Que no gobierne el PP
«Si para el elector izquierdista lo prioritario es derrotar a la derecha, para el derechista es que ganen sus siglas o que se oiga a los suyos»
La paradoja política en España es que la izquierda, la gran emotiva, es racional en el voto, mientras que la derecha tiene mente tecnocrática pero vota con el corazón. Ocurrió el 23-J, cuando el electorado de la izquierda catalanista, ERC, se pasó al PSOE para detener a un posible gobierno de coalición entre el PP y Vox. Antes había ocurrido en Andalucía, cuando el votante de Podemos se fue al PSOE para evitar la victoria de Moreno Bonilla. Y está pasando a nivel general. Tras comprobar la inutilidad de Sumar y Podemos, inmersos en batallitas entre mediocres, su elector busca refugio en el sanchismo.
Ahora, en Galicia el PSOE ha hecho campaña por el BNG como ariete contra el PP. Esto ocurre porque ninguno de estos partidos contrarios a la derecha hace campaña uno contra el otro, lo que facilita el trasiego de los votantes. A ningún ciudadano de izquierdas y aledaños nacionalistas le pesa la conciencia si se pasa de Podemos al PSOE o Bildu, del PS de Galicia al BNG, del PSC a ERC si es necesario, así como el resto de combinaciones. Han conseguido un modus vivendi basado en el sentimiento de comunidad circunstancial frente a la derecha que empuja a la racionalidad a la hora de votar.
Sin embargo, a la derecha esto no ocurre. Nunca hubo esa alianza de intereses entre el PP y Ciudadanos. Ahora hay una absorción de los restos del naufragio centrista. La unidad de acción se ha producido cuando uno de ellos, el partido de Rivera y Arrimadas, ha fallecido. Antes Cs coqueteaba con el PSOE y urdía mociones de censura contra el PP, al que denostaban y del que se reían. Véase lo ocurrido en la Comunidad de Madrid entre 2019 y 2021. Hoy llaman a las puertas de Génova pidiendo trabajo.
«La izquierda responsabiliza siempre a la derecha, y, sin embargo, ésta se echa los trastos a la cabeza entre un partido y otro»
Tampoco pasa entre el PP y Vox. Los de Abascal son fieles a su origen en este aspecto. Si nacieron porque los populares habían abandonado la guerra cultural, era lógico que se centraran en atacar al PP. Ahí estaba su caladero de votos, o eso pensaron en cuanto dejaron de ser un partido testimonial de tertulia marginal. Llenaron su discurso de insultos para demostrar que Vox era la verdadera derecha, sin miedo a nada y a nadie, frente a un PP que era el PSOE del día después, cobarde hasta la náusea, poco viril y menos patriótico.
Si los votantes de la derecha fueran como los de la izquierda, el próximo domingo en Galicia actuarían de una forma racional. Elegirían al PP para evitar que en esa región gobierne un partido que quiere destruir el orden constitucional y salir de España. Cuando se dice esto, y se comprueba que el ciudadano joven y movilizado se decide por el BNG, el dirigente de Vox culpa al PP gallego por abanderar el galleguismo y su lengua. Esa es la diferencia: la izquierda responsabiliza siempre a la derecha, y, sin embargo, ésta se echa los trastos a la cabeza entre un partido y otro.
Si para el elector izquierdista lo prioritario es derrotar a la derecha, para el derechista es que ganen sus siglas o que se oiga a los suyos. Es legítimo, pero poco práctico. Luego, en la derrota, mientras lo celebran en Ferraz, vienen las lamentaciones y las acusaciones mutuas entre los partidos de la derecha. ¿Es útil que Vox se presente en circunscripciones donde no va a sacar nada, pero puede ganar el BNG por un puñado de votos? Habrá quien piense que el PP se lo ha buscado, y que cuanto peor, mejor, a ver si espabilan. Perfecto, porque es justo lo que la izquierda quiere que piensen, que no gobierne el PP.