Monedero, el oligarca
«Por muy buenas intenciones que algún partido político tenga, siempre acabará controlado por una minoría privilegiada que dirigirá de facto sus designios»
Todos conocemos en nuestros barrios o localidades esos locales comerciales que parecen estar gafados. Da igual qué negocio se instale allí, a los seis meses ha quebrado. La situación de un local tiene un peso fundamental en el éxito de un negocio y, a pesar de ello, empresario tras empresario siguen alquilando el mismo local ignorando las experiencias negativas de empresarios previos. ¿Por qué? Sin duda porque cuando uno pone todo su empeño e ilusiones en un determinado proyecto hace gala de un optimismo imaginario que le hace subestimar los riesgos reales. Uno siempre piensa que él no va a cometer los errores que han cometido otros antes, que será capaz de hacerlo mejor. A veces sucede, pero la gran mayoría de las veces no es así.
En política sucede algo parecido. El sociólogo Robert Michels estableció hace más de cien años lo que él llamó la ley de hierro de las oligarquías. Lo hizo tras estudiar varios partidos de izquierda europeos y llegó a la conclusión de que, a pesar de presentarse a sí mismos como órganos democráticos fundamentados en sus bases, realmente están controlados por una pequeña oligarquía de dirigentes. Al igual que todos los demás.
Se trata de una ley de hierro porque es innegociable, como las leyes de la naturaleza. Por muy buenas intenciones que algún partido político tenga, por muy participativo y demócrata que parezca ser su proceso de toma de decisiones, siempre acabará controlado por una minoría privilegiada que dirigirá de facto los designios del partido. La oligarquía, o eso que en Podemos llamaban «la casta».
Cuando Podemos comenzaba a despegar, el politólogo gallego Miguel Anxo Bastos le recordaba, en un debate televisivo, a Juan Carlos Monedero que su partido político sería también presa de la ley de hierro y que acabarían sucumbiendo ante el inevitable control de una minoría oligárquica. Con su estilo habitual, Monedero trataba de explicar a Bastos que conocía muy bien esa ley de hierro y que, precisamente por eso, en Podemos habían tomado medidas para evitarla. Como si uno pudiera tomar medidas para evitar que la ley de la gravedad o el segundo principio de la termodinámica apliquen en su vida.
«La política está llena de advenedizos que creen que las cosas se pueden hacer de otra manera»
Así, Monedero le comentó que habían limitado los sueldos de los representantes de Podemos a tres veces el salario mínimo (algo que olvidaron cumplir), que después de sus mandatos deberían volver a sus puestos de trabajo originales (algo que casi ninguno cumplió) o que los líderes podrían ser quitados de sus cargos por las bases (algo que también eliminaron cuando les hizo falta). En definitiva, Podemos fue una víctima más de esa ley de hierro a la que pretenciosamente creían que no iban a estar sometidos. Las purgas estalinistas dentro de la organización o los nombramientos a dedo (como el de Yolanda Díaz) no son más que ejemplos adicionales de que en Podemos eran también, simple y llanamente, casta.
Pues bien, hace unos días Monedero concedió una entrevista radiofónica en la que le preguntaron abiertamente cuáles habían sido las razones del estrepitoso fracaso del partido morado. Hete aquí que, de forma muy honesta, contestó lo siguiente: «una cosa que explicamos en clase que luego no fuimos capaces de conjurar, que es la ley de hierro de la oligarquía, que al final las formaciones políticas o cualquier organización termina siendo gestionada por un grupito». En algún lugar cerca de Santiago de Compostela, Miguel Anxo Bastos esbozaba una sonrisa.
La política está llena de advenedizos que creen que las cosas se pueden hacer de otra manera. Que en el pasado las cosas no funcionaron porque «no se hicieron bien», pero afortunadamente han venido ellos para mostrarnos cómo han de hacerse. El Socialismo del siglo XXI (el de Venezuela) iba a funcionar porque el anterior (el de la Unión Soviética o el de Cuba) no eran verdadero socialismo. Podemos iba a funcionar porque entendían la ley de hierro de la oligarquía y habían puesto cortafuegos para evitarla. Sumar va a funcionar (esta vez sí que sí) porque Podemos no representaba la verdadera voluntad del pueblo. Y así, hasta el infinito.
Nada cambiará, no puede cambiar precisamente porque es una ley de hierro. Innegociable, inevitable e ineludible. Podrán engañarle durante un tiempo, podrán disfrazar todo de participación democrática, llenarse la boca con «las bases» y llenar Vistalegre para hacer gala de una política asamblearia de patio de colegio. Pero en cuanto pisen la moqueta olerán el poder. Y el poder no se suelta a no ser que te echen. Entonces harán todo lo necesario para mantenerlo y la lucha cruenta entre personas que antes eran camaradas y ahora enemigos acérrimos acabará dando al traste con todo aquello que una vez soñaron. No lo digo yo, lo dice Monedero, que en algún momento fue oligarca y ahora es profesor, como antes de empezar. Al menos él sí cumplió lo que dijo.