Totalitarismo enmascarado
«El Ejecutivo ha demostrado su capacidad para obrar sin escrúpulos, invocando la excepcionalidad para gobernar con absoluto desprecio a la democracia»
La segunda legislatura del sanchismo ha arrancado igual que lo hizo la primera: pactos con partidos que se rechazaban antes de conocer el resultado de las urnas, concesiones al independentismo que se reputaban inconstitucionales hasta celebradas las elecciones y la apelación al miedo para justificar la excepcionalidad totalitaria que representan las mascarillas.
Hay que reconocer a nuestra izquierda patria que conoce bien la idiosincrasia del votante español, cada vez más envejecido y timorato, dispuesto a transitar de un Estado democrático y de derecho a otro omnisciente y terapéutico, habilitado para cercenar la libertad y menospreciar la legalidad en nombre de la salud y el bienestar. La crisis sanitaria de la covid-19 así se lo demostró.
Cualquiera que haya seguido la breve trayectoria de Mónica García al frente del Ministerio de Sanidad sabe que venía con ganas de ser la protagonista de su propia pandemia: una que, por fin, le permita demostrar que lo que verdaderamente salva vidas es la limitación de las libertades ciudadanas. El pretexto con el que se ha encontrado es la gran afluencia de gente a los servicios de urgencias con síntomas asociados a la gripe, a la covid o al resfriado común. No deja de ser curioso, porque esto lleva sucediendo desde antes del inicio de las festividades navideñas y no parecía preocuparle en exceso. Pero qué mejor forma de distraer al personal de la durísima cuesta de enero que está por venir, de la tramitación de la ley de amnistía o de las comisiones parlamentarias del lawfare que con un bonito culebrón sanitario.
El caso es que a la ministra de Sanidad se le ha ocurrido obligar al uso de las mascarillas en los centros sanitarios. Y como varias comunidades autónomas se han negado a que la cosa exceda de una mera recomendación y le han afeado que no presente los informes técnicos que avalan la medida, ella ha decidido imponerla por las bravas. Y es que Mónica García —médica, madre y ministra— no necesita más expertos que ella misma, por más que sea anestesióloga y no epidemióloga.
Sabe Mónica García que para acometer la bribonada tendría que ignorar la actual configuración competencial autonómica, pero eso es algo que arde en deseos de hacer para confrontar con aquella a la que no pudo arrebatar la presidencia de la Comunidad de Madrid: Isabel Díaz Ayuso. Lo que ‘Médica y Madre’ no pudo conseguir legítimamente en las urnas pretende obtenerlo ahora a través del BOE.
Para imponer las mascarillas, el Ministerio apelará al artículo 65 de la ley 16/2023, de 28 de mayo, de cohesión del Sistema Nacional de Salud, que regula las actuaciones coordinadas entre el Ministerio y las comunidades autónomas. Cierto es que la adopción de estas actuaciones requiere consenso del Consejo Interterritorial, pero Sanidad se acoge a que, como excepción, la norma prevé que se pueda obligar a todas las partes en casos de urgente necesidad.
«Si la situación de alarma para la salud pública existiera, den por seguro que para solucionarla no bastaría imponer el uso de las mascarillas»
Ya ven que la interpretación de la urgente necesidad sanitaria de este Gobierno es tan laxa como la que aplican para el Real Decreto-ley, convertido hoy en una herramienta legislativa ordinaria en contra de su propia configuración constitucional. No sólo no existe una necesidad urgente sanitaria, sino que tampoco la situación es incardinable en los supuestos habilitantes que contempla el artículo 65: ni hay que dar cumplimiento a acuerdos internacionales, ni tampoco hay que responder ante un especial riesgo o alarma para la salud pública. Lo cierto es que, si así fuera, tendrían que acudir a los mecanismos previstos en el artículo 116 de la Constitución y LO 4/1981, de 1 de junio, de los estados de alarma, excepción y sitio. Pero voy más lejos aún: si la situación de alarma para la salud pública existiera, den por seguro que para solucionarla no bastaría imponer el uso de las mascarillas, una medida tan reconfortante como de escasa efectividad, según la práctica totalidad de los estudios existentes al respecto.
Pero si hay una cosa en la que el Ejecutivo de coalición ha demostrado ser absolutamente fiable es en su capacidad para obrar sin escrúpulos, tanto ignorando las formalidades que se erigieron como contrapesos del sistema, como invocando la excepcionalidad para gobernar con absoluto desprecio a la democracia constitucional. Lamentablemente, son millones de españoles los que aún creen que el fin justifica los medios y que la ilegalidad debe ser tolerada si se hace por nuestro bien, ya sea para combatir una pandemia o para impedir el ascenso de la extrema derecha. Nada aplaca más a las ovejas que el miedo al lobo. Y nuestro pastor, como el del cuento, también se llama Pedro.