¿Vamos o volvemos?
«¿Persistirán los empresarios catalanes en pedir estabilidad o volverán a sucumbir al tsunami quimérico que arrasa con toda posibilidad de prosperar y de crecer?»
El martes 20 de febrero se celebró en Madrid un acto muy interesante. Prometedor incluso. Foment del Treball, con el siempre hiperactivo Josep Sánchez Llibre al frente, presentó en la capital su think tank, la Sociedad Barcelonesa de Estudios Económicos y Sociales. Arropaban la iniciativa Antonio Garamendi de la CEOE, Gerardo Cueva de Cepyme y Miguel Garrido de CEIM. Suntuosamente patrocinados por algunas de las primeras espadas empresariales y financieras del país, lanzaron una mesa redonda de primer nivel sobre los desafíos humanos, políticos y económicos del siglo XXI.
El exministro, expresidente de la Comunidad de Madrid y exalcalde de la capital Alberto Ruiz-Gallardón moderaba a los alcaldes José Luis Martínez-Almeida (Madrid), Jaume Collboni (Barcelona) y María José Català (Valencia). El ministro de Industria, Jordi Hereu, clausuraría un acto en el que el todo Madrid y una buena parte de Barcelona hicieron cola para entrar. Diputados nacionales y autonómicos, concejales, empresarios, dirigentes sindicales, directores de periódicos y de grandes grupos de comunicación, desbordaron aforo y expectativas.
Revoloteaba por la sala una excitación que a mí por lo menos me trajo ecos, no exactamente nostálgicos, de la última conferencia de Jordi Pujol en Madrid antes de poner fin a su andadura como presidente ininterrumpido de la Generalitat durante 23 años. Lo de Pujol fue allá por 2003 en el Ilustre Colegio de Abogados de Madrid, también con ministros y presidentes autonómicos dando lustre a la platea.
Pujol se despidió entre lamentos y amenazas. Vino a considerar globalmente un fracaso la apuesta por el encaje de su Cataluña en la España de la Constitución de 1978. Se quejó de haberse estrellado contra un muro de interpretaciones «restrictivas» de la Carta Magna, se quejó de que los catalanes, con él al frente, habían obtenido mucho menos de lo que merecían, y lanzó una ominosa advertencia: después de él, de Pujol, vendrían el diluvio y un nacionalismo mucho más agresivo aún. Hay que reconocer que en esto último no se equivocó.
Más de 20 años después de aquel berrinche profético, Foment del Treball pide paso y pide pista para hacer posible el retorno a Cataluña por las buenas de las empresas ahuyentadas por las malas y por el procés…a la vez que aboga por el retorno del famoso seny al centro de decisiones de las Españas. Menos chantajear y más influir. Menos pulsos y más impulso. ¿Quién no se querría apuntar a eso?
«¿Quién representa a la Cataluña real, quién la hace entender en Madrid?»
En toda velada pueden surgir chistes involuntarios. Por ejemplo cuando Garamendi pidió a pleno pulmón «sumar» y, dándose cuenta en el acto, raudo matizó: «Bueno… sumar en buen plan». Risas estruendosas. No hacía ni dos días de las elecciones gallegas.
También estuvo sembrado Jaume Collboni cuando anunció: «Cataluña ha vuelto». Justo el mismo día en que los socios de Gobierno de Pedro Sánchez abrían paso a la tramitación en el Parlamento catalán de una iniciativa legislativa popular a favor de volver a la carga con pretensiones de declaraciones unilaterales de independencia que a día de hoy ni los ujieres tienen dudas de que son ilegales, inconstitucionales y hasta inmorales. Sobre todo si se les atizan 40.000 euros de dinero público para recoger firmas y hacer campañita hiperventilada de aquí a unos meses, cuando arrecien elecciones en Cataluña. Dicen que la alcaldesa indepe-lepenista de Ripoll, Sílvia Orriols, quien sabe si del bracete de Laura Borràs y Lluís Llach, ya está encargando carteles donde ponga «Moros fora i Puigdemont botifler…»
¿Quién representa a la Cataluña real, quién la hace entender en Madrid? ¿Esta gente o los empresarios que piden sanar la relación con el resto de España? Esos empresarios, a su vez, ¿van o vuelven? ¿Persistirán en pedir estabilidad o volverán a sucumbir al tsunami quimérico que arrasa con toda posibilidad de prosperar y de crecer? ¿Quién manda en la Generalitat? ¿El Pere Aragonès-míster Hyde que da plantón al Rey en la inauguración del Mobile en Barcelona o el Pere Aragonès-doctor Jekill que mendiga el apoyo del PSC a sus presupuestos? Salvador Illa, ¿aspira a salvarnos, aspira a salvarse o le da igual todo? ¿Habrá Hard Rock esta vez? ¿Y ampliación del aeropuerto del Prat? ¿Y B40?
En tiempos de Artur Mas, de cuyos polvos vienen los presentes lodos, mucho se habló del trágico malentendido que llevó a algunos en «Madrid» a pensar que era imposible que alguien tan trajeado y repeinado fuera en serio con esto de la independencia. O lo bastante en serio como para que se le fuese de las manos. ¿Cuántas veces hay que cometer el mismo error? ¿Cuántas reuniones con Junts hacen falta para que Alberto Núñez Feijóo se convenza de que hay lianas podridas de las que mejor no colgarse, de que no hay atajos para saltar de la selva sanchista a la Moncloa?
Cualquier catalanet y/o tierno españolito que, como yo, se asomara el martes 20 un momento por casualidad al Palacio de Miraflores de Madrid y se encontrara con que la Cataluña que levanta persianas todavía suscita tanto morbo, tanto interés, tiene a la fuerza que hacerse ilusiones. No todo está perdido. Pero hay que hacer un esfuerzo de no volver a tirar por el camino de en medio y, sobre todo, no volver a mentir. Nunca más. A nadie. A ver, un valiente para decir la verdad el primero…