THE OBJECTIVE
Ricardo Dudda

Diccionario de ideas recibidas

«La tendencia a argumentar con ideas recibidas solo para marcar ideológicamente el debate tarde o temprano dejará de funcionar. Porque la gente se cansará» 

Opinión
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Diccionario de ideas recibidas

Ilustración de Alejandra Svriz.

La filósofa política Samantha Rose Hill dice que «el pensamiento ideológico nos aparta del mundo de la experiencia vivida, mata de hambre la imaginación, niega la pluralidad y destruye el espacio entre los hombres que permite que se relacionen de formas significativas». El pensamiento ideológico está a menudo sustraído de la realidad. En la izquierda revolucionaria es muy común: en los análisis marxistas-leninistas la prioridad es encajar la realidad en el molde, en vez de crear un molde a partir de la realidad. Por eso una parte de la izquierda radical habla de «capitalismo tardío» en una de las épocas de mayor dominio capitalista global (aunque no sea el modelo capitalista occidental clásico), por eso el PCE durante el franquismo anunciaba desde los cincuenta el fin del régimen: lo importante era el análisis ideológico, es decir la propaganda, y no la situación real. 

Pero también la ideología empaña debates mucho más prosaicos. El político contemporáneo, especialmente el de izquierdas, busca primero cómo etiquetar ideológicamente un problema antes de pronunciarse. El argumento es siempre sacado de un diccionario de ideas recibidas. Ha pasado recientemente con la propuesta del PP de hacer una EBAU, es decir, una Selectividad única en las 11 comunidades en las que gobierna. La idea es que el examen tenga «contenidos, criterios de corrección y fecha de celebración comunes». 

Ante la propuesta, el Gobierno del PSOE sacó el diccionario de ideas recibidas y buscó «centralismo». Y cuando saca el tema del centralismo, no tarda en salir Franco: es nuestra ley de Godwin. La ministra de Ciencia, Innovación y Universidades, Diana Morant, dijo que era una «ocurrencia»y una «frivolidad engañosa», pero no especificó muy bien por qué. Y coronó sus declaraciones con lo siguiente: «Imagino que esto de la EBAU única forma parte de su proyecto de Una, grande y libre».

«Lo que se busca es que el debate quede asociado a centralismo,  de ahí al franquismo, y de ahí al PP como heredero de Franco»

Es un argumento que no hay por dónde cogerlo, pero su objetivo no es la persuasión, claro. Lo que busca es que el debate quede asociado a esos términos: centralismo,  de ahí al franquismo, y de ahí al PP como heredero de Franco. No convence a la población general, porque no busca hacerlo, sino que su objetivo es marcar ideológicamente el debate: quien se considera afín al Gobierno, o quien no quiere ser asociado con la derecha, tiene que tener claro que ese debate ya está zanjado y la respuesta es «no». 

Pero alguien que no esté completamente sobrepolitizado y metido en el fango del oficialismo posiblemente piense que no es mala idea. Y si lo fuera, no es obviamente un centralismo franquista. Es gracioso que algunos comentaristas que piensan que es una medida franquista usan como argumentos cosas tan poco franquistas como un conflicto de competencias entre las comunidades autónomas y el Estado central. Lo mismo ocurre con la sanidad única: el reproche más común es el espectro del centralismo. ¿Por qué? Porque así lo dice el diccionario de ideas recibidas. 

La brecha entre el discurso ideológico y el pensamiento general es enorme. No es algo automáticamente negativo que un gobernante defienda ideas que no son representativas de la sociedad que gobierna: no me gustaría saber el resultado de un referéndum sobre la pena de muerte. Pero la tendencia a argumentar con ideas recibidas solo para marcar ideológicamente el debate tarde o temprano dejará de funcionar. Porque la gente se cansará. 

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