Qué bajo hemos caído
«La última hazaña de Sánchez ha sido acomodar el delito de terrorismo a conveniencia de los independentistas, para que la amnistía afecte a Puigdemont»
El problema no es Carles Puigdemont. El problema es contar con un Gobierno que accede a todo lo que exige Puigdemont.
España está en manos de dos personajes, Pedro Sánchez y Carles Puigdemont, perdedores que se rebelan contra su situación de perdedores y negocian entre ellos para seguir en el poder de manera innoble.
Sánchez no aceptó el resultado de las urnas y se asoció sin ningún pudor con quienes aseguró que jamás se asociaría. Puigdemont por su parte se aprovechó de la necesidad de Sánchez de colmar sus ansias de poder y le presentó una lista con sus condiciones para votar su investidura primero y sus iniciativas parlamentarias después. Aunque cada iniciativa ha venido precedida de un nuevo papel de los independentistas con más condiciones para su visto bueno. Y el presidente de Gobierno, nada menos que al presidente de Gobierno, acepta todo lo que le ponen delante. Sin pudor, sin vergüenza, sin respeto a los votantes que en julio aún creían en su palabra, avala lo que le exige un prófugo de la justicia.
La última hazaña del presidente de gobierno ha sido acomodar el delito de terrorismo a conveniencia de los independentistas, para que la amnistía afecte al expresidente de la Generalitat, a sus Colaboradores y amigos, y a los centenares de seguidores que no dudaron en delinquir, al participar o alentar actos de violencia callejera de tal gravedad que varios jueces y fiscales consideran claramente terrorismo.
Entre ellos García-Castellón, al que una vicepresidente de Gobierno no duda en descalificar profesionalmente porque no le gusta que ponga chinitas en el camino de Puigdemont hacia un regreso triunfal a Cataluña y pueda presentarse candidato a la presidencia de la Generalitat.
«Sumar está en peligro; si fracasa en Galicia, asistiremos a su desintegración»
Así de bajo hemos caído. Meses deseando escribir algo a favor del Gobierno —significaría que en Moncloa hay un equipo de gente trabajando por España, no para su propio provecho—, pero no hay manera de que se cumpla ese deseo de dedicar una buena palabra al señor Sánchez y a sus ministros. Cómo se echa de menos la dignidad y la grandeza de políticos que se dejaron la piel por todos nosotros no hace tanto tiempo…
En los últimos días se han escuchado algunas voces del socialismo auténtico que permanecían silentes, pero no han ido más allá de las frases que tendrían que llevar a la reflexión de los aplaudidores de Sánchez. Sin embargo, no se han inmutado porque les obligaría a dejar sillones en los que se encuentran muy bien acomodados. Se echa de menos algún gesto de diputados que hicieran recobrar la confianza en las siglas PSOE, hoy en manos de un dirigente que las utiliza pero que no las representa, porque no respeta su historia ni sus símbolos. Se quejan los sanchistas de que se les trata con poco respeto. Pues sí, pero es que el respeto hay que ganárselo.
A Pedro Sánchez lo harán caer los suyos —si antes no se va a Bruselas—, lo hemos dicho varias veces. Y las últimas noticias apuntan a que no andábamos desencaminados.
La renovación del Gobierno ha traído caras desconocidas al Consejo de Ministros, lo que indica que no tenían una trayectoria como para presumir. Yolanda Díaz se ha convertido en la protagonista preferida de los memes. No la salva ni el supuesto glamour, y en los últimos meses sus propuestas, y sobre todo sus discursos que no hay quien entienda, le han hecho el peor de los servicios: toda España conoce ya sus limitaciones y su falta de lealtad, lo que hasta ahora solo conocíamos los gallegos. Pone velas para sacar algún escaño el 18 de febrero, pero lo tiene crudo. Se conformaría con uno o dos. ¡Uno o dos, en su tierra, líder nacional y vicepresidenta de Gobierno! Sumar está en peligro; si fracasa en Galicia, asistiremos a su desintegración.
Se ha producido estos días una noticia relevante: el cambio de Jefe de la Casa del Rey. La lealtad de Jaime Alfonsín, demostrada sobradamente durante 30 años al lado de D. Felipe, en las duras y en las maduras, ha sido premiada con la decisión del Rey de nombrarlo consejero personal. Lo merece.
«El Gobierno se ve a los jueces como adversarios porque se empeñan en hacer cumplir la ley»
Lo sustituye Camilo Villarino, diplomático al que todavía no conozco pero del que hablan muy bien sus compañeros. Trabajó con gobiernos del PP y del PSOE y cuenta con una experiencia larga en varios países y en la Unión Europea.
El cambio en la Jefatura de la Casa es clave. Lo es siempre, pero más en estos tiempos, con una España desconcertada, en la que los personajes más inquietantes son los que imponen su criterio al Gobierno. Por si no fuera suficiente motivo de preocupación, desde ese Gobierno se ve a los jueces como adversarios porque se empeñan en hacer cumplir la ley.
Así las cosas, millones de españoles ven al Rey como la principal referencia de estabilidad, el mejor defensor de la Constitución, el hombre que más aguanta porque sabe que lleva sobre sus hombros unas responsabilidades que, más que nunca, debe cumplir sin dar un paso atrás y con cuidado de no salirse ni un milímetro de las competencias que le corresponden.
Aunque no sea más que para impedir que ganen la batalla los que le acechan tratando acabar con la monarquía.