Una revolución educativa: currículos claros y pruebas externas
«Sería deseable que las comunidades gobernadas por el PP tomaran medidas para recuperar la transmisión de conocimientos como objetivo central de la Educación»
A nadie se le escapa que estamos viviendo unos momentos políticos de una gravedad y una intensidad inusitadas. Porque desde el propio Gobierno de la nación se suceden sin cesar las iniciativas contra los fundamentos esenciales del Estado de derecho. Ahí tenemos, por ejemplo, los intentos y maniobras para acabar con la separación de poderes, o la proclamación de una amnistía para los golpistas del 17, con la que, según nos lo han explicado tanto Felipe González como Feijóo, no sólo les vamos a perdonar, sino que les vamos a pedir perdón.
En una situación tan crítica como la actual, es normal que la mayoría de análisis y reflexiones políticas estén dedicadas a criticar los intentos de acabar con la España Constitucional. Pero esa atención a lo esencial no puede hacer que olvidemos los muchos aspectos de la vida española que también están sufriendo el sectarismo del Gobierno de coalición sanchista-comunista.
Y un ejemplo fundamental de ese sectarismo lo tenemos en la Educación. No teníamos necesidad de que el Informe PISA (que tampoco es el Evangelio) nos mostrara lo escandalosamente mala que es la educación que están recibiendo nuestros escolares. La cifra, también escandalosa, de nuestro paro juvenil, el 27,8% de los menores de 25 años (la más alta con diferencia de los 27 países de la Unión y casi el doble de la media europea), demuestra también que nuestro sistema educativo no funciona o, mejor dicho, funciona rematadamente mal.
A la ministra Pilar Alegría ese fracaso no le preocupa lo más mínimo, pues piensa en sí misma, que, con una simple Diplomatura en Educación Primaria, ha llegado al Consejo de Ministros. Pero son cada vez más los profesores de todos los niveles, desde la Primaria a la Universidad, que están levantando su voz para denunciar la falta de preparación que están adquiriendo los alumnos de nuestras escuelas, institutos, colegios y hasta nuestras universidades.
Algunos de estos profesores están publicando artículos y libros y dando charlas y conferencias para criticar la base en la que se sostiene el sistema escolar, implantado por las sucesivas leyes socialistas. La obsesión de que todos los alumnos acaben sabiendo lo mismo ha llevado a los pedagogos de izquierda a despreciar la transmisión de saberes, con lo que los progres españoles se han cargado la esencia de la escuela desde los griegos, que no es otra que entregar a los jóvenes todo el saber que sus mayores han ido acumulando desde siglos.
«La soberbia de los socialistas jamás les va a permitir reconocer el desastre a que han conducido la educación en España»
La soberbia de los socialistas jamás les va a permitir reconocer el desastre a que han conducido la educación en España, como la ocurrencia de hacer figurar en el currículo de Matemáticas la educación sentimental.
Sin embargo, hoy estamos en una situación que permite iniciar una reforma radical del sistema en el que se educan nuestros escolares. Dado que la gestión de la Educación está completamente transferida a las Comunidades Autónomas y dado que el PP gobierna 11 de las 17 comunidades (lo que representa el 66,51% de la población total de España), sería deseable que en todas esas comunidades se tomaran las medidas necesarias para recuperar, desde ya mismo, la transmisión de conocimientos como objetivo central de la Educación, con unos planes de estudio o currículos en los que estén claramente expresados los contenidos que hay que transmitir. Y, como dice el sentido común, para comprobar cómo se produce esa transmisión de conocimientos no hay mejor sistema que controlar externamente lo que aprenden nuestros escolares.
Esto lo expresó con brillantez el profesor Ángel Gabilondo, cuando era ministro de Educación y afirmó que «todo lo que no se evalúa se devalúa». Y más claramente aún el ministro de Educación portugués entre 2011 y 2015, Nuno Crato, bajo cuyo mandato Portugal mejoró ostensiblemente en sus resultados de PISA, que declaró que «la fórmula es sencilla: currículos claros y pruebas externas».
Si las 11 comunidades que han confiado en el PP para que las gobiernen toman medidas en esa dirección, no tengo la menor duda de que sería una auténtica revolución y nuestros escolares empezarán a salir del hoyo de ignorancia en el que las leyes socialistas les han metido.