria y San Sebastián además de la Diputación de Guipúzcoa y la respuesta del PNV hoy es que «no se pueden abstener por el vínculo del PP con Vox». Es evidente que al PNV ese vínculo no le importaba cuando recibía del PP el poder de alcaldías y diputaciones. No creo que haga falta recordar en Génova que el PNV es capaz de, en el mismo día, apoyar unos Presupuestos Generales del Estado y por la tarde apuntarse a una moción de censura contra ese gobierno. Por eso, es verdad que podrían abstenerse. Pero sólo lo harán si les interesa a ellos. Con el PNV, en el que hay varias corrientes, se puede hablar, pero nunca se les ocurra ir a por sus cuatro votos. Les desgastarán, humillarán y les dejarán en ridículo público.
Este mes en el que todos los focos miran a Feijóo, el Partido Popular debería ser una máquina de generar propuestas e ilusión. No puede seguir siendo el partido que responde a la agenda que le marca el sanchismo. Igual que no tiene que mirar a la derecha, no tiene que mirar a la izquierda. Tiene que mirar dentro y sacar lo mejor que tenga y todo aquello que pueda aportar. La investidura es la oportunidad para generar ilusión y arrastre. Una obligación en un partido que aspira a ser gobierno de España en un muy corto periodo de tiempo.
Feijóo representa todo lo contrario de lo que es Pedro Sánchez. Tiene el perfil personal y político que necesita España en un momento como el actual. Es evidente que tiene que hacer algo más de lo hecho hasta ahora para que más ciudadanos se den cuenta y esa percepción se convierta en votos en las próximas elecciones. ¿Cuándo? Pronto. Pero en muchas tareas va con retraso.