THE OBJECTIVE
Jorge Vilches

Cuando Sánchez se haya ido

«Tan polarizados como cegados, los paganos nos quedaremos en España con un país dividido, atrincherado, descreído, en crisis económica y sin fe en sí mismo»

Opinión
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Cuando Sánchez se haya ido

Ilustración de Alejandra Svriz.

Cuenta Emilio de Diego en su reciente Los peores años (¿o no?) de nuestra historia que la pesadilla del sanchismo vendrá el día siguiente a su marcha. El mal momento no es ahora, cuando el camino hacia el autoritarismo democrático duele. La tragedia vendrá después, cuando Sánchez se haya retirado a un opíparo puesto internacional y nos haya dejado aquí la casa hecha un desastre. Es la perspectiva de un historiador que ha estudiado a fondo nuestro siglo XIX y el comienzo del siglo XX.

Uno mira el ataque cada vez más descarado a la independencia del poder judicial, y se pregunta de dónde procede. Los socialistas siempre han preferido una administración de justicia, no un poder separado que fiscalice al Ejecutivo. Nada que asombre. La concentración es el sino de los malos tiempos. El control del Ejecutivo sobre el Judicial es una delicatessen de los autoritarios de cualquier época. Además, nuestros socialistas desprecian la meritocracia cuando hay un pulso con el sistema, como ahora, o, peor, han dado otro significado al concepto de mérito. Siempre ha sido más fiable la designación del feligrés, ese mismo que aparenta conocimientos, envuelto en su lenguaje leguleyo y en su ademán tribunicio. 

El nombramiento de Félix Bolaños como ministro de Todo tiene ese objetivo, el ir adelantando lo que quiere ser este Gobierno, un compendio de los tres poderes y, si me apuran, del cuarto. ¿Cómo no van a querer después marcar a los medios de comunicación lo que deben informar y opinar? Es una tentación a la que van a sucumbir. Ya apuntaron el sueño durante la pandemia, cuando indicaron que las teles y las radios debían dedicar 15 minutos diarios a informar de las actividades gloriosas, cómo no, de este nuestro glorioso, claro, gobierno progresista. 

Y como no pasa nada, porque decir que estamos en un pulso a la democracia liberal con el objetivo de instaurar un autoritarismo es cosa de hiperventilados, pues vale. Casi es mejor dedicarse a otra cosa. No sé. ¿Cómo está hoy el kilo de garbanzos, que diría Fraga? O quizá haya que esperar, en plan Ortega y Gasset, sí, ya saben, el genio de la «conllevancia» con el nacionalismo catalán, a que Europa nos arregle este desaguisado. Claro, para qué esforzarnos. Mientras podemos hablar del escándalo de los niños con móvil, o del truño que ha hecho Ridley Scott con Napoleón.

«Nadie puede negar que el actual amo del PSOE será siempre el presidente favorito de los independentistas»

Todo pasa, que dice el historiador. Cuando Sánchez se canse de jugar con el muñeco lo tirará a un rincón y pasará al siguiente entretenimiento. Traducido. En el momento que el Pedro de Raffaella Carrà agote a los españoles, tan polarizados como cegados, que tanto da, pasará cual langosta hambrienta a un sembrado más verde. Los paganos nos quedaremos en España con un país dividido, atrincherado, descreído, en crisis económica y sin fe en sí mismo.

Sánchez habrá pasado como la covid, la Filomena, la tormenta de arena o cualquier otra calamidad. Donde antes solo había demandas nacionalistas y comunistas, extremistas en general, de exaltación etílica al alba, Sánchez ha construido derechos. Lo ha hecho aceptando el lenguaje de los otros, contribuyendo al marco mental, y estableciendo los precedentes y las normas.

Nadie puede negar que el actual amo del PSOE será siempre el presidente favorito de los independentistas. El lector no tiene más que hacerse una pregunta y responder con sinceridad. Si Vd. fuera nacionalista, comunista, exterrorista, bolivariano, palmero de Hamás, antisemita, enemigo de la democracia liberal, totalitario o cualquier otra variante repulsiva del abanico, ¿estaría satisfecho con que Sánchez gobernara? Pues eso.  

El historiador sabe que Sánchez pasará, que llegará un día en que el PSOE deje el poder, sea en España o en el escombro que quede. Y no se trata tanto de la unidad del país como de la libertad que nos roba al tiempo que nos dice que es por nuestro bien. Cuando no esté, digo, tendremos que digerir este sufrimiento innecesario para que un tipo egoísta y tramposo se mantenga en el poder. Luego, si podemos, habrá que reconstruir la comunidad política, sea la que sea, sobre el Estado de derecho, la separación de poderes y la igualdad ante la ley.

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