THE OBJECTIVE
Jorge Vilches

Que por mí no quede

«Quedarse cruzado de brazos cuando la democracia que tanto costó crear puede perderse por la ambición de un tirano, no es una opción, es una derrota»

Opinión
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Que por mí no quede

Ilustración de Alejandra Svriz.

A la banalidad con que las izquierdas han asumido el golpe hay que oponer hasta el último aliento democrático que nos quede. No vale la tibieza ni las medias tintas. El silencio es colaboracionista. Los equidistantes pueden quedarse ensoberbecidos en su indulgencia autocomplaciente porque no hacen falta. Para ellos queda el aforismo que escribió Max Aub: «Epitafio del ortodoxo: No abrió el pico». 

Es la hora de los que no podemos callar ni dejar de escribir porque no nacimos para subirnos al carro del tirano en su ascenso al poder. Toca abrir la boca, escribir y oponerse, aunque otros guarden silencio para ser la comparsa de los que manda. Por eso estoy convencido de que es más actual que nunca repetir el lema de Julián Marías, «Que por mí no quede». 

¿Qué pensamos hoy de aquellos que en su día callaron o no hicieron nada para impedir el surgimiento de una tiranía? ¿De los que cerraron el pico mientras la democracia se desvanecía? Aquellos equidistantes entre el bien y el mal inventaron mil excusas para esconder su beneficio particular o, por qué no decirlo, su comodidad. O se pusieron estupendos esgrimiendo teorías tan buenistas como inútiles. 

Incluso pensaron que no ocurriría finalmente nada a pesar de que veían cómo se iba socavando poco a poco el Estado de derecho, eliminando los contrapesos al Gobierno y cercenando libertades. Creyeron, como pasa hoy, que era normal tener un presidente que mentía desde la demagogia y el descaro, al tiempo que insultaba a la oposición que reclamaba el imperio de la ley que garantiza la democracia. 

«El sanchismo es el mayor proyecto de implantación de un sistema autoritario en España desde Franco»

Son iguales que los que actualmente, mientras se ponían las condiciones para la derrota de la ciudadela de la libertad, miraron hacia otro lado porque beneficiaba a su partido e ideología. Ahora, cuando ya casi todo está perdido, confiesan que apoyaron al tirano y a su partido en el pasado. Pero no lo hacen por el bien general, sino porque necesitan liberar su conciencia o, animados por su egomanía, consideran que su trayectoria personal es ejemplarizante para el vulgo. Sin embargo, fueron ellos los que abrieron la puerta de la ciudadela, los que aplaudieron el paso del caballo de Troya, y cuando los soldados salieron del interior del bicho dijeron que eran aliados contra la derechona, o que se trataba de una maniobra de integración constitucional. 

Ninguno de estos merece ahora la pena tras cinco años de sanchismo o, yendo más atrás, desde los tiempos de Zapatero, origen de los males del PSOE. Vaya intelectuales que no lo vieron venir. «No se podía saber», ¿verdad? En su fuero interno entienden que se haga todo lo necesario para que no gobierne el PP con el apoyo de Vox, incluido abrazarse a golpistas, rupturistas, comunistas y a exterroristas. Ha sido esta mentalidad, generada por la traición de los intelectuales progresistas, la que ha permitido el ascenso del sanchismo, el mayor proyecto de implantación de un sistema autoritario en España desde Franco. 

«Que por mí no quede» significa aprovechar la legalidad mientras sea posible para mostrar el rechazo absoluto a la intentona golpista. Los partidos que canalicen esta protesta estarán haciendo un servicio histórico a la democracia en nuestro país. Esto supone salir a la calle en manifestaciones organizadas, solo bajo el respaldo de la ley, con eslóganes basados en la reclamación del respeto a la Constitución, a su letra y a su espíritu. Hoy es nuestra Línea Maginot, nos guste o no, porque no es tanto el mantenimiento incólume del texto de 1978 como la conservación de lo que representa, que es la imposibilidad de un tirano. 

«Es obligatorio comunicar a los europeos que el Gobierno del PSOE quiere acabar con la independencia judicial»

Siempre se ha dicho que no tenemos sociedad civil, y no es cierto del todo. Están las asociaciones profesionales y las universitarias que se mantienen impermeables a la propaganda sanchista. Nuestro tejido social y asociativo es capaz de levantar la voz en defensa de la nación y de la libertad desde la virtud cívica o el patriotismo. En esto ya no hay diferencias. Sostener solo que no se rompa la nación es insuficiente. Cabe recordar que cubanos y venezolanos tienen nación, patria y pueblo, pero carecen de libertad, de voz y voto. Ya lo decía nuestro liberal Flores Estrada: «Sin libertad no hay patria». 

Nos quedan también las declaraciones de las instituciones, como el Tribunal Supremo, el CGPJ y el Senado, con la autoridad suficiente aquí y en la Unión Europea como para poner en serias dificultades a Pedro Sánchez. Es obligatorio comunicar a los europeos que el Gobierno del PSOE quiere acabar con la independencia judicial y que piensa aprobar una ley que no acepta la fiscalización de los tribunales. La misma protesta han hecho las asociaciones de jueces y fiscales. No servirá para mucho, pero la debilidad de la UE frente a la instauración de democracias iliberales no debería desanimarnos. 

Quedarse cruzado de brazos cuando la ciudadela de la libertad está en peligro, cuando la comunidad política democrática que tanto costó crear puede perderse por la ambición de un tirano, no es una opción, es una derrota. Que no llegue el día que digamos que nos indignamos públicamente por el pico de Rubiales, pero que no dijimos ni hicimos nada mientras amanecía la tiranía.

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