Reflexiones sobre la tercera España
«La Tercera España nunca ha existido ‘de facto’, aunque sea un sentimiento muy poderoso en muchas personas»
Que un partido nuevo se llame ‘Tercera España‘, aunque la verdadera Tercera España deba ir más lejos que ser un partido, demuestra uno más de los errores de Sánchez, el lugar al que han abocado sus relaciones y sus camandulerías, que no es sino haber aumentado -y mucho- la cesura, el corte entre las dos Españas. Él mismo usa dos términos ya viejos y de nada preciso significado: facha y progre. Quien no es progre es facha y viceversa. Distinción tan simplista que no habla de la altura intelectual de quien la usa, sino de un más o menos preciso afán de denuesto, cuando no llanamente de insulto. Facha y progre eran términos usuales entre los estudiantes politizados de la Universidad de 1970. Con 19 o 20 años los oías a diario, como ahora.
Pero, hoy los usan políticos de talla (o eso se supone) y, entonces, sólo jóvenes con ansias de cambio, que estallaban en el mitin, aún con Mao y Ché Guevara… En este camino el lado mitinero y hasta inmaduro de «Podemos» y de «Sumar» después, no hace bien, porque todo parece quedar solucionado llamando facha al de enfrente y cerrando puño en alto el discurso. Las dos Españas se dejan ver más cada vez y eso no es bueno por ningún lado.
«La Tercera España nace del desengaño y cobra forma en las personas, no en las estructuras, hacia el final de la Guerra Civil»
Publiqué en enero de 2021 (Athenaica, Sevilla) un librito titulado Añoranza y necesidad de la Tercera España, que por supuesto no hablaba de un posible partido político -aunque lo tenga a bien- sino de un territorio mucho más amplio. Como posibilidad real frente a las «dos Españas», cuya génesis puede remontarse muy atrás en el tiempo, la Tercera España nace del desengaño y cobra forma en las personas, no en las estructuras, hacia el final de la Guerra Civil, entre quienes soñaron (y deseamos hoy) una nación alejada de los extremismos.
Si pensamos en la triste Guerra, inevitablemente, vemos cuantos no quería el nacionalcatolicismo fascistoide de Franco, pero tampoco lo que fue desde casi los inicios de la contienda una República que iba a ser soviética y stalinista. La República de 1931 ya no existía -fuera de escasos formalismos- en la República de 1937. El propio presidente Azaña (tan odiado por los franquistas) el lúcido autor del discurso «Paz, piedad y perdón», en ese mismo 1938, le contesta a un corresponsal de su propio partido: «No creo que a estas alturas ganemos ya la guerra, pero si eso ocurriese, usted y yo tendríamos que tomar el primer barco que saliera…» Luis Cernuda fue, de entrada, ferozmente fiel a la República -algo natural de inicio- hasta que terminó viendo todas las barbaridades. Y así, si habló (refiriéndose a la España de Franco) de «ese país en el que hoy regentea la canalla», también dijo: «Oías a medianoche/ el ascensor, subiendo/ al piso donde algún sacripante del Partido/ subía por nueva víctima».
Ortega ni fue franquista ni comunista. JRJ bien pudo haber regresado entre lauros a la España vencedora, pero no lo hizo, aunque sintiera lejos y ajeno el ámbito soviético o semejante. Igual Rosa Chacel o incluso María Zambrano, fiel a la República, pero nunca stalinista… La Tercera España nunca ha existido «de facto», aunque sea un sentimiento muy poderoso en muchas personas que sienten -sentimos- que eligiendo entre «rojo» o «azul» no se irá muy lejos.
Son pinceladas de quienes no comprenden «dos Españas» y más que probablemente en una «tercera» hagan entrar muchas más, varias, desde luego, pero cohesionadas. Ya en el XVII áureo se hablaba de «las Españas», pero en 1714 el «conseller» Casanovas no luchó por la independencia de Cataluña, gran disparate, sino por defender los fueros de Aragón y Cataluña que los Austrias respetaban y los primeros Borbones, centralistas (como en Francia) no.
España ha sido, sin duda, un gran país, pero algo más peculiar que otros y tal vez por eso los que han postulado, aún en la mente, una Tercera España, sólo busquen -busquemos- un país más normalizado, aunque siga siendo singular, porque ello es a la postre positivo. Y se trata de saber convivir con el otro, de respetarlo -aunque obviamente se disienta-nunca de pretender aplastarlo. En España se quiere, con mala frecuencia, aplastar o liquidar al otro, al diferente, al contrario, en realidad se trata de convivir con lo diverso, pero sintiendo el país (que con sus tropiezos) debemos a la Historia, ser el país plural de la armonía, no querer deshacer ese legado. Una Tercera España es una España plural, desde luego, pero es lo que la historia ha hecho. Por eso no vale cualquier pacto, ni es socialista cabal proponerlo.
España es muchas en una, y todas cuentan haciendo, no derribando. Octavio Paz sobre España: «Ningún pueblo ha confesado con tanta entereza sus culpas y ninguno con más desesperación ha enseñado sus llagas». Lo hicimos. Toca el equilibrio, uno, plural y civilizado. Los independentistas no lo entienden. ¿Y Pedro Sánchez?