Impunidad de autor
«El sanchismo maniobrará hasta donde sea menester para que el independentismo confeccione al prófugo la impunidad que éste necesita»
La impunidad es la manifestación más evidente de la injusticia y la materialización más extrema de la desigualdad. Premia al delincuente y castiga a sus víctimas. Promueve el crimen y desincentiva el respecto a la legalidad. Es el rostro más abominable de la discriminación y del clasismo.
La impunidad nunca da la cara y se camufla bajo distintos ropajes institucionales: la amnistía, el indulto o el derecho de gracia. Son los tres caballos de Troya a los que recurre el poder para despreciar las sentencias, borrar sus pecados y legitimar su violencia.
Pero la impunidad es, sobre todo, un enorme engaño al pueblo, porque los impunes jamás retornan paz o concordia. Al contrario, tratan con menosprecio a quienes les toleraron que sortearan el cumplimiento de las leyes y se exhiben con beligerancia ante las instituciones democráticas cuya respuesta consiguieron eludir.
El socialismo ha convertido la gobernabilidad de nuestro país en un bazar público en el que se amnistían gravísimos crímenes a cambio de apoyos parlamentarios, con la particularidad de que son los agraciados —y no quien ejerce el derecho de gracia— los que diseñan su propia impunidad antes de adquirirla. Si la impunidad es ya de por sí infame, la que está gestando el Gobierno es tan bochornosa como inaudita: a los criminales, condenados o presuntos, no se les exige disculpa o acto de contrición alguno. Es más, ministros y activistas mediáticos los acompañan en los agravios a la judicatura mientras miran hacia otro lado cada vez que los líderes del procés aseguran que lo volverán a hacer.
El PSOE, otrora sastre y corresponsable de la confección de la Constitución española, ha regalado al independentismo catalán las telas para que se confeccione el traje a medida de su propia amnistía: desórdenes públicos, malversación o terrorismo. Pero el suntuoso disfraz de convivencia se desvaneció este pasado martes, dejando en cueros a militantes, activistas y analistas de medio pelo empeñados en negar lo que muchos llevamos advirtiendo desde las elecciones generales: que la amnistía tiene nombre propio y que su fin no es otro que el de procurar total impunidad a Carles Puigdemont. El resto de inculpados o condenados vinculados al independentismo no importan, son un mero accesorio, la comparsa con la que disimular que en España, otra vez, se esté legislando ad hoc.
«Sánchez ha demostrado mucha más lealtad hacia sus socios nacionalistas que a la palabra dada a sus propios votantes»
La desconfianza evidenciada por Junts votando en contra de la amnistía confirma que no las tienen todas consigo respecto a la solidez de las costuras del traje de la impunidad. De ahí la exigencia de extenderla al terrorismo en toda la amplitud del término —sin los matices sobre las «vulneraciones de derechos humanos» ideados por el nefasto Bolaños— o incluso a un posible delito de traición que pudiera derivarse de la trama rusa.
No es que los procesistas teman a otro cambio de opinión del presidente Sánchez, que desde que llegó al cargo ha demostrado mucha más lealtad hacia sus socios nacionalistas que a la palabra dada a sus propios votantes. Saben, como yo, que su única línea roja es la de la marca del bañador. De quien desconfían es de la magistratura porque, si bien es cierto que Pedro les ha dado buena muestra del poder que ejerce sobre la Fiscalía y el Tribunal Constitucional, la justicia no parece presta a amilanarse o corromperse. Por eso no es extraño ver a gente cuyos conocimientos de derecho son escasos, cuando no nulos, cuestionar abiertamente la labor de los jueces que investigan los actos de Tsunami Democràtic o la injerencia rusa. Incluso se atreven a tildarlos de prevaricadores.
Por no hablar de lo llamativo que resulta que todos estos mamporreros del socialismo patrio, cuyo sustento y posición en los medios dependen de su capacidad para agradar al poder hasta la náusea, muestren ahora reparo en que se diriman las responsabilidades por los tejemanejes del secesionismo con el régimen de Putin para desestabilizar a España y a la UE. Es el mismo hatajo de hipócritas que, tras la invasión rusa de Ucrania, exhibían la bandera de este último país en sus perfiles y se mostraban deeply concerned por la desinformación e influencia ejercida por los rusos en algunas democracias occidentales con el objetivo de promover gobiernos afines. Deberían enarbolar en sus redes la única bandera en la que creen: la del PSOE. Periodismo servil y deshonesto tan responsable de la degradación democrática de nuestro país como el mismísimo gobierno.
«El PSOE podría diseñar una nueva reforma que redefina el terrorismo y la traición con el objetivo de evitar su aplicación a Puigdemont»
Pero el rechazo a la proposición de ley de amnistía en el Congreso no supone un adiós, sólo un hasta luego. El sanchismo maniobrará hasta donde sea menester para que el independentismo confeccione al prófugo la impunidad que éste necesita y no necesariamente disfrazándola de amnistía. Al igual que hicieron con la derogación de la sedición y la rebaja de la malversación, el PSOE podría diseñar una nueva reforma punitiva que redefina el terrorismo y la traición con el objetivo declarado de evitar su aplicación a Puigdemont.
Nuestra legislación penal está plagada ya de los nombres y apellidos de quienes la han retorcido para la consecución del privilegio de la impunidad. Cabe ahora preguntarse si una democracia que no dispone de resortes para impedir tales aberraciones ante la mirada impasible de los ciudadanos es digna de ser considerada como tal.