THE OBJECTIVE
Alejandro Molina

'Joker' en el Parlamento Europeo

«Sánchez fue allí a defender desinhibidamente el golpe iniciado por su socio en Cataluña en 2017 y que él pretende ahora consumar extendiéndolo a toda España»

Opinión
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‘Joker’ en el Parlamento Europeo

Ilustración de Alejandra Svriz.

Sánchez, nuestro galán de ocasión, con sus trajes de chaqueta azul eléctrico y color berenjena -los alterna según el tamaño del embuste y las tragaderas del auditorio- fue al Parlamento Europeo a hacer balance del semestre de la presidencia rotatoria de la UE que recién correspondió a España.

Como en este semestre Sánchez no ha hecho otra cosa que propaganda partidista, utilizar la posición institucional para intentar colar el catalán como lengua oficial de las Comunidades Europeas -una de las exigencias del prófugo que le sostiene– y conseguir que se quiebre el consenso en política exterior de la UE respecto a Israel, fue allí a defender desinhibidamente el golpe iniciado por su socio en Cataluña en 2017 y que él pretende ahora consumar extendiéndolo a toda España.

Para ello, nuestro Nerón se enfundó el disfraz de escudo global contra la reacción y echó a la caja de herramientas la que mejor le funciona (quien no tiene más que un martillo todos los problemas le parecen clavos): que el peligro para «el proyecto europeo» y la democracia no es que él suspenda el Estado de derecho otorgando impunidad a los delincuentes que le sostienen ni que trate de amedrentar a los jueces por aplicarles a aquellos la ley, sino la ultraderecha y las «derechas tradicionales» que le abren la puerta de las instituciones.

Esto de «el proyecto europeo» es el clásico verba omnibus que, como el ungüento amarillo, sirve para todo, como el elixir que vendían los charlatanes de feria en las películas del Oeste. Nadie sabe muy bien qué es, ni lo saben las propias instituciones comunitarias ni está escrito en lugar alguno qué cosa sea. Pero si te toca circular y ganarte la vida en el entorno de alguna institución comunitaria, un Borrell o una Von der Leyen, por ejemplo, te colocan siempre el crecepelo de «el proyecto europeo»; que lo mismo les vale para justificar la catastrófica gestión en la compra de las vacunas contra la covid que para meterte en una guerra poniendo 50.000 millones -fuera de presupuesto y control del Parlamento Europeo- para el pago de la subcontrata del que la libra sobre el terreno.

«Afeó a Manfred Weber que no se pusiera las pilas impidiendo que le pongan en Alemania a las calles el nombre de Goebbels»

Decía que Nerón-Sánchez sacó su martillo, y, para atribuirle indicaciones terapéuticas a su ungüento amarillo del «proyecto europeo», dio con él tres tintineantes golpecitos invocando lo que supuestamente él representa y que justifica su golpe en España: la defensa de las mujeres, del colectivo LGTBI y la lucha contra el cambio climático. A mí, de la tríada sagrada o santísima trinidad de la izquierda tarada (la que hay, para qué engañarnos) el misterio/místico que más me fascina es el que asocia al mujerío con la lucha contra el cambio climático.

Así, de primeras, me da que no debe haber ser vivo más contaminante sobre el planeta Tierra que una mujer occidental –especialmente joven en edad reproductiva- que viva conforme a los estándares de confort del mundo desarrollado. Yo es que veo esas manifestaciones contra el cambio climático colmadas de adolescentes y universitarias, vestidas de pies a cabeza con ropa y complementos prêt-à-porter -que les van a durar seis meses- llegados a Europa en un supercarguero que contamina él solito en un año más que todos los coches de Francia y Alemania juntos, llevando en el bolsillo del pantalón un smartphone de última generación –que les va a durar un año- con cuarenta componentes tóxicos y una batería de litio capaz de contaminar -una sola- 600.000 litros de agua, y me entra la risa floja.

En fin, para rematar, nuestro estadista de baratillo, después de haber provocado que Israel retirara a su embajadora de España comprometiendo de paso la posición de toda la UE por ocupar la presidencia de turno, terminó la faena afeándole a un alemán, Manfred Weber- que preside el mayor grupo del Parlamento Europeo-, que no se pusiera las pilas impidiendo que, como pasa en España con Franco -mintió-, le pongan en Alemania a las calles el nombre de Goebbels.

Vamos, que le faltó ponerse el traje color berenjena, pintarse la cara a lo Joker y hacer sonar una lira.

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