THE OBJECTIVE
Jorge Vilches

El año de la izquierda cínica

«Vivimos bajo el Gobierno de quien ha renunciado a la verdad y a la argumentación, y que se aferra a la mentira porque no tiene coste partidista»

Opinión
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El año de la izquierda cínica

Ilustración de Alejandra Svriz.

El miserable acuerdo en Pamplona del PSN con Bildu, a despecho de lo prometido en las elecciones, por orden de Sánchez y Otegi, confirma una cosa: no es el año de la polarización ni de la mentira, sino del cinismo. Me acojo a la RAE: «Desvergüenza en el mentir o en la defensa y práctica de acciones o doctrinas vituperables». Si la primera acepción de cinismo define al PSOE de Sánchez, la segunda no va a la zaga: «Impudencia, obscenidad descarada».

El daño del cinismo no ha estado en la procesión interminable de mentiras, esto es, en decir lo contrario de lo que se piensa, se sabe o se siente, sino en la manera desvergonzada con la que se ha vivido y en sus consecuencias. Es cierto que todos los políticos y partidos mienten, pero nunca habíamos asistido a una desfachatez como la de Sánchez. La novedad en esta izquierda, y aquí englobo a Sumar y a los restos de Podemos, que son marionetas en manos del líder del PSOE, es la falta de escrúpulos, el descaro y la ausencia de pudor. 

La consecuencia del cinismo ha sido el aumento de la desafección general hacia la democracia como forma honorable de resolver problemas. De hecho, el PSOE cuenta con más de siete millones de votantes a los que no les importa que les engañen o mientan, porque consideran que la falsedad es un instrumento válido en democracia. Esta degradación moral es perceptible en la ausencia de coste electoral, porque una ciudadanía digna y consciente desprecia a los políticos que la estafan o la infantilizan, y no asume el lenguaje que despreció ayer a pesar de que lo exija la aritmética parlamentaria. En cambio, el votante socialista aplaude cuando Sánchez muestra que le ha engañado y repite los conceptos impuestos por sus aliados, como lawfare

El cinismo que ha añadido Sánchez a nuestra vida política es envilecedor. Si nuestro sistema democrático, el del 78, estaba ya tocado por una construcción autonómica basada en la injusticia y la desigualdad, ahora las prácticas de los gobernantes lo dañan aún más. El mal comportamiento de la élite política, su irresponsabilidad y despotismo, reduce las esperanzas de la gente hacia el país como un proyecto deseable y positivo. Ese cinismo continuado alimenta el desánimo y polariza, por supuesto, porque la reacción contra el cínico es más fuerte que frente al sincero o el moderado. 

«La izquierda que lidera el PSOE es hoy el cinismo en estado puro, con su dosis populista y de posmodernismo»

Esa forma cínica de hacer política que tan bien ejecuta Sánchez proviene de su populismo, esa forma de movilizar al electorado con una retórica desmedida, frentista y falsa, y en el posmodernismo. Porque esta izquierda, tanto el PSOE como su extremo, son posmodernos aplicados; esto es, entienden que la verdad objetiva no existe, sino que es un constructo sociocultural fundado en el relato que elabora el poder. Y ahora el poder está en sus manos. Si la verdad, la razón y la ciencia no existen porque son artificios, mentir y ser desvergonzado no importa. De ahí las risotadas de Sánchez en su sesión de investidura. 

La izquierda que lidera el PSOE en España es hoy el cinismo en estado puro, con su dosis populista y la cantidad correspondiente de posmodernismo. El riesgo es que el cinismo político, como señaló Peter Sloterdijk, lleva a la democracia iliberal porque hurta la argumentación racional en la esfera pública. Con el cínico no hay debate sobre los temas propios de la gobernanza ya que es imposible discutir con la mentira sistemática y el engaño permanente. El cínico carece de valores y principios porque solo tiene estrategias para alcanzar y conservar el poder a cualquier precio. 

El demócrata argumenta y discute. El cínico no, simplemente dice lo que le conviene en cada momento. No hay intercambio de razonamientos para convencer, sino ficciones proferidas por el cínico, que miente sin vergüenza. Por eso es imposible debatir con Sánchez, que convierte las sesiones de control de las Cortes en un galimatías de exabruptos. Ese es el motivo de que el sanchismo se dedique a desautorizar e insultar a sus adversarios más que a debatir sus ideas. De ahí el desprecio a la derecha, vista como un como objeto que se puede ignorar. El interés del cínico no está en atraer a la oposición, sino en sacarla de la ecuación, como quiere el PSOE desde el Pacto del Tinell en 2003. 

El cinismo triunfa cuando el adversario se convierte en enemigo, y sus derechos e intereses no importan nada porque lo prioritario es su ostracismo. Es el momento idóneo para pasar de una democracia liberal a una iliberal, para eliminar la separación de poderes o iniciar una deconstrucción constitucional por la puerta de atrás, al estilo posmodernista, usando el lenguaje y la ingeniería social. 

Este 2023 ha sido el año del cinismo gracias a Sánchez y a esta izquierda. Vivimos bajo el Gobierno de quien ha renunciado a la pretensión de la verdad o a la argumentación racional, y que se aferra con desvergüenza a la mentira y a la ocultación porque le conviene y no tiene coste partidista. Puede ser que no pase factura electoral, pero el cinismo es mortal para la convivencia en democracia.  

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