THE OBJECTIVE
Rosa Cullell

In-Inde-Indepen-den-cia

«Cataluña lleva más de una década sin decidir nada, sin llegar a ninguna parte política o económicamente. No hay proyectos en favor de la sociedad catalana»

Opinión
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In-Inde-Indepen-den-cia

Ilustración de Alejandra Svriz.

El tiempo pasa y los nuevos eslóganes no caben en la Constitución:  la palabra libertad ha pasado al olvido, la amnistía pretende perdonar el terrorismo y se aplaude la rebelión de las autonomías contra España. Los nacionalismos identitarios andan sobrados de autoestima. El hundimiento del PSOE en Galicia marca el comienzo de lo que está por venir. Para muestra, un disparatado botón: la Mesa del Parlamento catalán ha admitido a trámite una ILP (Iniciativa Legislativa Popular) para que se declare la In-Inde-Indepen-dèn-ciá unilateral. Ese es el eslogan de quienes piensan que su pueblo no es el nuestro. «Inadmisible», dijeron los letrados de la cámara. Y las risas se escucharon hasta en Madrid.  

El independentismo está más empoderado que Podemos y suma más éxitos que Sumar. Ser de izquierdas es lo de menos. En el mercado de votos cotiza al alza el «progresismo» monolingüe, un saco en el que cabe desde el Bildu de la kale borroka hasta el Junts del pujolismo burgués de toda la vida. A su alrededor, se mueven otras terceras figuras históricas, como esa Esquerra Republicana oculta por la sombra de Carles Puigdemont o ese nuevo PNV sin líder que ve venir el sorpasso de la banda (ya desarmada) de Arnaldo Otegi en las elecciones vascas.  

El letrado Xavier Muro, secretario de la comisión de control de las ILP en la Cámara catalana, ha dicho que la petición de volver a declarar la independencia vulnera el Estatut y el diseño constitucional. Y qué más dará. La política parlamentaria de hoy se asemeja a las asambleas universitarias de los setenta. Tras horas de discusiones entre maoístas, trotskistas y comunistas, harto el personal de dar vueltas dialécticas, los que aún no se habían ido al bar de la facultad votaban convocar otra asamblea… Para la siguiente semana. 

Cataluña lleva más de una década sin decidir nada, sin llegar a ninguna parte política o económicamente. No hay proyectos en favor de la sociedad catalana. El dinero se va en vacuos procesos de palabrería que se estiran como un chicle bazooka. El actual Parlament está ocupado por líderes disparatados y obedientes, a los que pocos catalanes ponen cara y, menos aún, nombre. La mediocridad se palpa en el ambiente. Lo de menos es la ley; a los letrados que presentan informes desfavorables ya no les hacen caso ni los ujieres. Por el momento y hasta nueva orden (de Puigdemont) se trata de mantener vivo el caliu, el fuego independentista. Y conservar los sueldos, que están muy por encima de los que se pagan en la calle. 

Los dos representantes de Junts en la mesa votaron a favor de la propuesta de Solidaritat Catalana, un oscuro y poco conocido grupo. A la decisión de esos izquierdistas exconvergentes se sumó el voto (sólo uno) de la CUP, organización anticapitalista en vías de extinción. Los antisistema —hijos y nietos de nacionalistas de toda la vida— ya no tienen ni un edil en el Ayuntamiento de Barcelona, pero son cruciales en la estrategia de sus mayores. Los niños están haciendo carrera. No se les puede pedir más.

«En eso se ha convertido la política, en un juego de utilidades y desacatos puntuales que asustan un poco al enemigo»

Por su parte, los políticos de ERC, que desgobiernan la Generalitat en franca minoría y se resisten a perder el poder convocando elecciones anticipadas, decidieron abstenerse. Se pusieron de perfil  para declarar que no ven la «utilidad» de volver a la unilateralidad. En eso se ha convertido la política, en un juego de utilidades y desacatos puntuales que asustan un poco al enemigo, pero no mucho, no vaya a ser que se enfade. Parece una de esas películas cómicas sobre la Guerra Civil que se rodaban durante la Transición en las que los bandos se observaban sin atacar. Al paso que vamos, Pedro Sánchez soltará una vaquilla y Bolaños llamará al enemigo.   

El PSC (Partit dels Socialistes de Catalunya) votó, suavemente, en contra.Tras calificar la  propuesta de independencia unilateral como «extemporánea» —bonita palabra—,  recordaron a sus colegas indepes que «la sociedad catalana apuesta por pasar página».

La desconocida Solidaritat Catalana, que en 2010 lideraba Joan Laporta (presidente del Barça), celebró su martes de gloria al conseguir pasar un texto que, una vez más, incumplía todas las normas. Solidaritat parece ser el último brazo subvencionado, sin luces ni taquígrafos, de un nacionalismo conservador y secesionista que exige la amnistía para los acusados de terrorismo, de malversación o de lo que haga falta.

«El PSOE parece condenado a pactar todo por la patria, pero sin la patria»

Muchos creen que, por tener este apellido lleno de elles, entiendo lo que está pasando. La verdad es que los partidarios de la autodeterminación unilateral, con esa seguridad que les da sentirse superiores al resto de ciudadanos, siempre me sorprenden con algún nuevo movimiento hacia la nada. El último gesto, feo de verdad, se produjo hace unos días en el Congreso.  Al minuto de silencio por los dos guardias civiles asesinados en Barbate no asistió ni un solo parlamentario de Junts, ERC, Podemos o Bildu. Y el único diputado del BNG  presente en la sala, salió  corriendo al saber el motivo del homenaje. Esa gente es la que está moviendo los hilos de España.

Pedro Sánchez,  tras sufrir otra estrepitosa derrota, ahora en Galicia, ha vuelto al ruedo decidido a no mirar a su alrededor, a descartar cualquier autocrítica, a seguir torciendo el gesto mientras acusa a otro (Alberto Feijóo) o a otros (los barones de su propio partido) de la situación que vivimos. Piensa que La Moncloa bien vale un misa y hasta un vía crucis. Conforme avanza la legislatura de los pactos contra natura, Sánchez alarga su pena y el socialismo su cruz. El PSOE parece condenado a pactar todo por la patria, pero sin la patria.

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