THE OBJECTIVE
Pilar Cernuda

A Sánchez le echarán los suyos

«Una vez aprobados los presupuestos, Sánchez podría verse imposibilitado de llevar cualquier iniciativa al Congreso porque no lograría los votos necesarios»

Opinión
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A Sánchez le echarán los suyos

Ilustración de Alejandra Svriz.

Alsina, tras recibir su premio Cuco Cerecedo, inició el discurso de forma insólita: con un entierro. Y lo terminó con otro entierro, el de Concha Piquer. Aunque en Alsina no debe sorprender porque todo en él es insólito. Por ejemplo, la forma en que canaliza su pasión por la radio llevando al hoy lo que fue ayer utilizando el cuadro de actores de Onda Cero, redactores, tertulianos y técnicos; o consiguiendo que a través de preguntas sibilinas el político más pintado baje la guardia y, cuando respira con alivio porque la entrevista va muy bien, Alsina le hace la pregunta que le deja tocado, perplejo, mudo.

Más allá de los entierros, en el primero él se estrelló con la unidad móvil contra el coche fúnebre y en el segundo el «enviado especial» Panigua —se dice el pecado y el pecador, aunque Alsina no pronunció su nombre— cayó en una tumba abierta del cementerio.

Más allá de esos detalles insólitos tan habituales en Alsina, hizo una disección de la política y de los periodistas que era todo un estudio de la sociedad española actual. No lo dijo el compañero premiado, pero el análisis era demoledor: cualquier tiempo pasado fue mejor.

Noticias de estas últimas horas: Albares envía un mensaje a Israel para que se cuide de criticar al presidente español, en lugar de decirle al presidente que en la política internacional es clave cómo se dicen las cosas, a quién y cuándo. Otra, también reciente: el nuevo secretario general de los socialistas vascos, Eneko Andueza, ha dicho que en ningún caso el PSE va a dar sus votos a Bildu para que su candidato se convierta en lehenkari, y no hubo periodista que recordara que, para desgracia de los políticos socialistas, sus anuncios, sus promesas, sus reflexiones, no valen absolutamente para nada. Que se lo digan a los ministros que lanzaron soflamas contra una posible amnistía, porque era inconstitucional. Se tragan ahora la ley como quien traga un chicle, y para que sea más bochornosa la situación, cuatro de ellos, en una misma tarde, explican el porqué con las mismas palabras y el mismo ejemplo. Se nota que leen los argumentarios que les mandan a todos ellos a diario.

«El problema para Sánchez no es el PP, sino los suyos. La gente de su partido y los socios»

Otro ejemplo, la también vasca Iratxe García, presidenta del Grupo Socialista del Parlamento Europeo —de todos los socialistas, no solo de los españoles— luchó como una jabata junto a los eurodiputados de PP y Ciudadanos para que el Parlamento retirara la inmunidad a Puigdemont y pudiera ser juzgado en España. Su lucha fue importante precisamente porque ostenta el liderazgo socialista en la Eurocámara. Pues ya la tenemos igual que los restantes súbditos de Sánchez: defendiendo la amnistía. En su caso con más escarnio, porque acompañó a Santos Cerdán a su reunión con Puigdemont.

Feijóo hace cambios en la estructura directiva del PP porque, para su pesar, no preside un partido de gobierno, sino al principal partido de la oposición. Se empeñará a fondo en tratar de que Sánchez no cumpla los cuatro años de legislatura, pero el problema para Sánchez no es el PP, sino los suyos. La gente de su partido y los socios.

En el PSOE empieza a advertirse un sentimiento parecido a «algo hay que hacer», porque hay dirigentes que no pueden salir a la calle porque les llueven los gritos y militantes que están hartos de que los amigos, e incluso familiares, les reprochen el señor, sí señor, a Pedro Sánchez. Pero el auténtico problema está en los socios.

«Ahí fuera hay decepción generalizada por el resultado de la presidencia de turno de la UE»

Cualquier exigencia que Sánchez esté dispuesto a aceptar de Junts, provocará una mayor de ERC, y viceversa, y llegará un momento en el que los rivales subirán tanto la apuesta que no será posible aceptarla, y entonces puede llegar el hachazo de los votos independentistas. Situación parecida a la del PNV y Bildu. Y queda Sumar, con una Yolanda Díaz a la que han calado ya la mayoría de los españoles —no los gallegos, porque la habían calado mucho antes— y pierde fuelle, mientras Podemos se desgaja con sus cinco votos —que podrían ser cuatro, hay un semidisidente por ahí— y podría dar un disgusto a Sumar en las europeas de junio.

Si todo eso desbarra la consecuencia más inmediata sería que una vez aprobados los presupuestos, que se aprobarán, Sánchez se vería imposibilitado de llevar cualquier iniciativa al Congreso porque no lograría los votos necesarios, y tendría muy difícil gobernar.

Si apareciera por algún cargo internacional apetecible, tendría la excusa perfecta para dejar a los españoles en paz. Lo que ocurre es que al descrédito nacional, creciente, se suma el descrédito internacional, que crece también porque conocen bien el debate constitucional que se vive en España, y porque además ahí fuera hay decepción generalizada por el resultado de la presidencia de turno de la UE.

Veremos qué ocurre finalmente, pero a lo mejor Alsina, al recibir su próximo premio, deba incorporar un entierro más a su lista. En este caso, un entierro político.

Si fuera así, esta periodista no derramaría ni una lágrima, nos habríamos deshecho de un gobernante nefasto para España.

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