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Tadeu

El ser o no ser de Feijóo

«En la probable hipótesis de un gobierno del PP, sería ingenuo considerar que es el principio del fin del sanchismo: por mucho que el socialismo gallego coseche, con toda probabilidad, los peores resultados de su historia, ello no afectará en nada a la coalición antiespañola que gobierna…»

Opinión
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El ser o no ser de Feijóo

Alberto Núñez Feijóo.

En un ejercicio ya de masoquismo, ya de gafismo, ya de vértigo, la encuesta que la televisión pública gallega (TVG) va a difundir esta noche es la de Narciso Michavila (Gad3), el padre de la amarga victoria de Feijóo el  pasado 23 de julio pasado, aquella que inició un ciclo insólito e inédito en la democracia española: los nacionalistas ya no se abstendrían para dejar gobernar al partido ganador de Sánchez con la ayuda de Podemos, sino que votarían a favor de que gobernase el partido perdedor de Sánchez con la rémora de Sumar

¿Será la de hoy una repetición del 23 de julio? De ser así el destino de Feijóo El Breve estaría prácticamente sellado.

El control de daños de Feijóo al reconocer, seis meses después y ante la amenaza de que lo filtrasen los otros, sus contactos con los de Puigdemont para recabar su apoyo para su investidura, a cambio de un indulto ajustado a Derecho, ¿laminará suficientemente al candidato Rueda como para quedar por debajo del listón de los 38 diputados de la mayoría absoluta? El voto del extranjero, mayormente argentino,  ¿podría ser decisivo y hasta darle un escaño a Vox, el candidato de Javier Milei? ¿Democracia Ourensana, un partido carnavalesco, conseguirá un escaño y será éste decisivo? 

Más allá de tales vanas especulaciones, este domingo se juega en Galicia mucho más que la continuidad del PP en el gobierno autonómico de unos de sus feudos más tradicionales, pues no en vano el PP de Galicia ha sabido a lo largo de los años ser un partido regionalista capaz de atraer a una parte del voto nacionalista. 

El cambio profundo para todo el país que, gobierne quien gobierne, va a vivirse hoy en Galicia es que el BNG (el socio de ERC y de Bildu en las Europeas) se convertirá por primera vez en una alternativa plausible de gobierno (y la antesala a que pueda gobernar Bildu en el País Vasco de la mano de los socialistas). 

Si además gobernase, resucitaría la ensoñación de aquel frente trilingüe Galeusca, que fracasó durante la República llamado (Galiza, Euskadi y Catalunya), ya entonces dinamitero de la unidad nacional. Pues cuando el socialismo español se convierta en el socio menor de todos los nacionalismos periféricos en el poder será cuando en verdad haya pasado a mejor vida la democracia del 78. 

Sea como fuere, y a corto plazo, en la muy probable hipótesis de un repetido gobierno del PP, sería ingenuo considerar que eso marcará el principio del fin del sanchismo: por mucho que el Partido Socialista de Galicia coseche los peores resultados de su historia, ello no afectará en nada a la coalición antiespañola que gobierna el Estado

Un gobierno del BNG con los socialistas, en cambio, sí supondría el final del principio de Feijóo, su cuestionamiento como alternativa a Sánchez y su pronto reemplazo por el único recambio realista a disposición: el de la explosiva, popular y orgullosamente populista Isabel Ayuso.

Ahora bien, ¿de qué le sirve al PP tener mayoría absoluta en el Senado, gobernar en la mayoría de las regiones y capitales de provincia, en un país tan descentralizado, si a la postre, el gobierno social-comunista de Sánchez, coalición de perdedores con apoyos nacionalistas, decide lo sustancial, marca las prioridades, toma las decisiones nacionales e internacionales, y manda en el presupuesto, madre del cordero de todas las políticas?

La permanencia de Sánchez en el poder no depende de que los jueces españoles sean más o menos constitucionalistas o de que las instituciones europeas dificulten la aplicación de su innoble amnistía, como cándidamente esperan los que todavía creen que siempre prevalecerá el estado de derecho. Al revés, cuanto más tarde en aplicarse ésta, menos nuevas exigencias tendrá que satisfacer Sánchez, las de las dádivas económicas, y especialmente la del referéndum de autodeterminación, bajo la forma que sea (pues incluso lo sería el someter a votación el antiguo estatuto recauchutado y declarado inconstitucional en 2010). 

