THE OBJECTIVE
Mario Garcés

Sánchez en busca del tiempo perdido

«La política en España no mira al futuro, sino que es presente y solo mira al pasado para revisarlo y crispar el presente continuo de nuestros días»

Opinión
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Sánchez en busca del tiempo perdido

Pedro Sánchez. | Alejandra Svriz

Es notorio que Pedro Sánchez no se inspiró en la lectura de Proust cuando escribió o corrigió el texto de su último libro autobiográfico. Tampoco era necesario, pero lo que entiendo que es conveniente comprender es que Sánchez, con todas sus infidencias y calamidades, tiene un control de los tiempos en política. Y el tiempo en la actividad política es esencial. En primer lugar, en política o eres dueño del «tempo» o eres un remolque de la iniciativa de quien tiene el dominio temporal. Pedro Sánchez, la noche del 23 de julio, asimiló vertiginosamente que el tiempo era suyo, porque, quien tuviese la habilidad y la aritmética para sumar, se hacía con el privilegio de tener el control de todo lo que iba a venir después. El presidente del Gobierno sabe que el tiempo puede actuar como un disolvente de fuerzas sociales y hasta como un astringente de decepciones y frustraciones para la oposición, y en ello empeñó su futuro desde el primer momento. En la raíz de este comportamiento hay un jugador habilidoso, sin escrúpulos, carente de cualquier vínculo con la moral pública, pero alguien que entiende la política como un juego y que despliega su talento en amasar el tiempo y en tomar la iniciativa. Sabe que el tiempo le pertenece, toda vez que siempre es un atributo privativo de quien gobierna. Y hace un uso categórico del mismo.

Pedro Sánchez es plenamente consciente del desgaste que le supone, en términos de legitimidad y supervivencia, los acuerdos con los nacionalistas catalanes y vascos. Es más, en la ecuación de tensiones, ha sustituido la presión indecorosa de Unidas Podemos en el Gobierno por la acción hiperbólica y desenfrenada de Puigdemont y sus secuaces en el Congreso. Conoce perfectamente los puntos débiles que tensan el frágil equilibrio de fuerzas de su coalición, pero potencia la alarma antifascista para dar consistencia al bloque murocarático que ha conformado. No hay nada más eficaz para sostener un frente de intereses variados, que proyectar un enemigo común, de modo que ninguno de los miembros del club podrán romper esta estructura granítica, so pena de pasar a la historia como traidores.

Pedro Sánchez sabe que si el contador temporal corre, la presión social y política en torno a la ley de amnistía progresivamente decaerá. No es posible sostener una resistencia activa de manera ininterrumpida por parte de la sociedad, y ello puede conducir inapelablemente a la melancolía y a la desafección. Cierto es también que el movimiento llevado a cabo es extremadamente grave y peligroso, y que ha dejado profundas huellas cuyo alcance todavía no es posible valorar en términos electorales a medio plazo. Pero, como su mentor Rodríguez Zapatero, es un optimista antropológico y sabe que, si lo consiguió en las peores condiciones posibles hace cinco meses, podría volver a conseguirlo.

«Pedro Sánchez ha actuado con la temeridad propia de un ser necesitado»

Con carácter general, los movimientos precipitados en política pueden tener consecuencias nefastas. La precipitación que ha llevado a Pedro Sánchez a cerrar los acuerdos con los nacionalistas catalanes es fruto de la necesidad y no de la ligereza emocional. Cuando se adelantan esos movimientos, es natural que se pierda credibilidad entre los suyos, porque les obligas a reajustar el paso. No pretendo en este artículo hacer un análisis ideológico, porque ya se ha escrito prácticamente todo, sino que aspiro a un análisis táctico, porque el Presidente del Gobierno se mueve en el ámbito del tacticismo y de la estrategia. Hablamos, pues, de juego no de ideas, y a un jugador únicamente se le derrota jugando.

Pedro Sánchez ha actuado con la temeridad propia de un ser necesitado. Hay un exceso evidente de autoconfianza, un síntoma de la arrogancia de quien prioriza los instintos sobre la razón. Porque Pedro Sánchez entiende que el tiempo y la razón son suyas de modo que quien no se comporta del modo en el que entiende la política, está radicalmente equivocado. En cambio, la oposición corre el riesgo de lo contrario. Al carecer del dominio de los tiempos políticos, se puede perder paulatinamente el sentido de la oportunidad. Desgraciadamente, el tiempo también se tiñe de crueldad, cuando el futuro es mera expectativa, y ese riesgo tiene que ser contrarrestado cuando se ejerce la oposición. Nada peor en la vida que alimentar el deseo, pues, como recordaba Spinoza, tras él suele llegar la tristeza.

Pedir que alguno de nuestros políticos lea a San Agustin es tan difícil como creer que Pedro Sánchez ha escrito su último libro. Pero todo el mundo ha de saber, y Pedro Sánchez lo domina con gran destreza, que actualmente la política es un acelerador de partículas temporales, sin sosiego ni reflexión, una tiranía distópica de la instantaneidad. El instante como razón de ser de la política. La política en España no mira al futuro, sino que es presente y solo mira al pasado para revisarlo y crispar el presente continuo de nuestros días. Por eso, Pedro Sánchez cree que con el tiempo todo pasará. Porque llegarán nuevos instantes mórbidos, nuevas pruebas experimentales de la reacción de la sociedad española sobre cualquier episodio menor. Vendrán las elecciones catalanas y vascas, y Pedro Sánchez las concibe como una ocasión para redimirse y legitimar espuriamente la apertura de esta partida de ajedrez. Y así muchos hitos más que él ha situado en el mapa de esta legislatura. Únicamente él puede convocar unas elecciones y no hay razones para pensar en una moción de censura fructificable, salvo por la demencia de un orate independentista o la imposible fusión de voluntades de aquellos que darían un vuelco al gobierno de este país. El tiempo fluirá a trancas y barrancas en un país perdido en la mediocridad política y en la necedad. Y así nos va.

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