La naturaleza del sanchismo
«La corrupción conocida ahora no es más que otro paso en el proceso de degradación institucional, política y moral emprendido por el PSOE»
Hasta hace pocos días, el ministro encargado de insultar a los periodistas en la red X se quejaba de que dedicamos demasiado tiempo a hablar de la amnistía. Tras el estallido del ‘caso Koldo’, los exégetas del Gobierno confían en que sea, precisamente, la amnistía lo que sirva para dejar de hablar de la corrupción y reconducir la acción política del Ejecutivo hacia el fin que se persigue: prolongar la estancia de Pedro Sánchez en La Moncloa.
¿Es peor el caso Koldo que la amnistía? En mi opinión, no. La amnistía es la peor de las corrupciones posibles, la que consiste en un político abusando de su posición de poder, adulterando la ley, para encubrir a otro político en beneficio exclusivo de ambos. No hay mayor fechoría imaginable en un cargo público. Pero es cierto que los episodios de corrupción descubiertos en los últimos días apuntan a un escándalo mayúsculo y revelan que la falta de escrúpulos con la que empezó todo en este PSOE de Sánchez se va convirtiendo en una norma de comportamiento.
Ambos asuntos están, en realidad, entrelazados. Posiblemente, el presidente no habría actuado con semejante precipitación y contundencia contra Ábalos si no pesara sobre su conciencia la sumisión con la que ha aceptado perdonar todos los delitos cometidos por Puigdemont y los suyos. El propio Ábalos no habría reaccionado como reaccionó si el dirigente que lo castigaba hubiera sido un líder respetado y cargado de autoridad. La sensación de hundimiento que rodea a la coalición gubernamental no sería tal si al malestar inevitable tras descubrirse las andanzas de Koldo no se le sumara el abatimiento de quien se humilla sin límite ante un demagogo nacionalista prófugo de la justicia.
Han existido casos graves de corrupción en la democracia española, tanto con el PSOE como con el PP. Todos han causado enorme daño al partido y todos han provocado, en última instancia, su salida del poder. En todos ellos, cada partido se defendió como pudo y soportó como buenamente fue capaz el chaparrón que le iba cayendo encima. La justicia siempre prevaleció y el precio político que cada cual pagó resultó en todos los casos muy elevado.
Sin embargo, con Sánchez todo es diferente. Doctor en las artes de las realidades alternativas, el Gobierno ha recurrido inmediatamente a sus medios de comunicación amigos para disfrazar el ‘caso Koldo’ hasta convertirlo en un problema de corrupción del PP o, al menos, en una trama de la que no se libra nadie. Como el Parlamento no sirve para nada y las comisiones de investigación son meros instrumentos de propaganda, un par de sesiones plenarias y otro par de comparecencias en comisión servirán en su día para acabar de enmarañar las cosas y ocultar la verdad.
«El Gobierno ha recurrido inmediatamente a sus medios de comunicación amigos para disfrazar el ‘caso Koldo’ hasta convertirlo en un problema de corrupción del PP»
Mentir, difamar, confundir, distraer la atención, crear relatos al gusto de su audiencia sin necesidad de que sean verdaderos. A esto se ha reducido la política desde que Sánchez está al frente y esta ha sido, por supuesto, la reacción ante el caso Koldo, la misma que ante la infame ley de amnistía. El Gobierno no tiene miramientos siquiera en manipular el trabajo de la Comisión de Venecia. Da igual, todo vale.
Por esa razón, no es descartable que acabe siendo aprobada la ley de amnistía -en contra, por cierto, de la recomendación del borrador de la Comisión de Venecia-, como no es descartable que el caso Koldo acabe agotándose sin conseguir el impacto político que tuvieron otros episodios de corrupción en el pasado.
La amnistía y el caso Koldo están unidos por el común denominador de una política amoral, basada en el más burdo utilitarismo, carente de horizonte y de principios, sometida a la urgencia del presente y a los caprichos y necesidades de un solo hombre. Un personaje, además, indiferente al veredicto de la realidad.