La legislatura llegará con toda probabilidad a su término, sean cuales sean los peajes que haya de pagar Sánchez, pues a todos los socios interesa, sabedores del  inmerecido regalo que supuso el resultado contra pronóstico del 23 de julio. Nunca tan pocos votos abstencionistas o veraneantes supusieron tanto.

Coda democrática) Con este telón de fondo electoral español, surgen preguntas de mucho mayor calado y más inquietantes.  ¿Es todavía un democracia aquella en la que el que gobierna está dispuesto a todo (hacer lo contrario de lo que dijo que haría si ganaba) para impedir que otro partido democrático de signo contrario acceda al poder? ¿Es todavía una democracia aquella en la que las coaliciones de perdedores gobiernan en contra del partido ganador con el fin de desmontar el sistema constitucional desde dentro?

Tal vez habrá que  acabar aceptando que una democracia es aquel sistema en el que –como dijo Vargas Llosa en relación con algunos resultados de elecciones en Latinoamérica–  el pueblo muchas veces no ha sabido votar bien.

Coda europea) La respuesta a estos peligros sólo puede ser más Europa. Nunca hay que dejar de repetir que en el Parlamento Europeo (el más importante parlamento del continente, el que decide presupuestos, propone directivas y nombra a la Comisión) los diputados socialistas, conservadores (y los liberales) siguen votando conjuntamente en la inmensa mayoría de las cuestiones medulares. Las elecciones europeas de esta primavera, donde por primera vez los antieuropeístas podrían ganar, son por lo tanto las más importantes de las últimas décadas  para que el proyecto europeo prevalezca y permanezca sólido el núcleo fundacional de los valores de la Ilustración y de la democracia liberal.

Coda Navalny) La muerte del opositor que eligió volver y sacrificar su vida, para que al menos alguien plantara cara a Putin desde dentro, ha activado el típico e inútil coro de plañideras que suele practicar Occidente en estos casos. De aquí dos semanas quién se acordará del héroe caído. La economía rusa va a crecer este año el doble que la del resto de Europa, según el FMI. La guerra en Ucrania sienta bien a Rusia. El conflicto no acabará con Putin sino que prolongará su dictadura mientras dure. Y desde fuera, el que el futuro de Ucrania vaya a depender de si un payaso gane a un gagá,  y vuelva a ocupar la Casa Blanca, en la que ya dejó de ser hace tiempo la principal democracia del mundo, da la medida de la decadencia de Occidente (por engolarnos una vez a lo Spengler y sin que sirva de precedente).  

Mientras, Zelensky reclama y clama por que los haberes congelados de Rusia en los bancos occidentales se utilicen para rearmar a su ejército y reconstruir su país. Nada de eso ocurrirá. Sería un mal precedente para las sucias fortunas de las petromonarquías en los bancos occidentales, y el riesgo de que China se convierta en el banquero global. La patada de Trump en el trasero de la Otan ha de servir para el despertar de Europa como potencia armada. Y para su reencuentro con el Reino Unido.

Cuestionario maldito a Narciso Michavila:

–Defina los sondeos – El arte de fallar sin que se note demasiado.

-¿Por qué insiste en hacer vaticinios? – De algo hay que vivir. Y de algo han de vivir.

– ¿Es decir? – Fallemos o no, nos necesitan.  Las encuestas son la sal de la tierra, sin ellas la democracia sería aburrida, estéril; y si la democracia no es entretenimiento, ¿quién iría a votar?

– ¿La gente miente cuando se le pregunta? – Por supuesto. Si dijeran la verdad, no haría falta celebrar elecciones.

– ¿Qué opina de los partidarios de que haya dos vueltas? – Sería partidario de revotar a la semana de las elecciones: sólo conociendo el resultado se puede votar sabiendo qué cojones has votado realmente.  Pero eso haría inútiles los sondeos.

–¿En tal caso, los resultados serían diferentes? – O no. Pero así sería un voto con conocimiento de causa. Pero sería, como digo, muy aburrido.

–¿Sin sondeos se perdería la esencia de la democracia?  –  Sin duda, los sondeos son la base de la democracia, la gente necesita saber lo que creen que van a votar los otros.

–¿Para qué?  –Porque siempre se vota en contra de alguien.

–¿Gobernará algún día Feijóo? –Ganará no perderá.

–¿La Sibila de Cumas? – No, la Sibila de la Coma.

–¿Qué opina de las encuestas del CIS? – Al menos saben por qué mienten.

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