Zafia y dulce Yanquilandia
«Todo eso es imperialismo, como el habernos impuesto, vía Internet, donde el dominio es absoluto, el uso de emoticonos infantiloides»
Comencemos un poco atrás: el entonces presidente de EEUU, el muy tosco Donald Trump, visita Gran Bretaña. Es el único país europeo que oficialmente visitó como primer mandatario y ello debido a la relación de parentesco que EEUU jamás han roto con Inglaterra, y no es un error. Mientras se le rinden honores a Trump, este celebrado tarugo, pasando revista a las tropas, deja dos metros atrás, sin importarle un ardite, a la ya vieja y lenta, pero tan profesional, Isabel II. Se censuró el mal gesto y al parecer a ese rubio oxigenado le dio igual. ¿Eso es USA? En Trump importa menos su derechismo, que su populismo, su imperialismo o su espantosa vulgaridad.
EEUU -aunque vaya lentamente a la baja- se sigue arrogando el papel de gendarme mundial. Pero después de su buen papel (menos las bombas atómicas finales) en la 2ª Guerra Mundial, apenas ha dado pie con bola. Derrotado en Vietnam, en Afganistán o en Irak, sólo su táctica ha cambiado. Ahora quiere disimular sus derrotas, llevándose a soldados y marines antes de la plena visibilidad del mal hacer. ¿Irak o Afganistán son mejores ahora que antes de la intervención yanqui? No. Y además poco se habla de los estropicios culturales. Los miles de tablillas cuneiformes destrozadas por soldados que no sabían el valor de lo que parecían meros trozos de barro cocido. Mejor no hablar. EEUU fracasa cada vez más, pero su imperialismo general (no sólo político) no cede y aún se incrementa al dominar Internet y su mundo. Ellos nos hacen ver -mucho más que Inglaterra- que el inglés es tan necesario que, o aprendes inglés con toda tu familia, u os hundiréis en el barro de la pobreza y la nesciencia. Por supuesto, aprender inglés es bueno, pero también lo es aprender italiano o chino, verbigracia. Y si es dinero lo que buscas, el chino está cien veces mejor pagado que el inglés. Adoro las élites de Estados Unidos, las estupendas universidades, pero detesto a esa clase media muy ignorante y arrogante, representada por Bush hijo, quien, en su campaña presidencial, al ser preguntado por un periodista: ¿qué opina usted sobre Suecia (Sweden)?, respondió y había oído bien, about what? ¿Sobre qué? Parece un chiste y no lo es: Suecia se le escapaba a Bush, como muchos ciudadanos de Oregón, verbigracia, sólo han oído hablar de las Dakotas o de otros estados de la Unión… Muy penoso.
Pero ese mundo mete su influjo por ojos, orejas y necedad (también tenemos en Europa muchos ciudadanos incultos y lelos) de nuestro mundo ya no tan diferente: ¿Por qué usar «bakery» en lugar de cualquiera de sus varias acepciones españolas, panadería, pastelería, bollería, obrador? Moda y necedad, para ser conciso. Igual se puede decir, al hablar, de «outfit» (vestimenta, atuendo), «cover» (versión) o «deadline», aún no usual, por fecha límite…Es la invasión innecesaria del inglés como ariete imperialista -Nebrija escribió ya del imperio y la lengua- que implica ignorancia de tu propia cultural, muy lamentable, y el inicio de cierto bobalicón infantilismo muy característico de la cultura yanqui: casi todos los chicos usan gorras de béisbol, pero casi todas llevan visibles rótulos norteamericanos: «Bulls» (toros) aludiendo a un equipo famoso allá, o las iniciales «NY» entrelazadas, como si en el ancho mundo sólo existiera Nueva York, ni siquiera Londres ya, y -aceptada la gorra o la camiseta- no pudiera llevar escrito París, Roma, Madrid, Oporto o Bratislava, entre otras mil posibles.
Todo eso es imperialismo, como el habernos impuesto, vía Internet, donde el dominio es absoluto, el uso de emoticonos infantiloides: corazoncitos por doquier, ositos que mandan besos o caritas simples que lloran en catarata u otros que hacen de sus ojos admirativas estrellas rojas… Todo (como los Noeles y renos navideños, con sabor a coca-cola) absolutamente ad usum Delphini, para uso del Delfín. Convendría recuperar esa expresión latina que justificaba y justifica la censura en todos los libros que debía leer el joven Delfín, hijo de Luis XIV de Francia, que es cuando se comenzó a utilizar la fórmula, hoy aplicable a toda obra que por la llamada «corrección política», otra joyita gringa, deba ser censurada, alterada o modificada, para bien de un lector o espectador al que, muy obviamente, se tiene por niño. ¿La célebre y espléndida, por su calidad literaria, «Lolita» de Nabokov, habla de una nínfula, muchachita púber que seduce a un caballero adulto? Al Averno de la necedad, sin contemplaciones… Por igual sandez se pretendía descolgar un hermoso e inquietante cuadro de Balthus, donde se dejan ver subrepticiamente, las bragas de una doncellita… ¿Hasta dónde se puede llegar en tontez bobalicona pero muy agresiva? Todo tiene origen en EEUU. ¿Soy antiyanqui? Ahora sí. Pero (perdón por lo innecesario) igual soy anticomunista. Por favor, sólo unos minutos de meditación: ¿Tan maravillosos son -fuera de las Emily Dickinson- los Estados Unidos?