El PSOE es el Estado
«El partido socialista está aprovechando la letra pequeña de la legislación y la ingenuidad del PP durante estos últimos decenios para colonizar el Estado»
Ahora nos quejamos de que el PSOE colonice el Estado a su favor, de que ponga a iletrados como Miquel Iceta de representante en la UNESCO, a personas sin carrera diplomática como Héctor Gómez en la ONU, y haga lo propio con el CIS, Correos y tantas instituciones públicas. Sin embargo, la ley lo permite. Siempre ha sido así, aunque no tan descarado ni de forma masiva. El problema está en la norma que permite el abuso, en ese conjunto de leyes que toleran la invasión espuria del Estado por parte de un Gobierno.
Todo iba bien en este Estado de Partidos mientras el PP y el PSOE se repartían cordialmente las regalías estatales. Había un acuerdo no escrito por el cual, tras una victoria electoral, los unos sustituían a los otros en la administración, instituciones y empresas públicas allí donde era posible. El asunto podía suponer un deterioro de la gestión, la pérdida de millones de euros o del prestigio del servicio, pero daba igual. Era parte del precio de la democracia de partidos propia de la ideología del consenso.
El problema ha surgido cuando un partido, el PSOE por más señas, ha decidido levantar la tapa del inodoro, introducir ahí dicho acuerdo entre partidos, y tirar de la cadena con ímpetu progresista. Es más que evidente que el partido socialista está aprovechando la letra pequeña de la legislación y la ingenuidad del PP durante estos últimos decenios para colonizar el Estado y ponerlo al servicio de su líder máximo. En correspondencia a su alma totalitaria, el socialista usa la discrecionalidad técnica y la excepción contemplada por la ley para llenar de leales y genuflexos súbditos de Sánchez cada rincón del castillo kafkiano.
«Aznar y Rajoy pudieron preservar el Estado de la injerencia del Gobierno, pero no quisieron»
¿Nadie en el PP, con sus mayorías absolutas, imaginó que la ley permitiría que un Gobierno con mayoría parlamentaria colonizara el Estado para reventar la democracia constitucional? Imagino que su fe en los beneficios del reparto pactado con el PSOE fue suficiente para borrar esta pregunta. Aznar y Rajoy, con sus victorias, pudieron preservar el Estado de la injerencia del Gobierno, pero no quisieron. De los socialistas, y de la izquierda en general, nunca se esperó nada en este sentido porque siempre aspiraron a que el Estado, su Partido y el Gobierno fueran la misma cosa. De aquellas ingenuidades y acuerdos, estas lágrimas demócratas.
El autoritario se beneficia del incauto aprovechando la tradición y distrayendo la atención con temas tan vistosos como falsos. Es posible que los populares caigan ahora en la trampa de ir a una mesa de negociación con Sánchez, y hablar del CGPJ y de una ley que convierta al poder Judicial en independiente de verdad. De ser así no habrá acuerdo, y su asistencia servirá al PSOE para decir que el PP es contrario al cumplimiento de la Constitución y cómplice del lawfare de los jueces conservadores. Visto lo visto, es preferible que Feijóo explique su alternativa democrática sin ceder un milímetro a la estrategia de Sánchez.
Si el PP alguna vez llega al poder tendrá que democratizar la legislación para evitar que en el futuro un partido autoritario como es hoy el PSOE use la norma para poner el Estado a sus órdenes.
«La oposición no puede ser el atrezo complaciente de la obra de destrucción del orden constitucional»
Quizá todavía los populares no lo hayan entendido, pero un buen liberal, por muy reformista de centro centrado que sea, desconfía siempre del Gobierno. El motivo de la desconfianza es evitar situaciones como la actual en España; esto es, que un partido gane el poder y tome el Estado para reventar la democracia. Nunca se sabe lo que va a deparar una urna abierta, y hay que estar preparado para preservar la libertad.
Sánchez usará el señuelo del «partido con sentido de Estado» porque sabe que esto gusta mucho al PP, siempre dispuesto a aceptar el halago del enemigo. Pero la oposición no puede ser el atrezo complaciente de la obra de destrucción del orden constitucional. Su papel debe mantenerse firme en la recuperación de la separación de poderes, y en la promoción del fin de la discrecionalidad en el nombramiento de cargos públicos estratégicos. Es preciso volver al mérito y a la capacidad, que nada tienen que ver con la lealtad al líder, sino con la competencia demostrable y el rigor en el cumplimiento de sus funciones.
Voy a concluir con una petición a los populares. Por favor, dejen de hacerse fotos en Génova partiéndose de risa como si estuvieran en un picnic de Sensación de vivir. Esos posados robados desmoralizan y sorprenden al personal, que está asustado por la deriva iliberal en su país. Es torpe acompañar el discurso de alarma democrática con unos retratos de gente riendo que comparte chanzas y café. Salgan en las imágenes trabajando, con cara de preocupación. Si la palabra no se ajusta a la imagen el mensaje no tiene fuerza.