Un comité norcoreano y una pregunta trampa
«El mismo 23 de julio por la noche, Sánchez supo que, de nuevo, todo lo que venía diciendo hasta ese día lo iba a incumplir. Ya le había pasado antes y no era algo que le quitara el sueño»
Nunca Pedro Sánchez ha reunido el comité federal del PSOE para escuchar voces disonantes con esa línea oficial del partido que marca él reunido a solas consigo mismo. No es que le den miedo esas voces. Ya se ha encargado durante su mandato de exterminar esa pluralidad y autocrítica que ha existido durante décadas en los distintos órganos socialistas. Ya sufrió una vez una rebelión y nunca más permitirá, sin consecuencias, una voz disonante. Todas desaparecen en Ferraz. Sólo algunos barones que siempre amagaban y luego callaban han emitido en el pasado alguna nota más alta. De ellos hoy sólo queda un Emiliano García-Page, el único que sobrevivió con mayoría absoluta en las últimas elecciones en Castilla-La Mancha, y que se puede permitir mantener encendida la antorcha de la libertad de expresión. El único que ha negado la amnistía. El único que no ha aplaudido a Sánchez. Pero también el que a pesar de todo, avisa que sus diputados seguirán apoyando a Sánchez en el Congreso.
La última vez que se convocó en el PSOE el comité federal fue tras las elecciones autonómicas y municipales de mayo que supusieron la gran debacle socialista. Sánchez no lo hizo para escuchar ni quejas ni lamentos, sino para explicar la convocatoria anticipada de elecciones generales en julio. Se la jugó y ganó por sus aciertos y por los manifiestos fallos de un Alberto Núñez Feijóo que permitió que las negociaciones autonómicas con Vox fueran las protagonistas de la campaña electoral. Lo que le costó la mayoría absoluta.
El mismo 23 de julio por la noche, Sánchez supo que, de nuevo, todo lo que venía diciendo hasta ese día lo iba a incumplir. Ya le había pasado antes y no era algo que le quitara el sueño. Su futuro dependía de un prófugo en Waterloo que además le tenía ganas. No le asustó lo que sabía que iba a pedir: amnistía para él y los suyos y para centenares de colaboradores en el golpe del 17. Y no es sólo ya la amnistía. Según han avanzado las semanas el nivel de chantajes ha subido. Desde un compromiso, incluso por escrito, de la celebración de un proceso que termine en un referéndum para la autodeterminación a consideraciones preventivas de que al final la ley pueda revocarse por cualquier gobierno o parlamento en el futuro. Por supuesto que ni ERC ni Carles Puigdemont van a olvidar exigir una sobrefinanciación de Cataluña. Siguen a la espera de lograr mediadores internacionales o al menos relatores al estilo chavista (ahí suena Rodríguez Zapatero). En la lista de humillaciones pronto veremos la de que España pida perdón oficialmente a los golpistas en las instituciones europeas.
Sánchez todo lo asimila y lo traga. Su enfermiza adicción al poder todo lo asimila. Y ha creado una casta a su estilo. Dirigentes socialistas que le deben el cargo y a los que pide fidelidad por encima de todo. Estos cargos ya han visto que Sánchez se comporta con el capricho de un líder norcoreano y por eso ha conseguido componer un comité federal al estilo norcoreano. El que tenga voz o pensamiento discrepante se calla porque sabe que será su muerte política o que tendrá que pasar un largo espacio de tiempo en un proceso de reeducación «sanchista».
Ese es el comité que ha escuchado a Pedro Sánchez decir por primera vez en tres meses que él defiende la amnistía. Y lo ha hecho en un tono salva patrias digno de los populistas que confunden sus intereses con los de España. Dice que lo hace «en el nombre de España, en el interés de España, en defensa de la convivencia entre españoles». Que por eso defiende ahora la amnistía en Cataluña. Y como es un líder comprensivo y para dejar algo de dilatación en la rigidez mental de los abducidos, reconoce que no lo tenía previsto ahora, sino más tarde. Gran consuelo.
Miente Sánchez porque no dice la verdadera razón. Y esa no es otra que necesita los votos de Junts y de ERC para seguir en el poder. No lo hace en nombre de España. Lo hace en nombre de Pedro Sánchez. Sólo de Pedro Sánchez. Y en su viaje, visto lo visto en Ferraz, tiene la comprensión de todos los cargos públicos y políticos que dependan de él en su nombramiento o mantenimiento en la poltrona.
«Sánchez todo lo asimila y lo traga. Su enfermiza adicción al poder todo lo asimila. Y ha creado una casta a su estilo. Dirigentes socialistas que le deben el cargo y a los que pide fidelidad por encima de todo»
Miente porque dice que Cataluña está preparada para el reencuentro total. Y aquí lo hace doblemente. Por un lado, la gran mayoría de los ciudadanos catalanes no votan ya mayoritariamente a partidos independentistas y no están en confrontación. Y miente también, porque son justamente los partidos independentistas los que no están preparados para el reencuentro. No solo no se arrepienten del golpe, sino que exigen que se formalice por el Gobierno que no fue delito. No queda ahí. Alardean de que lo volverán a hacer. Nunca han renunciado al unilateralismo. Nunca. Y aunque lo hagan de forma más o menos obligada por los acuerdos, no serán creíbles. Ellos lo saben y nosotros también.
Y lo malo es que Sánchez también lo sabe. Pero le da igual con tal de seguir en la Moncloa. Sabe que es cierto lo que dicen desde Junts y ERC. Lo volverán a intentar. Incluso a saber la deriva en la lista de chantajes de Bildu y el cada vez más confundido PNV. Sánchez está abriendo un proceso que implica la invalidez de nuestras leyes, de nuestros tribunales, de nuestra separación de poderes y está destruyendo la igualdad de los españoles ante la ley. Nada en España seguirá conservando un sentido justo en el reparto de inversiones o financiaciones. Sánchez vende el alma del estado democrático, social y de derecho por un puñado de votos.
Ahora se escuda detrás de una pregunta a sus militantes llena de trampas. «¿Apoyas el acuerdo para formar un gobierno con Sumar y lograr el apoyo de otras formaciones políticas para alcanzar la mayoría necesaria?». La pregunta esconde por elevación, pero sin explicitar, que se esté de acuerdo con todo lo que haga falta para esos acuerdos con otras fuerzas, pidan lo que pidan. Cuando se pregunte a la militancia pocos serán los que asuman que en esos pactos está incluida la amnistía y pronto una consulta sobre la independencia de Cataluña.
Afirma Pedro Sánchez que el PSOE pertenece a sus militantes. Que la militancia del PSOE es ejemplar, soberana y autónoma. Y que nunca le ha fallado. Pero todos sabemos que él es el que decide la forma de manifestarse y de responder de la militancia con una pregunta tan tramposa. Es él el que decide cuando hay primarias y cuando no. Y cuando hay preguntas escudos y cuando no.
Les está pidiendo que acepten y aplaudan mansamente todos los chantajes de los independentistas. Está pidiendo a esa militancia que avale que no habrá castigo legal cuando lo vuelvan a intentar. Que se financie más a las comunidades autónomas más ricas como Cataluña o el País Vasco por encima de las regiones más desfavorecidas de España. Pero no les explica que su líder y su partido se pasarán cuatro años chantajeados en cada propuesta o proyecto de ley que se intente negociar. Porque siempre van a necesitar sus votos.
La militancia del PSOE puede decidir lo que decida, que es libre y soberana. Pero haría mal en olvidar a los votantes socialistas y en olvidar a todos los ciudadanos españoles que quieren seguir siendo iguales ante la ley.