¿Por quién me toma?
«A veces te llegan breves filmaciones o transcripciones de otros que responden a preguntas incómodas con improvisado ingenio o una ocurrencia»
A veces te llegan breves filmaciones o transcripciones de situaciones en las que ves envueltos a otros que se salen de ellas con elegancia o con gracia, o de preguntas incómodas a las que responden con improvisado ingenio o una ocurrencia fulgurante. El gran especialista en éstas es quizá Félix de Azúa, del que me gustan mucho todos sus libros, y algunos muchísimo, pero más todavía me deleitan sus entrevistas, quiero decir las que le hacen, pues cada respuesta es imprevisible e ingeniosa, un castillo de fuegos artificiales. Debería aprendérmelas de memoria, para usar alguna cuando me pidan mi opinión sobre lo que sea.
Recuerdo con placer a Borges cuando estuvo de visita en la feria del libro de Barcelona y una periodista le abordó en estos términos: «Maestro, ¿puedo hacerle una pregunta un poquito indiscreta?», a lo que el escritor respondió: «Usted pregunte lo que quiera, señorita, que yo tengo respuestas que se adecúan a cualquier pregunta». ¡Grande! Borges bien podía haberle dicho a la periodista que se fuera por ahí, o que toda pregunta puede ser considerada indiscreta, pero prefirió darle esa respuesta, en la que se sobreentendía la advertencia de que su curiosidad quedaría defraudada.
Diálogos así, en los que se manifiesta un nivel superior de, cómo calificarlo, de humanismo, una reserva suplementaria de entendimiento humano, resultan estimulantes. Se agradecen.
Aunque menos ilustrado y elíseo que él, el famoso cantante Bisbal me alegró hace unos meses cuando unos admiradores le abordaron en un garaje, mientras se dirigía su coche, pidiéndole hacerse una foto con él.
Legítimamente hubiera podido mandar a paseo, o resignarse al tributo con cara de fastidio, pero en vez de eso les dijo en tono animoso la hoy ya célebre frase: «Lo primero de todo, ¿cómo están los máquinas?… ¿Todo bien? Venga, vamos a echar una fotillo». Demostrando un plus de paciencia y cordialidad que le honran, y ganándose la simpatía de muchos, incluidos algunos que, como yo, nunca han escuchado su música.
A veces también recuerdo con gusto las réplicas ingeniosas aunque sean hostiles o ácidas, como la de Bob Dylan cuando se presentó en su camerino Peter Grant, que gestionaba la banda roquera más famosa entonces, a principios de los 70, y le dijo: «Hola, soy Peter Grant, el manager de Led Zeppelin», a lo que Dylan respondió: «¿Vengo yo a contarte mis problemas?» Grant hubo de quedar descolocado. Desde que conocí la anécdota espero la ocasión propicia para copiar la ingeniosa y despectiva réplica, pero no se presenta.
«Responder con otra pregunta a la pregunta que acaban de hacerte puede ser sólo un recurso retórico»
El otro día el expresidente Felipe González tuvo un momento de estos cuando una nube de periodistas le rodeaba cuando se dirigía al Congreso, preguntándole su opinión sobre la amnistía, con la que ya ha manifestado reiteradamente su desacuerdo. La víspera se había hecho pública la foto de Santos Cerdán, estrecho colaborador del presidente del Gobierno, negociando en Waterloo el apoyo del fugado Puigdemont a la investidura de aquel a cambio de la amnistía a los golpistas, los trenes de Cercanías, una quita de 15.000 millones de euros y algunas otras componendas.
González acudía al Congreso a presenciar el acto de la jura de la Constitución por la princesa Leonor, y refiriéndose a ello intentaba desviar pelotas fuera y escurrirse de las preguntas de los periodistas, micrófono en mano, sobre esas negociaciones. El diálogo, como quizá recuerde el lector, fue así:
-¿Qué le parece la foto de ayer de Santos Cerdán y Puigdemont?
Sonriéndose, respondió Felipe González:
-Muy guapos.
-Parece que el día de la amnistía está ya próximo…
Sin dejar de sonreírse, respondió F.G:
-Hoy… hoy es el día de Leonor.
–¿Qué le parece la foto de ayer en Bruselas?
-¿Otra vez?… Que quedaron muy apropiados.
Risas… Señala el ex presidente que no va a responder más preguntas para «no estropear el día» de la princesa, y que hace 37 años él estuvo allí, en el Congreso, en la jura de Felipe VI. Y entonces va uno y le pregunta:·
-¿Usted se hubiera hecho esa foto?
Hasta entonces había intentado F.G. zafarse, mediante la ironía y otros subterfugios, de la descalificación a la dirección de su partido, pero cuando las preguntas entran en lo personal no es tan fácil contenerse, o no quiere uno que haya ambigüedades. Se le borró la sonrisa de la cara, envió al informador una de sus miradas fulminantes, marcó una pausa y respondió:
-¿Por quién me toma?
Responder con otra pregunta a la pregunta que acaban de hacerte puede ser sólo un recurso retórico; pero en este caso fue todo lo elocuente que podía desear el periodista. Por quién me toma o sea la duda ofende. Celebro la respuesta como una forma ingeniosa, lacónica y elegante de distinguirse de algo que implícitamente definía como vergonzoso.