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Pilar Cernuda

Melancolía

«Son escasos los políticos con cabeza de Estado, y duele especialmente porque se ha cortado el paso a muchos que lo fueron y que resultaban incómodos»

Opinión
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Melancolía

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Escucho decir a Isabel Rodríguez que lo que exige Puigdemont «está en las antípodas» de lo que defiende el Gobierno, y me invade la melancolía. 

La palabra de la portavoz no vale nada, como desgraciadamente ocurre con la palabra del presidente y de gran parte de sus ministros. También me invade la melancolía al saber que la ponente del Tribunal Constitucional que informará sobre el recurso que ha presentado el PSOE para que se repita la revisión de los votos considerados nulos en Madrid —pretende Sánchez no depender de los votos de Junts— será Laura Díez, que ocupó un alto cargo con Sánchez en Moncloa. A lo mejor actúa con la obligada imparcialidad, pero es tanto lo que hemos visto los últimos años sobre la escasez de esa obligada imparcialidad en instituciones del Estado, que es inevitable que nos invada la duda. 

La mañana de este pasado martes no solo habló Isabel Rodríguez, sino que se produjeron importantes declaraciones de Felipe González, de Feijóo, de Puigdemont y de Otegi.

González, donde Alsina, confesó que había votado al PSOE en las pasadas generales, pero que le costó más que en ocasiones anteriores. No se puede expresar más decepción con menos palabras. Defensa a ultranza de la Constitución de un socialista que no renuncia a sus principios, explicación minuciosa y muy gráfica de lo que significa la amnistía —que rechaza de plano precisamente por lo que significa— y una visión de España hecha por un estadista de larga trayectoria. Son escasos los políticos de hoy con cabeza de Estado, y duele especialmente porque se ha cortado el paso a muchos que lo fueron y que resultaban incómodos a los que ahora se han hecho con el poder. 

Ante el desafío de Puigdemont qué menos que que el presidente de Gobierno saliera para pararle los pies, porque estamos ante un chantaje inadmisible, empezando por la mencionada amnistía a la que ha añadido el calificativo de «completa», más el referéndum para alcanzar una república independiente —el expresidente de la Generalitat ha sido generoso y lo deja para la segunda fase—, y políticas fiscales que suponen más dinero para los catalanes y unilateralidad para la toma decisiones. 

«Hay revuelo interno en Génova desde que Feijóo anunció su intención de reunirse con todos los partidos, excepto Bildu, para hablar sobre la investidura»

Un Otegi crecido, a las habituales exigencias añadía una que hacía un tiempo que no se escuchaba en boca de antiguos simpatizantes de ETA o miembros de ETA: la creación de Euskal Herria, con las tres provincias vascas actuales, más Navarra, más las dos provincias vascas francesas. ¿No merecían los desafíos de este martes que Pedro Sánchez saliera a la palestra? ¿Qué tiene que pasar para que el presidente considere que debe parar los pies a los que le someten a chantaje, y tranquilizar así a los ciudadanos que ven que la España del sanchismo va directa al despedazamiento y al triunfo de quienes no se sienten españoles?

Feijóo, donde Herrera, ponía pie en pared ante las exigencias de independentistas, peneuvistas y Bildu, y eso que lo hizo antes de que Puigdemont y Otegi anunciaran las condiciones que pondrían a los candidatos a presidentes para salvar su investidura. Nada más escuchar a Puigdemont ,el presidente del PP pidió atril en la sala de prensa del Congreso: retiraba su oferta a Junts para dialogar —ya había dicho los últimos días que dialogar no era negociar lo innegociable— porque, dijo, nadie de su partido iba a sentarse a hablar con personas que exigían lo que el PP no aceptaría bajo ningún concepto. Era perder el tiempo. 

Dicen, pero no me lo confirma nadie del PP con mando en plaza, que hay revuelo interno en Génova desde que Feijóo anunció su intención de reunirse con  todos los partidos, excepto Bildu, para hablar sobre la investidura. Me cuentan que no es exactamente así porque Feijóo ha explicado hasta la saciedad cuáles eran los límites que no pensaba traspasar de ninguna manera, y saben en el PP que Feijóo no engaña. Me cuentan, sin embargo, que hay personas en el PP de Cataluña que efectivamente no están muy contentas con el presidente del partido, porque ha hecho de menos al presidente regional Alejandro Fernández, y porque se mueve más en las alturas empresariales que donde debe moverse un buen político, la calle. Lo apuntaba también en un artículo de imprescindible lectura, en El Mundo, Cayetana Álvarez de Toledo, una de las cabezas más lúcidas del PP, que merece que le hagan caso de vez en cuando. No es inteligente discriminar al que discrepa. El servilismo no conduce nunca a nada bueno.

Y no digamos a dónde conduce renunciar a las líneas rojas marcadas de antemano, asociarse con lo peor de cada casa o permitir que una vicepresidenta negocie en Bruselas con un prófugo de la Justicia española.

Melancolía. Debe ser cosa de la edad. En la hoy tan denostada Transición no se admitían estas cosas. 

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