Fernando Savater: poética de una despedida
«Si leen ‘Carne gobernada’ comprobarán que el desquite del autor con ‘El País’ es una pequeña parte de un largo adiós a los capítulos dorados de una vida»
Ilustración de Alejandra Svriz.
Mi lectura del despido de Fernando Savater no se parece a la de mis colegas. Coincido en lo evidente: la empresa lo despidió tras la publicación en El Confidencial de un adelanto de su último libro en el que se refería al diario El País en términos poco elogiosos. Para los afines a Savater, su despido es la prueba definitiva de la degeneración de El País, y para los contrarios, la prueba definitiva de la degeneración de Savater. Si leen el extracto seguramente concluyan que el despido era el resultado esperable: me cuesta imaginar que otra empresa en la situación de El País hubiera actuado de forma distinta. Y seguramente el propio Savater comparta esta opinión. Por eso me gustaría dejar a un lado los chismes y los debates simples, e intentar pasar de la literalidad a la poética. No me interesa hablar de El País de los ochenta, ni de censuras, ni de servidumbres editoriales, ni de las causas procedentes de despido. La mayor lacra del forofismo es que silencia las preguntas que importan.
El Affaire Savater no es un despido, sino una despedida. Después de 47 años se extingue la relación más longeva y fiel del travieso pensador. Sí, el motivo inmediato y evidente es ese extracto que, según ha dicho el propio Savater, se publicó a sus espaldas. Pero tras leer su Carne gobernada, la lectura de los hechos cobra otro color. El capítulo que vio la luz sólo ha logrado distraer la mirada de lo importante. Si leen Carne gobernada comprobarán que el desquite del autor con El País es una pequeña parte de un largo adiós a los capítulos dorados de una vida. En sus ciento y poco páginas florece una prosa inspirada y crepuscular, una poética dolida y valiente que dibuja el final de la vida.
«En sus propias palabras, ‘Carne gobernada’ es un ‘estriptis espiritual’, el último canto de un vitalista irredento»
Es la ausencia de Sara («el amor que todo lo devora»), la artrosis, las arrugas y el reloj: «Vejez sin rodeos ni camuflajes, sin remedio, sin reparación posible, sin vuelta atrás». Los ecos gongorinos que hacen de la vida polvo y del polvo nada. La constatación de que la felicidad ya es imposible, y el redescubrimiento de que el placer puede convivir con la tristeza. Savater pone cuerpo y voz a esos placeres, tan silentes en los hombres de una edad. En sus propias palabras, Carne gobernada es un «estriptis espiritual», el último canto de un vitalista irredento. Savater, el socairero social, el estajanovista cívico, nos explica a qué sabe el final.
El libro es una despedida, y tiene gracia que haya provocado un despido, y lógica que haya sido tan sonoro: «El País está ligado a mi vida de manera insustituible y viceversa». Carne gobernada desvela que nada termina de forma tan abrupta y sorpresiva como lo que parecía no tener fin. Su despedida de El País estaba anunciada. No hay epílogo más elocuente a una vida tan libre y revoltosa.
El que escribe tiene un estilo cursi… por no decir hortera.
Lo que yo no sé es donde habra leído el articulista lo de la despedida de todo que no sirve de nada. O será que yo no lo he visto, porque con las tonterías me he quedado en un 13% del ejemplar metafísico del libro. Mepareseamí que no se está despidiendo de nada de lo que ya no se haya despedido unas cuantas veces, las despedidas, con anterioridad a los hechos del verdadero despido en cuestión. Que quienes lo han despedido por disentir de la linea oficial del partido, digoooo del diario de referencia global pegándose un par de tiros en el pié con posta lobera han sido los trogloditas con mando en plaza en la caverna de la boñigosfera sanchista. Que no es una despedida, que más bien es un (continuará) como en los comics tambien llamados novelas geaficas para adultos, hasta donde el cuerpo y la carne gobernada (menos mal) aguanten. Como me dice mi suegra a mi, ya verá cuando llegue usted a mayor… Jajajaja
Saludos
La estupidez de ‘El País’ en cuanto al despido de Savater es como decía el maestro don Rafael Sánchez Ferlosio, y como suele decirse -yo por lo menos lo digo mucho- un pederse en botija para que retumbe urbi et orbi. Publicidad gratuita para que los merluzos de aluvión, que son legión, piquen y se te suscriban por primera vez por doce euritos de nada al año, o incluso por menos si les regateas con el precio. Me hizo mucha gracia la profunda conmoción que ese despido incomprensible e improcedente de alguien que no se somete a la correcta línea editorial decían que había causado en Méjico y en todos los países de habla hispana. Primero se cargaron los de Prisa una de las más extraordinarias revistas de pensamiento que se haya publicado en España desde la democracia, y luego fueron a por la persona.
Si en todos los diarios llevasen la misma política con los colaboradores únicamente iban a quedar en las redacciones el Director estajanovista, que vendría a ser el factótum como Jorgejavier en Tele-5 y el botones Sacarino para traerle los cafés y las aspirinas. ¿A que no tienen narices de despedir a Cebrián?. Cuidadin doña Pepa.
«despido incomprensible e improcedente»
No, el de Savater es totalmente comprensible y procedente: 1) es un imbécil; 2) es un facha que se resiste a salir del armario; 3) muerde la mano que le daba de comer; 4) es un animal lleno de odio; 5) está gagá.
Discrepo. Ante esa actitud, prácticamente cualquier periódico hubiera hecho lo mismo. Hay casos recientes bastante más fulminantes.
Entiendo que Savater no estuviera cómodo en El País, pero de él hubiera esperado una despedida más elegante.
Una persona sensata y cabal, una buena persona, se habría marchado. Savater hizo que lo echaran para alimentar su leyenda de (falsa) víctima.
Como de Azúa, que esperó a que despidieran a Savater para irse y contarlo.
Son tal para cual. Donde s carcamales rencorosos.
¿Dónde pastan esos dos desde hace tiempo, y a partir de ahora con más frecuencia? En «The Objetive» (sic), ese diario ecuánime que sirve de refugio a tanto vejestorio facha.