THE OBJECTIVE
Pilar Cernuda

Aún queda espacio para la 'boutade'

«Sánchez es el problema, él es el culpable de que los candidatos, los de mayo y Besteiro ahora, reciban el varapalo dirigido al presidente de Gobierno»

Opinión
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Aún queda espacio para la ‘boutade’

Ilustración de Alejandra Svriz.

El descalabro ha sido tan monumental que Pedro Sánchez decidió callar y dejar en manos de sus colaboradores, de sus ministros —siempre dóciles, siempre fieles a los argumentarios— que hablasen por él. Pero hay silencios que matan, porque indican que el afectado no encuentra la manera de explicar un desastre, utilizar las palabras adecuadas para el pésame o para dar ánimo a las ánimas que vagan sin esperanza.

Nueve, nueve escaños que duelen como nueve puñales. Ni siquiera los dos dígitos, ni siquiera diez. Nueve. ¿Reacción en la ejecutiva? Que hay que potenciar los territorios, que traducido en cristiano significa que la culpa del fiasco es de los candidatos, del candidato. Como si Besteiro fuera el malo de la película… Ha hecho todo lo que podía, pero la realidad es la que es aunque Pedro Sánchez se niega a aceptarla, mira hacia otro lado cuando la tiene bien delante: él es el problema, él es el culpable de que los candidatos, los de mayo y Besteiro ahora, reciban el varapalo dirigido al presidente de Gobierno.

La sumisión a Puigdemont pasa factura. Repiten los socialistas estos días que la amnistía no ha influido en el resultado gallego, y alegan que el BNG, partido con subidón, defiende la amnistía. Lo que no entiende el presidente, o no quiere entender, ni tampoco los que hacen suyo todo lo que dice Sánchez aunque sea disparatado, es que los españoles, ahora los gallegos, saben perfectamente lo que se cuece en política. Y una cosa es promover una ley de amnistía porque lo exige Puigdemont, y otra muy distinta apoyar la amnistía como hacen el BNG y otros partidos. Pedro Sánchez pone en marcha el mecanismo para que se apruebe una ley que no hay por dónde cogerla, mientras que Ana Pontón se limita a dar su visto bueno. La diferencia es abismal entre lo que defiende uno y lo que defienda otra.

En el caso de Pedro Sánchez no le mueve la ideología, ni las convicciones, mucho menos la misericordia y la caridad; tampoco el sufrimiento ante el sufrimiento de los demás, sino que le mueve la obsesión por mantenerse en la presidencia del Gobierno a pesar de no haber ganado las elecciones. Y para eso está dispuesto a pagar lo que sea. A Puigdemont y, si se terciara, hasta es posible que incluso se planteara negociar con Vox si sus escaños fueran fundamentales para sus intereses. Los principios los ha dejado de lado hace mucho tiempo. De la misma manera que abjuraba de Podemos y lo metió en el Gobierno, y abjuraba de Puigdemont y ahora acepta su chantaje, no es disparatado que estuviera dispuesto también a preguntar a Abascal qué pediría a cambio de prestarle su apoyo. Que no, que no es una boutade, que Sánchez no tiene límites, lo ha demostrado con largueza. Cabe todo en esta España sanchista.

Cuando escribo estas líneas llega la noticia de que el Parlamento catalán pretende aprobar una ley para declarar unilateralmente la independencia. Ya lo hicieron una vez ¿recuerdan? Les pudo el miedo y la anularon a los pocos segundos, no fuera a ser que los tribunales los metieran en cintura. Si lo intentan ahora es porque los parlamentarios independentistas, y quién sabe si algunos que no lo son, han advertido que Pedro Sánchez se ha puesto a las órdenes de Puigdemont, así que por qué no intentarlo.

«Si alguien ha salido absolutamente escaldado de estas elecciones ha sido, más que nadie, Pedro Sánchez»

Galicia era la prueba del algodón para Feijóo, decían los seguidores de Sánchez. Pues bien, la ha superado con éxito ¿Y ahora qué? ¿Solo era prueba del algodón para Feijóo? ¿Quién decide qué elecciones son plebiscito para unos y no plebiscito para otros? Porque si alguien ha salido absolutamente escaldado de estas elecciones ha sido, más que nadie, Pedro Sánchez. Que promovió a Besteiro primero y, después, con su apuesta inequívoca por él, provocó que los adversarios no lograran los avales necesarios para presentarse a primarias. Así funcionan ahora las cosas en el PSOE.

En algún momento, quizá en junio, cuando se celebren elecciones europeas, si el PSOE continúa cuesta abajo empiece a verse reacción en figuras del partido que ahora callan porque temen represalias, o callan por lealtad mal entendida. Esas elecciones pueden significar un antes y un después en el PSOE. Con circunscripción única, no cabe por tanto la excusa de que en ese territorio históricamente ha dominado el PNV, o el PP, o un partido regional muy consolidado, como hacen ahora los socialistas cuando vienen mal dadas.

En junio llegará la hora de la verdad, y si el PSOE de Sánchez sale mal parado, lo justo sería que su partido lo mandara a casa antes de que desaparezca como otros partidos socialistas europeos bien conocidos. Si sale triunfante, es también de justicia que los que consideramos a Sánchez un peligro para España, callemos. Y nos traguemos la decepción y, por qué no decirlo, la ira que nos invade cuando asistimos a la descomposición de esta España irreconocible.

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