Una piara de cobardes
«Tratar de deslegitimar una mayoría del PSOE es profundamente antidemocrático. Yerran los que así argumentan, porque la gravedad del asunto no está en el qué, sino en el cómo»
Toda la culpa es nuestra. Los ciudadanos llevamos décadas ejerciendo una dejación de funciones deplorable, admitiendo sin decoro que nos arrebaten espacios antaño inviolables mientras comulgábamos con la falacia de que «lo hacían por nosotros», el pueblo. Con la política entregada a un hooliganismo despreciable, la polarización social ha abierto la espita de un populismo atroz que ha fagocitado lo poco que aún quedaba de nuestro raciocinio colectivo.
Anestesiados con narrativas pueriles, millones de conciudadanos siguen creyendo que la democracia es la regla de las mayorías. Desde hace siglos sabemos que las mayorías son despóticas, tiránicas y que la verdadera esencia de la democracia se asienta en la división de poderes. En ese fino y delicado equilibrio entre los que hacen las leyes, los que las ejecutan y los que las hacen cumplir que nunca, absolutamente nunca, pueden ser los mismos.
La mayoría no significa nada, no tiene contenido ontológico. Se trata simplemente de un arreglo aritmético para determinar de qué modo se conformará el poder legislativo y quién ostentará el Poder Ejecutivo. La mayoría no es un ente deificado que nos unge de poderes sobrenaturales para hacer y deshacer a nuestro antojo. La mayoría únicamente puede ser entendida de este modo por una población víctima de una infame alienación que, y aquí está la verdadera tragedia, ha sido consentida e incluso buscada.
El encaje de mayorías es imprescindible para determinar el gobierno de una nación y, aunque a muchos les pese, cualquier encaje salido de las urnas es absolutamente legítimo. Tratar de deslegitimar una mayoría del PSOE en conjunción con múltiples partidos políticos es, del mismo modo, profundamente antidemocrático. Yerran los que así argumentan, porque la gravedad del asunto no está en el qué, sino en el cómo. La esencia del problema, el gen de la deslegitimación, no está en los pactos que el PSOE haya hecho para alcanzar el gobierno, sino en el contenido de esos pactos y si éstos violan derechos fundamentales.
«Todo muerto, asesinado en nombre de una mayoría despótica que aplaude cual morsa mientras se consuela a sí misma pensando: ‘al menos no gobierna la derecha’»
La mayoría gobernará de manera despótica si las instituciones del estado son débiles y la separación de poderes es difusa. Aquí radica el santo grial del asunto que, desapercibido por millones, ha sido manoseado año tras año por todos los gobiernos que hemos tenido. Cada uno, arrimando el ascua a su sardina, ha ido colocando acólitos en las instituciones, nombrando a dedo elementos en los tribunales, estableciendo cuotas de partido en diversas instancias del poder judicial o utilizando la fiscalía con fines políticos…todo ello sutiles (o no tanto) microgolpes de estado que nos han llevado hasta este final, trágico pero esperado. Era cuestión de tiempo. Y no se salva ninguna sigla.
Como consecuencia lógica, sufrimos ahora un poder ejecutivo que, estando en funciones, ha utilizado de manera fraudulenta y corrupta su poder para secuestrar al poder legislativo y controlar la parte necesaria del judicial. Todo esto se vende como fruto de la voluntad de la mayoría del pueblo español y santas pascuas. Es la democracia, amigo. Rota la separación de poderes, liquidada la democracia, cualquier otro tipo de valor muere con esta última. La igualdad de los ciudadanos ante la ley, la solidaridad entre territorios, el proyecto que alguna vez fuera común. Todo muerto, asesinado en nombre de una mayoría despótica que aplaude cual morsa mientras se consuela a sí misma pensando: «Al menos no gobierna la derecha». Muchos de ellos, en el fondo, saben que esto no pinta nada bien, pero callan… y otorgan. Muchos otros ni siquiera lo saben, pero que no se preocupen, que la realidad les va a pasar por encima.
