El regreso del buen salvaje
«Toda idea de pureza siempre es fanática y detrás del vasquismo sangriento no está sino la idea del buen salvaje»
Se ha aprobado esta semana debatir una cuestión de fondo: si la libertad de expresión debe ser un concepto de «no sometimiento» incluso en el enaltecimiento del terrorismo y de sus salvajes en las calles del País Vasco, Navarra. Una idea que se ha presentado en el Congreso de forma ingenua, pueril, cosa de poco calado, tocada inevitablemente de tintes liberales. Pero quizás, mirando la letra pequeña, nos encontramos ante una idea párvula y mezquina.
Se ve venir. Respaldaron la tramitación PSOE, Sumar y los partidos independentistas y de aprobarse estaríamos ante un proceso de destilación de cinismo que niega la protección de la minoría constitucionalista frente al delito de odio. El enaltecimiento del odio y del terror permiten siempre el retorno del buen salvaje, que nunca ha resuelto políticamente el problema vasco. El buen salvaje, sí. El hombre en estado de naturaleza que se rebela contra la civilización perversa.
La guerra del Norte, que así la llamaba Suárez, está inspirada en la guerra del buen salvaje rousseauniano. Todos los pensadores de los siglos XIX y XX que son abiertamente antintelectuales —y en cierto sentido, anticulturales— son descendientes naturales de la idea de Rousseau, que no es otra que la Arcadia o la Utopía de un mundo cerrado, doméstico, musical y perfecto. Todos los dictadores révolté, petit bourgeois, desde Hitler a Fidel Castro, pasando por los nacionalistas etarras, han jugado con la utopía de la restricción de un espacio o especie, una domesticidad perfecta que para los vascos deviene en puro hiperlocalismo.
«El enaltecimiento de esa utopía casta y casticista de ETA es la próxima concesión de Pedro a Arnaldo»
Como decíamos, detrás de la idea de pureza siempre hay una idea fanática, una ingenuidad rústica propia del nacionalismo aldeano y nuevas generaciones dispuestas a explorar el masoquismo latente de las gentes. Sepan que el español sigue siendo el demonio franquista para el celibato colectivo de vascos y catalanes que evocan la castidad, una felicidad de caserío y el romanticismo de la lengua. Sólo un ideal tan casero ha podido derramar tanta sangre y seguir reivindicando su voz en el Congreso de los Diputados. Toda idea de pureza siempre es fanática y detrás del vasquismo sangriento no está sino la idea del buen salvaje. Rousseau, Marx y todo el comunismo de manual están basados en esa Idea. En los 60 y 70 hay una brecha identitaria en el viejo comunismo, se produce una incorporación de las luchas de liberación nacional a su ideario, desde Vietnam a la Cuba de Castro. En el País Vasco, el movimiento de liberación nacional fue una denominación surgida durante la II Asamblea de ETA en 1963.
El enaltecimiento de esa utopía casta y casticista de ETA es la próxima concesión de Pedro a Arnaldo. La Arcadia vasca, con su colección de asesinatos, seguirá contándonos el cuento de Tasio al pie de la sierra de Lokiz. La detención de la cúpula de ETA sólo supone la desarticulación de una estructura. La idea de liberación nacional sigue intacta y reclama su voz. El salvaje de Armendáriz regresa del Pirineo azul y vastísimo para reivindicar su vieja idea.