Sánchez no responde ante la evidencia. Los hechos no le afectan ni le apartan de su misión. A quien le acuse de mentir, se le llama mentiroso. A quien le señale como corrupto, se le reprocha más corrupción aún. Total, qué más da. Nadie se siente obligado a responder, nadie siente el impulso hacia el más mínimo gesto de decencia. Ni en el Gobierno, donde lo más atrevido que puede escucharse es el silencio. Ni en el PSOE, donde han tocado a rebato las mismas campanas que pronto tocarán a muerto.
A mí me parece, modestamente, – siempre muy modestamente porque no soy analista profesional ni querría, aunque tengo ya una edad como para haber sido cocinero antes que fraile-, que la corrupción pandémica sanchista que ahora están sacando los investigadores de la UCO a la luz pública aunque fuera ya conocida por los que estaban en la pomada, sería poco más o menos, como una especie de garantía entre delincuentes que sirva como prenda de las aviesas intenciones entre las partes contratantes para tenerse mutuamente agarrados por sus partes blandas y no hacerse daño como en el chiste del dentista y su paciente. Vendría a ser como una ofrenda delincuencial, un delito iniciático por así decirlo, que los presuntos delincuentes del grupo salvaje de golfos apandadores presuntamente capitaneados por la triada Koldo-Abalos-Sanchez le ofrecen a los golpistas corruptos, herederos del régimen corrupto de don Pujolone y famiglia, que si dieron un golpe de estado a la desesperada a su vez, y de una forma bastante chapucera fue para encubrir, con ese macguffin mierdoso el saqueo continuado en el tiempo de las arcas catalanas, dejando las cajas fuertes del erario regional con más telarañas que otra cosa. Un trato entre delincuentes.
¿Como iban sino a confiar el caudillete de chichinabo Puchi y sus secuaces en que el gobierno de la nación les iba a ofrecer la impunidad por el morro con un gobierno razonable y que estuviera por el bien común?. Es así que los delincuentes solo confían en las bandas de delincuentes de la competencia, perro no come perro, pero que no confíarían en absoluto en un gobierno honrado de concentración p.ej. que ya los hubieran traído de vuelta a España enmanillados en un furgón policial para enjuiciar a toda la basca y condenar más pronto que tarde a los jerifaltes del pruses con mando en plaza, a los señoritos lazis que organizaron todo el contubernio malversando tremendos fondos públicos, y a los cabritos que organizaron hasta el ultimo detalle toda la estafa piramidal del prusés, prevaliéndose de sus cargos públicos, tal como prometió el gañán Pijus Magnificus antes de perder las elecciones generales del 23-J.
Esto que estamos viendo ahora no sería más que la fase superior del saqueo regional catalán elevado a nivel nacional por la banda de Francoenstein, para igualarse con los delincuentes de ámbito regional más empoderados pero mucho más mequetrefes y de menor alcance espacial.
Estamos empezando a entender por qué les odiaba tanto Franco.
Y viceversa, aunque como partido no movieron ni un dedo cuando pintaban bastos. Yo creo que el odio mutuo que dicen que se tienen entre ellos es fingido. Lo que se tienen es mucha envidia mutuamente ya que en realidad se hubieran podido amar eternament si hubieran podido llegar a un acuerdo para repartirse las poltronas entre los prebostes franquistas y los jerifaltes vejentones del PSOE en el exilio. Cuando desenterraron al Caudillo se le subió a la chepa a Sánchez y desde entonces la única diferencia es que el pequeñín era de derechas y tenía la voz de pito, y este gañan tuercebotas es larguirucho y de la izquierda mefítica y corrupta del grupo de Puebla.
Ah! para el Alejado de la realidad.
Pronto o tarde se sabrá si el rescate de la aerolínea y alrededores, donde estuvo presencialmente la mujer del Cesar, Begoña, a quien parece que la da igual parecer lo que igual no es, decía que pronto se sabrá (o tarde que la justicia es muy lenta) del famoso rescate, si debió de ser rescatada y en ese caso, por cuanto?, por la mitad? por la décima parte? o por lo ejecutado?. Se sabrá y Ud. posiblemente siga Alejado de la realidad, como una marioneta a la que mueven con cinco dedos a su antojo.