THE OBJECTIVE
Manuel Fernández Ordóñez

Una piara de cobardes

«Tratar de deslegitimar una mayoría del PSOE es profundamente antidemocrático. Yerran los que así argumentan, porque la gravedad del asunto no está en el qué, sino en el cómo»

Opinión
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Una piara de cobardes

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. | Alejandra Svriz

Toda la culpa es nuestra. Los ciudadanos llevamos décadas ejerciendo una dejación de funciones deplorable, admitiendo sin decoro que nos arrebaten espacios antaño inviolables mientras comulgábamos con la falacia de que «lo hacían por nosotros», el pueblo. Con la política entregada a un hooliganismo despreciable, la polarización social ha abierto la espita de un populismo atroz que ha fagocitado lo poco que aún quedaba de nuestro raciocinio colectivo.

Anestesiados con narrativas pueriles, millones de conciudadanos siguen creyendo que la democracia es la regla de las mayorías. Desde hace siglos sabemos que las mayorías son despóticas, tiránicas y que la verdadera esencia de la democracia se asienta en la división de poderes. En ese fino y delicado equilibrio entre los que hacen las leyes, los que las ejecutan y los que las hacen cumplir que nunca, absolutamente nunca, pueden ser los mismos.

La mayoría no significa nada, no tiene contenido ontológico. Se trata simplemente de un arreglo aritmético para determinar de qué modo se conformará el poder legislativo y quién ostentará el Poder Ejecutivo. La mayoría no es un ente deificado que nos unge de poderes sobrenaturales para hacer y deshacer a nuestro antojo. La mayoría únicamente puede ser entendida de este modo por una población víctima de una infame alienación que, y aquí está la verdadera tragedia, ha sido consentida e incluso buscada.

El encaje de mayorías es imprescindible para determinar el gobierno de una nación y, aunque a muchos les pese, cualquier encaje salido de las urnas es absolutamente legítimo. Tratar de deslegitimar una mayoría del PSOE en conjunción con múltiples partidos políticos es, del mismo modo, profundamente antidemocrático. Yerran los que así argumentan, porque la gravedad del asunto no está en el qué, sino en el cómo. La esencia del problema, el gen de la deslegitimación, no está en los pactos que el PSOE haya hecho para alcanzar el gobierno, sino en el contenido de esos pactos y si éstos violan derechos fundamentales.

«Todo muerto, asesinado en nombre de una mayoría despótica que aplaude cual morsa mientras se consuela a sí misma pensando: ‘al menos no gobierna la derecha’»

La mayoría gobernará de manera despótica si las instituciones del estado son débiles y la separación de poderes es difusa. Aquí radica el santo grial del asunto que, desapercibido por millones, ha sido manoseado año tras año por todos los gobiernos que hemos tenido. Cada uno, arrimando el ascua a su sardina, ha ido colocando acólitos en las instituciones, nombrando a dedo elementos en los tribunales, estableciendo cuotas de partido en diversas instancias del poder judicial o utilizando la fiscalía con fines políticos…todo ello sutiles (o no tanto) microgolpes de estado que nos han llevado hasta este final, trágico pero esperado. Era cuestión de tiempo. Y no se salva ninguna sigla.

Como consecuencia lógica, sufrimos ahora un poder ejecutivo que, estando en funciones, ha utilizado de manera fraudulenta y corrupta su poder para secuestrar al poder legislativo y controlar la parte necesaria del judicial. Todo esto se vende como fruto de la voluntad de la mayoría del pueblo español y santas pascuas. Es la democracia, amigo. Rota la separación de poderes, liquidada la democracia, cualquier otro tipo de valor muere con esta última. La igualdad de los ciudadanos ante la ley, la solidaridad entre territorios, el proyecto que alguna vez fuera común. Todo muerto, asesinado en nombre de una mayoría despótica que aplaude cual morsa mientras se consuela a sí misma pensando: «Al menos no gobierna la derecha». Muchos de ellos, en el fondo, saben que esto no pinta nada bien, pero callan… y otorgan. Muchos otros ni siquiera lo saben, pero que no se preocupen, que la realidad les va a pasar por encima.

Estamos ante una mayoría legítima, con derecho a formar un gobierno legítimo. Sin embargo, el resultado es un gobierno ilegítimo porque se ha deslegitimado a sí mismo en el proceso. Ha sacrificado la igualdad ante la ley y la separación de poderes, ha utilizado el dinero público y las instituciones de forma partidista, ha mentido sistemáticamente a los ciudadanos, ha mentido en sede parlamentaria y ha tratado de forma preferente a prófugos de la justicia a los que ha puesto en disposición de decidir los designios de un país entero. Pero, sobre todo, es un Gobierno genuflexo ante un sedicioso felón que huyó de España escondido en el maletero de un coche. Avalado todo por unos diputados que demuestran, ocasión tras ocasión, que no son los representantes del pueblo, sino unos pusilánimes que harán lo necesario para mantener un sillón que deshonran cada segundo que permanecen sentados en él. Son la voz de su amo. Son una piara de cobardes.

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