THE OBJECTIVE
Pilar Cernuda

No me ha bloqueado Óscar Puente

«Confío en que la Justicia consiga que no se pueda perpetrar la indignidad de premiar con la amnistía a quienes han sido condenados por el Supremo»

Opinión
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No me ha bloqueado Óscar Puente

Ilustración de Alejandra Svriz.

El flamante ministro de Transportes no me ha bloqueado, pero no me siento frustrada ante su indiferencia, que también podría interpretarse como que considera irrelevantes mis críticas al sanchismo o a su gestión —hasta ahora inexistente— como responsable de nuestra movilidad dentro y fuera de España. Incluso así tampoco habría motivo de frustración, porque no puede bloquearme: nunca he estado en una red social ni pienso estar. Sin embargo, sí me produce bochorno que la pataleta de un miembro del Gobierno se traduzca en que bloquea en redes sociales a quienes destacan sus errores, su mal hacer. Pobre forma de hacer política, que se suma a la pobre forma de hacer oposición a la oposición, porque a falta de argumentos recurre al insulto facilón y a las descalificaciones personales. Patético.

Pero patético es todo lo que ocurre en el Gobierno desde que Sánchez se hizo cargo de él hace cinco años. 

Lo que me lleva a una reflexión: ante las primeras medidas de ese Gobierno se produjo un malestar generalizado, un «no es eso, no es eso» que fue a más cuando aparecieron en escena alianzas preocupantes, cesiones más preocupantes todavía, mentiras escandalosas, ocupación de las instituciones por parte de peones con hilo directo con Moncloa para recibir las instrucciones pertinentes, y decisiones en política internacional que nos dejaban boquiabiertos. Pero hay algo que me inquieta cada vez que me pongo ante el ordenador: tengo la sensación de que escribo prácticamente la misma crónica todos los días. No las mismas frases ni calificativos, sino que no hay día que no exprese mi disconformidad, mi preocupación, mi angustia, por cómo está España. 

Cómo nos duele este Gobierno, cómo ha echado por tierra unas siglas que eran admirables aunque no comulgaras con el socialismo, cómo los intereses de Sánchez han sido prioritarios sobre los intereses de los españoles, de qué manera ha conseguido hacerse con la voluntad de personas que nos parecían inamovibles en sus principios y ahora siguen el sanchismo con el mismo entusiasmo que los integrantes de una secta; de qué forma se tergiversan cifras, sondeos, situaciones adversas que desde los argumentarios de Moncloa indican a sus receptores cómo transformar en beneficiosas… En fin, lo que me consuela es que no soy la única que lleva muchos meses diciendo lo mismo con distintas palabras: que España está en peligro, que nuestro déficit democrático está a la altura de Hungría, y qué suerte tiene Polonia, el otro garbanzo negro de la UE, al haber elegido a Donald Tusk como primer ministro. 

«Tiene bemoles que un Gobierno negocie una amnistía con aquellos que pretenden ser amnistiados»

No soy la única periodista que convive con esa sensación de caer en el monotema; somos multitud los que nos movemos entre la pena y la indignación, incluidos varios de los columnistas de THE OBJECTIVE, a pesar de que entre ellos se encuentran hombres y mujeres que fueron afines al socialismo durante toda su vida y lo siguen siendo. Pero saben muy bien que el sanchismo tiene poco que ver con el socialismo, con la socialdemocracia.

Al menos en esta ocasión, hoy, encuentro argumento para salirme un poco del esquema habitual de dolerme por las andanzas de Pedro Sánchez: me ha dado motivo para decirle al excelentísimo ministro de Transportes que me siento libre para decir y escribir lo que de da la gana. No puede bloquearme. Que se busque otra fórmula para castigar quienes no le consideran ejemplo de buen gestor y buen político.

Confío en que la Justicia consiga que no se pueda perpetrar la indignidad de premiar con la amnistía a quienes han sido condenados por el Tribunal Supremo, como también serán amnistiados los amigos y colaboradores de Junts y ERC incluidos en la larga lista de favorecidos. Tiene bemoles que un Gobierno negocie una amnistía con aquellos que pretenden ser amnistiados, no con los partidos parlamentarios y los profesionales de la Justicia. Una prueba más de que el Gobierno actual se toma a título de inventario los modos que rigen en los países democráticos.

No solo confío en jueces y fiscales, aunque estos últimos tienen encima a un fiscal general que, como Óscar Puente, intenta bloquear sus iniciativas; porque confío también en el comisario de Justicia europeo que sigue de cerca la peripecia del Gobierno español que intenta convertir la ley de amnistía en constitucional cuando antes defendía que no lo era. Didier Reynders considera que es un asunto que merece ser analizado a fondo, no olvida las presiones del Gobierno de Sánchez para que el Parlamento Europeo levantara la inmunidad a Puigdemont para obligarle a comparecer ante un tribunal español. 

Reynders, al contrario que los sanchistas, tiene buena memoria. 

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