THE OBJECTIVE
Anna Grau

Minuto de silencio, hora de la verdad

«No quisieron honrar a los guardias civiles asesinados. Lo más insufrible para ellos era recordarles que en Cataluña también nacen héroes de la Guardia Civil»

Opinión
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Minuto de silencio, hora de la verdad

Ilustración de Alejandra Svriz.

El pasado 9 de febrero, dos guardias civiles son asesinados en el puerto de Barbate. Consternación generalizada en todo el país. O casi. Cuando en el Parlamento de Cataluña intentamos aprobar una declaración institucional de condena de los asesinatos, apoyo a las familias y reivindicación de los medios necesarios para que los agentes de las FSE no estén tan expuestos ante las mafias de la droga, sólo tres de los ocho grupos representados en el Parlamento catalán (Ciudadanos, PP y Vox) estábamos de acuerdo. Los otros cinco (PSC, Junts, ERC, Comuns y CUP) estaban en contra.

Llegó a haber dos propuestas de declaración encima de la mesa. Una de Vox y una de Ciudadanos, apoyadas ambas por el PP. Y por nadie más. Aunque ambas declaraciones coincidían en el núcleo duro de lo que se pedía, diferían en la exposición de motivos. La de Vox aunaba la denuncia de los asesinatos de Barbate con reflexiones sobre el alcance del narcotráfico en Cataluña que se podían compartir más o menos, es decir, que dejaban más en el aire las posibilidades de consenso. En Ciudadanos optamos por ir mucho más al grano. No queríamos dar a nadie ni la más mínima excusa para no apoyar una declaración que habríamos querido generosa y unánime.

Para quien no esté familiarizado con cómo son las cosas de verdad en Cataluña, para quien viva en mundos progres y felices como los que describen en artículos y entrevistas recientes desde Javier Cercas a Eduardo Mendoza: hablar bien, o simplemente con respeto, de la Guardia Civil frente a un separatista catalán, es como duchar con agua bendita a un vampiro. Si a quien esto firma, que jamás ha ceñido tricornio ni ingresado en instituto armado alguno, le discuten día sí y día también la catalanidad, llamándola colona o ñorda, ya se figurarán de qué son capaces con un guardia civil, sin importarles que haya nacido en Barcelona o en Terrassa. Ni que haya muerto en acto de servicio, arrollado por una narcolancha.

No hubo modo. No hubo manera. No quisieron honrar a los guardias civiles asesinados. Ni al nacido en Cataluña, que no era más ni menos que el otro, pero que a los que anteponen lo pueblerino a lo humano, ya les podía haber tocado alguna fibra. Pues a lo mejor sucedió justo lo contrario. A lo mejor lo más insufrible para ellos era recordarles pues eso, que en Cataluña también nacen, y a mucha honra, héroes de la Guardia Civil.

Ante la evidencia de que no saldría adelante ninguna de las dos propuestas de declaración institucional, desde Ciudadanos hicimos de tripas corazón y pasamos a pedir lo más básico: un minuto de silencio. Nada más que eso. El Parlamento catalán guarda minutos de silencio a razón de uno cada dos sesiones plenarias. Se guarda uno por cada víctima de violencia de género. Se guardan por las víctimas del Holocausto. También por las víctimas del atentado yihadista en las Ramblas en agosto del 17. Hasta Clara Ponsatí ha guardado minutos de silencio en el Parlamento Europeo para protestar por las «amenazas» a la lengua catalana… Pero por un guardia civil, está visto que no, que no se puede.

«Se votó no hacer ninguna declaración a favor de los guardias civiles muertos. Y se votó no guardar ni un minuto de silencio por ellos»

Yo misma me encargué de pedir ese minuto de silencio en la junta de portavoces del Parlamento catalán celebrada el pasado martes. Nunca olvidaré ese momento. Cuando la vergüenza política y humana se pudo cortar con un cuchillo. No es verdad, como algunos han pretendido después, que en la junta de portavoces no se vote. No se votará con botoncitos electrónicos, pero de viva voz y a mano alzada, para posicionarse a favor o en contra, ya lo creo que se vota. Se vota y mucho. En esta misma sesión votamos suprimir un pleno entero porque iba a coincidir con la recta final de la campaña electoral europea. Se votaron qué temas vamos o no a debatir la semana que viene. Se votó no hacer ninguna declaración institucional a favor de los guardias civiles muertos. Y se votó no guardar ni un triste minuto de silencio por ellos. Tres grupos a favor, cinco en contra.

Que uno de esos cinco fuera el PSC fue extremadamente doloroso, decepcionante y hasta sorprendente. Si hasta el alcalde socialista de Barcelona, Jaume Collboni, había aceptado guardar un minuto de silencio en el Ayuntamiento… Claro que en el Ayuntamiento el PSC no gobierna, o no todavía, con los independentistas… El Parlamento catalán está mucho más cerca de la Zona Cero. De hecho, es Zona Cero en estado puro. El Parlamento catalán es la finca particular de «ellos», de los intocables. Nada más hay que ver el desprecio con que pueden seguir cobrando nóminas de 7.000 euros después de fugarse de la justicia y si les osas pedir cuentas, te dicen que «toman nota» y a correr. El Parlamento catalán es ese sitio donde se puede salir al atril con un pañuelo palestino pero no con una bandera de España. En el Parlamento catalán asistiremos la semana que viene, desde ahora ya les aviso, a una nueva sesión de sapos y culebras contra la misión de eurodiputados de la UE que se han asomado con horror a la ingeniería social del monolingüismo catalán forzoso en las escuelas. Etc.

Lo malo de la Zona Cero es que pasan los años y los tripartitos y uno se acostumbra y se intoxica. El verdadero problema de fondo, en Cataluña, es que siempre han mandado los mismos. Solos o en compañía de otros que también eran, son, los de toda la vida. El PSC en su actual estado de intoxicación simplemente ya no sirve para darle la vuelta a esta inercia, para reconducir ni transformar nada, porque demasiado se ha habituado a ver normal lo que no lo es. A pensar que es inevitable. Que casi estamos mejor así.

Hacen falta ojos nuevos, salvajemente nuevos, para ver la luz al final de tanta oscuridad.

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