Sánchez sacrifica el PSOE
«Sánchez está implosionando su partido en una voladura lenta y eficaz en beneficio de sus intereses individuales y los de sus socios independentistas»
Los resultados de las elecciones de Galicia han puesto de manifiesto que el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) sigue en caída libre en cuando la cita es autonómica. Y en el caso gallego los socialistas han obtenido los peores resultados de su historia. No es la primera vez que le ocurre. Antes fue Ayuso en Madrid, que además se cargó a Iglesias y mandó al PSOE a ser tercera fuerza. También Moreno se lo hizo en Andalucía con otra absoluta y en pocos años ha hecho olvidar las décadas de gobiernos socialistas. La debacle del PSOE en las autonómicas siguió el 28 de mayo. Resistió Castilla-La Mancha, pero no fue efecto de Sánchez, sino Emiliano García-Page el autor de ese triunfo. Un Page que es ya la única resistencia real al poder autócrata de Pedro Sánchez y además el único cargo socialista con mayoría absoluta. Será por eso el rechazo que despierta entre los fieles del líder que llegan como Óscar Puente a insultar al presidente manchego diciéndole que está en el extrarradio del PSOE.
Y puede que sea verdad. El PSOE de Pedro Sánchez, ese candidato que no ha visto en su vida una mayoría absoluta, y ni siquiera una victoria clara, lo que sí ha conseguido es maniatar, controlar y silenciar las estructuras y a muchos militantes de lo que antes era el Partido Socialista Obrero Español. Lo está implosionando en una voladura lenta y eficaz en beneficio de sus intereses individuales y también de la de sus socios independentistas, que siguen haciendo crecer los chantajes porque saben que Sánchez está dispuesto a todo con tal de mantenerse en el poder.
Sánchez está canibalizando a su propio partido hasta el punto de que el partido socialista ha dejado de ser socialista hace tiempo. Ya no buscan la solidaridad ni la justicia social. A este PSOE lleno de palmeros justificadores de las adicciones del líder al voto de los socios independentistas, le importan más los votos de un partido de ultraderecha xenófobo presidido por un prófugo que todos sus antiguos ideales socialistas. No les importa, e incluso castigan al que critica que prefieran primar a los independentistas insolidarios que fomentar la mejor redistribución territorial de los recursos. Nada hay menos socialista que un independentista o nacionalista. Pero eso da lo mismo si no sirven para que Sánchez siga en la Moncloa.
Tampoco parece que les guste especialmente defender el adjetivo español del PSOE cuando es capaz de una ley de amnistía que rompe la igualdad de los españoles ante la ley. O que calle siempre sumisamente sobre algo tan crucial como que la esencia de sus socios es la ruptura de España. No son Bildu, ni PNV, ni ERC, ni Junts, ni BNG partidos que crean en el bien de España. Se aprovechan de cada uno de los derechos que tienen garantizados todos los españoles por la Constitución para atacar e intentar destruir esa misma Constitución ante un PSOE que calla y concede siempre.
Y, sin duda, la mayor pérdida que ha tenido el PSOE ha sido el propio sujeto de partido. Ya no es partido. O al menos ese partido que fue columna vertebral de la Transición y de la Constitución del 78 y cuyos gobiernos en los ochenta dieron el impulso de modernidad que necesitaba España. Y lo hicieron con un presidente como Felipe González que sigue siendo el que mayor poder ha obtenido en el Congreso en toda la historia. Con 202 diputados González respetaba y escuchaba a toda las familias y opiniones presentes en la estructura orgánica de su partido. Las ejecutivas, los comités federales eran totalmente representativos de las distintas sensibilidades que convivían en el PSOE.
«Sánchez sigue. No le importa destrozar a su propio partido para el futuro en todos los territorios de España en los que no haya independentistas»
Lo que fuera un partido federal, fuertemente estructurado, ha quedado como una reunión de supervivientes en cada comunidad que aspiran a que el dedo del autócrata Pedro Sánchez les señale para algún cargo parlamentario o que sean reclamados en esa nueva casta compuesta por centenares de supuestos asesores que engordan las cuentas de gastos de cada ministerio. Aplauden y apoyan como norcoreanos cualquier cambio de opinión de Sánchez.
Es muy preocupante observar que pareciera que lo importante para el PSOE de Sánchez de los resultados producidos en Galicia no es reconocer su hundimiento electoral, sino celebrar el crecimiento de una fuerza independentista como el BNG a la que han hecho la campaña y ahora le hacen la ola, como si ellos fueran suyos. Y es que puede que lo sean.
El juego de Pedro Sánchez —que nunca ha ganado con suficiencia unas elecciones y que siempre ha tenido que sobrevivir de los pagos a los chantajes que ha tenido que sufrir y pagar a sus «amigos Frankenstein»— es seguir en su huida hacia adelante. La ley de la amnistía será de nuevo la apuesta de un gobierno que no gobierna. Para ellos, para los socialistas, y pronto para sus portavoces mediáticos, la durísima derrota y la mayoría absoluta del PP en Galicia no tiene nada que ver con la ley de amnistía.
Puede ser. O no. Ha tenido que ser otra vez Emiliano García-Page quien pusiera a la gallega la contra pregunta: ¿Si el PP hubiera perdido la mayoría absoluta estaría el PSOE alardeando de que a los españoles no les importa la ley de amnistía? No lo duden. Esa es la cuestión. Incluso perdiendo intentan convencer de que nadie ha castigado la ley de amnistía. Nadie se lo cree y Page no calla y especifica el desastre: «El PSOE se encuentra en un ciclo difícil, adverso y hostil desde el 2020. Hay que realizar una reflexión profunda para que el ciclo no se convierta en ciclón».
Reflexión y autocrítica son palabras que no entran en el ego de Sánchez ni en sus portavoces que como si fueran Xavi, el entrenador del Barcelona, dicen que la culpa ha sido de «falta de tiempo». No son justificaciones, son lamentables excusas de un PSOE en mínimos y cuyo principal socio, Sumar de la gallega Yolanda Díaz, ha restado y no entran en el Parlamento gallego. Eso por no hablar del lamentable ridículo de Podemos, que parece que han dejado de poder para siempre.
Sánchez sigue. No le importa destrozar a su propio partido para el futuro en todos los territorios de España en los que no haya independentistas. No le importa, porque ya lo ha hecho antes. Él sabe y confía siempre en su auténtico aliado que no es otro que Vox, el mayor movilizador del voto de izquierdas. Los de Abascal siguen sin pintar nada en Galicia, pero han sido el mayor factor para hacer perder la mayoría absoluta a los populares a nivel nacional. Y eso Sánchez, lo sabe y lo cuida también para el futuro.