THE OBJECTIVE
Carlos Padilla

Dejen de odiar a Madrid

«Hablar de Madrid es un atajo, un artilugio para los perezosos intelectuales, un tópico manoseado porque hay muchas tertulias y pocas ideas»

Opinión
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Dejen de odiar a Madrid

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Hay expresiones, estériles como fue el trabajo de Toni Cantó en la Oficina del Español, tan repetitivas como Óscar Puente desbarrando en cada jornada, y huecas como la ejecutiva de Sumar, que se utilizan a diario en las tertulias patrias. Madrid, siempre aparece Madrid. Si no es por hablar de lo que sucede dentro de la M-30, es porque Ayuso ha atacado al Gobierno y este le ha respondido, bien porque sesudos analistas le atribuyen a la ciudad un clima irrespirable. Madrid, a ojos de unos cuantos, es una figura tóxica a la que culpar de todo.

Antes de que el presidente enviara su epístola a los españoles, Madrid, donde caben todas tus fobias, ya llevaba tiempo convertida en un puching ball en el que descargar frustraciones. Y no digo que Madrid sea perfecta, sumun de la buena vida, porque es engañar al personal, lo que viene a opinar este granadino que habita en la villa y corte es que la culpa no es de Madrid. O no toda. Si usted, tertuliano que detesta Madrid y lleva viviendo en esta ciudad dos décadas, arguye nosequé de la M-30 como ejemplo de polarización, sabe bien que está utilizando un recurso facilón.

Ahora que Sánchez ha emprendido su cruzada contra los bulos, repite con insistencia estudiada su nuevo leitmotiv, la máquina del fango. Y cómo no, el líder del Ejecutivo ha remarcado que «la máquina del fango es un fenómeno muy madrileño» porque «aquí se concentra buena parte del poder económico, político y mediático». ¿Qué significa «muy madrileño»?, ¿Debemos incluir entre las características capitalinas, aparte del bocata de calamares y el agua del grifo, la fangosfera?

De nuevo, Madrid. Y uno piensa, ¿pero no fue en Madrid donde se organizaron las escuetas muestras de apoyo al presidente Sánchez que le motivaron a seguir?, ¿acaso la calle Ferraz donde se agruparon los socialistas a implorar el «Pedro, quédate», no está en el corazón de la capital de España? Por continuar, ¿ha hecho algo el Gobierno de España por quitarle peso a Madrid y recolocar algunos de los organismos públicos en, no sé, Soria o Badajoz? Dado el tamaño de este infierno madrileño, no se entiende la lentitud del Ejecutivo, de hecho, ¿por qué no trasladar la sede central del PSOE a Salamanca? Y así practicar con el ejemplo.

No deja de ser paradójico que sea un madrileño nacido en el histórico distrito de Tetuán, que ha cursado sus estudios en la capital, que se afilió e hizo carrera en el PSOE de Madrid, primero entró como concejal del ayuntamiento de la capital y luego como diputado por Madrid. El mismo que lleva viviendo en esta comunidad prácticamente toda su vida, donde se ha casado y está «profundamente enamorado», sea el que asocie a Madrid con un ente maligno. Si ha sido él quien se ha criado en esta ciudad de crispación, mentiras y lodo, y aun así ha llegado a la presidencia del Gobierno, igual Madrid no está tan mal como la pintan.

«Es en Madrid donde se han organizado protestas contra la amnistía, a favor de Sánchez y en defensa de la sanidad pública»

Quizá Feijóo como es de Os Peares, una aldea gallega, es menos probable que tenga querencia al fango. ¿O en su llegada a la capital ha sido infectado por el virus de la villa que hace de todo moderado, un malévolo líder de la oposición? Madrid es un atajo, un artilugio que utilizan los perezosos intelectuales, un tópico manoseado que se usa con más frecuencia de lo normal porque hay muchas tertulias y pocas ideas. Y donde mueren las ideas, nacen los argumentos comprados en el mercadillo.

Silvia Intxaurrondo presenta su programa desde la Comunidad de Madrid, el periódico Público o Eldiario.es están en la Gran Vía de la capital. Desde Madrid hacen radio Jiménez Losantos o Àngels Barceló. En esta ciudad del mal está La Moncloa y la sede de la Comunidad de Madrid, se encuentra el Senado, con mayoría popular, y el Congreso, que refrendó a Pedro Sánchez. Es desde Madrid donde se han organizado protestas contra la amnistía, a favor de Sánchez, en defensa de la sanidad pública madrileña, para apoyar la unidad de España, contra el sacrificio del perro Excalibur o criticando a la guerra de Irak y el Gobierno de Aznar.

Han pasado tractores colapsando el centro, militares cada 12 de octubre, y los sindicatos, desde que gobierna la izquierda, de la mano del Ejecutivo. A Madrid, especialmente para su trabajo en el Congreso, llegan políticos de todas partes del país. Véase el caso de Rufián, ya reconvertido en un diputado seriote de americana y corbata, que venía para unos meses y aquí sigue. Sin que haya sido infectado por ningún patógeno madrileño, era independentista y lo sigue siendo. Todo esto pasa dentro de este Madrid al que algunos analistas holgazanes le atribuyen más poder del que tiene, lo dibujan torticeramente. Hay que luchar contra la máquina del tópico.

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