THE OBJECTIVE
Luis Antonio de Villena

Gran país, difícil país

«Gran país España, gran cultura, buena pluralidad y en el fondo nada difícil de entender si los políticos se quitan las viejas anteojeras que muchos llevan»

Opinión
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Gran país, difícil país

El nuevo Gobierno. | Europa Press

Entre los errores y avaricias desastrosas de las que el tiempo (y acaso a no mucho tardar) reclamará al mal gobierno de Sánchez, una de las más notables, porque yace en el fondo de todo, es la división entre los españoles. La Transición, que Sánchez está destruyendo, pudo tener y tuvo defectos, pero se cimentaba en algo bueno y necesario, no el olvido, pero sí la superación de los bandos cainitas de la Guerra Civil. Esa superación de las opuestas barricadas, fue aceptada por AP -con exministros de Franco- y por el Partido Comunista regido por Santiago Carrillo. El secretario general del PCE dio una conferencia en el entonces muy oído «Siglo XXI» y fue Manuel Fraga quien lo presentó. ¿Sería esto posible bajo la mentirosa política frentista que se ha dado en llamar «sanchismo»? Todos sabemos que no. Sánchez divide y enfrenta y es una de sus culpas mayores.  He dicho y lo debo repetir con los nuevos ministros y ministras del reiterado gobierno de Sánchez, que la diferencia de nivel político, ético y cultural entre lo de entonces y lo de hoy es gigantesca. Los comunistas de entonces (y aún antes de la caída del Muro de Berlín) habían comprendido, al menos, los nefastos y crueles errores de personajes como Lenin o Stalin, hoy la nueva ministra -neocomunista o paleocomunista- Sira Rego, es conocida por sus encomios al primer líder bolchevique y primer tirano (sería superado) de la naciente URSS. El comunismo anda marcha atrás, como casi todo en la izquierda. 

«Nuestro lamentable jefe de Gobierno insiste en que sus pactos y componendas son por ‘el bien de España’, razón que ni su bendita madre llegaría a creerse»

Sánchez (y varios de los suyos) repite y es uno de los pilares en que se apoya, que la derecha no ha comprendido que España es una nación plural. Puede que algunos maticen el grado de esa muy real pluralidad, pero ¿qué es el Estado de las Autonomías sino una consagración de la diversidad hispánica que ya se decía en las Españas del Imperio? España es plural y diversa y eso debe defenderse, somos el país más descentralizado de Europa, pero una cosa es el autonomismo -todavía mejorable, si se quiere- y otra muy distinta el independentismo. Quien busca la independencia (de Cataluña, digamos) es libre de hacerlo, pero lo que es asombroso e irregular de todo punto es que un jefe de Gobierno pacte con independentistas, que sólo buscan huir y destruir. Cierto que los independentistas (muchos de derechas, como el torticero y ladino Pujol) engañaron mucho tiempo, usando el autonomismo como simple camino hacia la independencia; ese largo engaño fue tremendo, pero ya cayeron las máscaras, ni Puigdemont ni Junqueras, ni las agresivas señoras de sus equipos tienen el menor interés por la gobernabilidad de España, a la que odian, quieren la independencia y han tomado al ególatra Sánchez como rehén al que chantajear. Nuestro lamentable jefe de Gobierno insiste en que sus pactos y componendas son por «el bien de España», razón que ni su bendita madre llegaría a creerse. Cuando se fundó el periódico «El Sol» (1917) con Ortega y Gasset como faro, se escribía en la presentación del primer número: «Libres, absolutamente libres de clientelas y parentelas, taifas y pandillas de toda laya, compromisos de cofradía y ambiciones a costa del país…» Se dice que esto lo redactó Mariano de Cavia, como ideal y compromiso de quienes debían trabajar por la modernidad de España. Parece -en buena medida- escrito ayer. «Ambiciones -o ambición, digo- a costa del país». Se anticipaban. Sánchez usa el país, la España plural, nuestro país, para su ambición básica. 

El voraz frentismo de Sánchez trabaja para que toda la derecha del espectro parlamentario (pero excluye a los independentistas diestros) sea siempre calificada de «extrema derecha», de modo cerril. Pero la izquierda de su lado -Podemos, Sumar, Belarra, Irene Montero, Pablo Iglesias, Sira Rego et alii– esa nunca jamás es «extrema izquierda», por más que muchos no hayan salido aún del funeral del Che Guevara. Otra de las torpezas o triquiñuelas de Sánchez cuyo único fin, otra vez, es engañar. La derecha, ante lo dicho, tiene que dejar muy claro entre sus internas diferencias, que sabe y acepta que España es plural, lo que no lleva a la independencia. Y la izquierda de buena voluntad, sacando la cabeza de la ciénaga sanchista, debe entender que puede no estar de acuerdo con Feijóo o con Isabel Díaz Ayuso, pero que ninguno es de extrema derecha, y que aún la extrema derecha (Meloni en Italia) no es necesariamente fascismo, si se utiliza la voz en su exacto sentido y no como insulto. Progresista es quien quiere el avance de su país en todos los órdenes, no quien aspira a seguir los miserables populismos de Cuba o Venezuela, por caso. Gran país España, gran cultura, buena pluralidad y en el fondo nada difícil de entender si los políticos se quitan las viejas y vulgares anteojeras que muchos llevan. Se puede entender una España plural y descalificar por entero la loca y personal ambición sanchista.   

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