THE OBJECTIVE
Joseba Louzao

Los problemas de Núñez Feijóo

«Sabemos de las muchas banderas movilizadoras que le gusta al PP ondear, pero desconocemos ese programa reformista que su líder se comprometió a construir»

Opinión
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Los problemas de Núñez Feijóo

Ilustración de Alejandra Svriz.

Alberto Núñez Feijóo tiene un carro repleto de problemas con los que lidiar durante los próximos meses. Lo sabe porque ya ha tenido que hacer frente a más de uno. La pregunta que ronda a todos los analistas, e incluso aparece de vez cuando entre sus compañeros, es si logrará sortearlos (y cómo). Sea cual sea el horizonte del líder de la oposición, no saldrá indemne de semejante aventura y habrá que ver si, cuando el Partido Popular tenga la oportunidad de regresar al poder, él podrá repetir como candidato del centroderecha.

Podemos reconocer la mayoría de los problemas que mantiene en cartera. Los tiene exógenos y endógenos. Entre los primeros despunta uno que no cambiará: Pedro Sánchez podría pactar con cualquiera. Siempre que no se llame Alberto Núñez Feijóo. No es exagerado pensar que, caderas rotas mediante, la militancia socialista y los partisanos del partido podrían cambiar de opinión y aceptar un acuerdo con Vox. Recuerden que Junts eran la quintaesencia del lepenismo hispánico y ahora andan compadreando. O, quizá, sea mejor decir compradeando. En estos tiempos acelerados de polarización afectiva, donde lo que menos importa es la proximidad o lejanía en las cuestiones esenciales, el PSOE sabe que su único competidor es el Partido Popular. El objetivo es alimentar el tribalismo partidista, y con fuerza. Otra cuestión es que estos juegos de mercadotecnia comunicativa se hayan llevado por delante algunos consensos básicos que serán difíciles de reconstruir. 

Además, y a medio camino entre lo externo y lo interno, el propio cosmos mediático en torno al socialismo tiene una mayor capacidad para la colocación de marcos. Aunque solo sea por su sincronización en el relato. En la derecha, late un espíritu más amazónico, caótico y complejo de domar. Sólo por eso, Feijóo tiene todas las de perder en este juego de narrativas. De la famosa entrevista con Silvia Intxaurrondo pasó desapercibida aquella pregunta que decía algo así como «los españoles tenemos guardado en la memoria 2010. Ustedes prometieron bajar impuestos, y no lo hicieron. ¿Por qué tenemos que creerles ahora?». Con la difícil relación del presidente del Gobierno con la verdad, que esa fuera la pregunta al líder de la oposición tiene su aquel.

Pero donde realmente se la juega Núñez Feijóo es internamente. El Partido Popular es mucho menos homogéneo ideológicamente que la socialdemocracia que encierra las siglas socialistas. La pluralidad existente en Génova le acerca a la diversidad conflictiva de la izquierda del PSOE. Por sacar la brocha gorda, esas tres familias podrían concretarse como la liberal, la conservadora y la democristiana –y en su interior también podríamos identificar acentos que los diferencian–. Las familias tienen debates importantes sobre temas fundamentales. En el PP suelen ser más ordenados, aunque sea por el talante conservador y porque el adversario siempre ayuda en esta nueva forma de tribalismo militante. En cualquier caso, la convivencia no es sencilla pese al desagüe hacia Vox. Feijóo tiene que contentar a todos y eso no es fácil. Sin olvidar que la vida de los partidos en España ayuda también a generar un clima de aliento en la victoria y desconfianza en la derrota. Si las cosas van bien, nadie te discute. Si se tuercen, ya hablamos de otro contexto. Los barones están ahí para demostrar su fuerza en cuanto ven la ventana de oportunidad.

«Parece evidente que el centroderecha necesita reaprender a entrelazar libertad e igualdad en un Estado de derecho y bienestar»

Por el momento el rostro presidenciable solamente lo ha mostrado en algunos momentos de los dos debates de investidura. Antes y después se le ha visto bandeando con propuestas que siempre han dejado el sabor de reacción a las de Sánchez. Quizá este sea la salud actual del centroderecha en Europa. Como señaló Jan-Werner Müller hace unos años, hemos gastado mucho tiempo en discutir sobre la crisis de la socialdemocracia, pero la democracia cristiana en Europa también está atravesando por una situación de riesgo aprovechada por el populismo de sus extremo.

El Partido Popular lleva noqueado largo tiempo. Sabemos de las muchas banderas movilizadoras que les gustan ondear, pero desconocemos casi todo de ese programa reformista que se comprometió a construir Nuñez Feijóo. Ya van unos cuantos episodios de renuncios en estos meses. Si no les gustan mis propuestas, tengo otras. Porque ahora también se ve obligado a sobrerreaccionar ante las proposiciones de los de Abascal.

Estamos muy lejos de la posguerra, fue entonces cuando la democracia cristiana consiguió conjugar libertad e igualdad en un Estado de derecho y de bienestar social que supo responder a los retos del momento. Nuestro presente es diferente a aquel, aunque sigue pareciendo evidente que el centroderecha necesita reaprender a entrelazar libertad e igualdad en un Estado de derecho y bienestar. No hay posibilidad de reforma razonable fuera de estas coordenadas. Lo que nadie sabe es cómo hacerlo realidad.

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