Estamos ante una mayoría legítima, con derecho a formar un gobierno legítimo. Sin embargo, el resultado es un gobierno ilegítimo porque se ha deslegitimado a sí mismo en el proceso. Ha sacrificado la igualdad ante la ley y la separación de poderes, ha utilizado el dinero público y las instituciones de forma partidista, ha mentido sistemáticamente a los ciudadanos, ha mentido en sede parlamentaria y ha tratado de forma preferente a prófugos de la justicia a los que ha puesto en disposición de decidir los designios de un país entero. Pero, sobre todo, es un Gobierno genuflexo ante un sedicioso felón que huyó de España escondido en el maletero de un coche. Avalado todo por unos diputados que demuestran, ocasión tras ocasión, que no son los representantes del pueblo, sino unos pusilánimes que harán lo necesario para mantener un sillón que deshonran cada segundo que permanecen sentados en él. Son la voz de su amo. Son una piara de cobardes.
Es curioso: El señor Feijoo no para de ofrecerse a presentar su dimisión para que su partido tenga las manos libres para elegir a la persona más idónea para sacar a España de los graves apuros en que se encuentra, pero no se la aceptan por más que insiste el buen hombre.
«-Cualquiera lo haría mejor. ¿No me véis que no paro de meter la pata? A este paso nunca nos libraremos de Sanchez!»
«Quiá, Alberto, ni lo sueñes. Estamos bien como estamos.»
Hay cosas verdaderamente inexplicables.
La derecha optó pir una política suicida en las pasadas elecciones en las que se la jugaron al todo o nada, cuando no había ninguna posibilidad para que uno consiguiera la mayoría absoluta a costa de fagocitar al otro: ni el pez gordo (PP) al pequeño (Vox), ni al revés. Las consecuencias las vamos a pagar todos, cuando la mayoría de electores de derechas llevábamos años pidiendo tanto a Vox como al PP (y Ciudadanos) que el enemigo era Sanchez, que no disputaran entre ellos. Pues en vano! Y más años aún pudiendo millones de españoles., tanto de derechas como de izquierdas, un cambio del sistema electoral para no depender de catalanistas ni aranistas en la formación de los gobiernos. Ni caso! O una independencia judicial de verdad, con el mismo éxito. Los políticos actúan de espaldas a su masa social, da igual cuál sea el partido más votado. Eso sí, sin control alguno que les exija responsabilidades.
Si, como piensan los demagogos de la izquierda, las elecciones son tan básicas e importantes, no se entiende cómo no las convocan a todas horas. Ahora, ante la extraordinaria fractura social y palpable riesgo de explosión del sistema, es una excelente ocasión. Si no es ahora cuando hay que consultar qué opina la gente, no sé cuándo.
Pero entonces los demagogos de la izquierda trocan el discurso como por arte de magia y dicen que las votaciones tampoco se pueden hacer a lo loco y que éstas y sus resultados deben estar sujetas a reglas. O sea, justo lo contrario que decían hace un momento
Supongo que ha elegido usted ese apodo tan raro porque admira a Jiménez Losantos, Federico, que habla con «fegnillo»: Fedeguico. A Jiménez Losantos, al revés que usted, supongo, lo detesto, pero le reconozco un mérito especial y lo disculpo hasta cierto punto. El mérito especial es triunfar en la radio teniendo ·»fegnillo» aunque también hay que decir que en la tele nunca hubiera hecho carrera con lo feo que es el tío. La disculpa, que cuando a uno lo secuestran unos terroristas separatistas y lo dejan cojo de un tiro en la rodilla, es casi inevitable –y disculpable– convertirse en un feroz enemigo del nacionalismo aunque uno venga, como era el caso de Losantos, de la extrema izquierda.
Lo peor de «Fedeguico» el de la radio es que es uno de esos tipos que, según él, siempre han llevado razón: cuando estaban en Bandera Roja y cuando se hicieron de extrema derecha (liberal, que dice él, pero yo no le veo el parecido con Stuart Mill). No se si al «Fedeguico» de los comentarios de TO le pasa lo mismo. Si es así, pobrecitos los que tenga usted cerca.